¿Se atreverá Donald Trump a entrar por la fuerza en Venezuela y sacar a Maduro, así como sacaron en 1989 al general Noriega de Panamá? ¿Estará buscando Mr Trump, flamante candidato a premio Nobel de la Paz, encender un conflicto en el Caribe?
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A estas alturas todavía no está claro qué es lo que se propone el presidente de los EE.UU. con semejante despliegue militar: varios buques de desembarco anfibio, tres destructores Aegis de misil guiado, 4.000 infantes de marina, aviones de patrulla P-8, y hasta un submarino nuclear de ataque. ¿Por qué nuclear?
¿Se puede cambiar el libreto de una ópera, o de una obra de teatro clásica, para adaptarla a la agenda política del presente? ¿Por qué no mejor crear nuevas obras?
Cubierta de la primera edición de la partitura
Pongamos el caso de la ópera Madama Butterfly compuesta por Giacomo Puccini en 1904. La trama se desarrolla en el Japón de esos años, un país que el compositor nunca había visitado, y lo poco que debía saber de la cultura japonesa estaba sin duda basado en las fantasías europeas que se tenían entonces de aquellas lejanas tierras. La ópera cuenta la historia de una geisha de 15 años seducida por un oficial americano. Después de una noche de pasión en la que le promete falsamente matrimonio, (en realidad se está burlando todo el tiempo de ella), el hombre la abandona. Una típica historia que reproduce el comportamiento del macho, arrogante, colonizador, sexistas y racista, que se aprovecha de una pobre muchacha, a la que considera inferior racial y socialmente. Al final (espóiler) la pobrecilla se suicida clavándose el cuchillo de su padre.
A algunos les gusta comparar a Trump con Hitler. Empezando por su vicepresidente, el señor JD Vance, que hace unos años dijo que Trump era el Hitler de América. Qué ironía del destino, poco después este antipático individuo se convertiría en el vicepresidente del “Hitler de América”. ¿Cómo ha justificado él este cambio de mentalidad tan importante? Pues nada, simplemente diciendo que cambió de opinión.
Cuando ya creíamos que los ánimos expansionistas de las naciones poderosas eran cosa del pasado, han vuelto a resurgir figuras como Vladímir Putin y su aspiraciones de un nuevo imperio ruso que incluye a Ucrania y otras ex repúblicas soviéticas, y últimamente Donald Trump y su MAGA que, según él, le da derecho a tomar lo que haga falta para garantizar los intereses y la seguridad de los Estados Unidos. Panamá, Groenlandia, Canadá… todo lo que sirva para hacer a América “great again”. Pero, ¿qué hay de la seguridad y los intereses del resto del mundo?
La publicación este año del libro, Spinoza Freedom’s Messiah*, del escritor anglo-holandés Ian Buruma, me hizo recordar el pequeño escándalo que se produjo en 2021 en Ámsterdam, cuando el rabino de la sinagoga portuguesa de esta ciudad reafirmó la prohibición de la obra de Spinoza, por hereje.
La comunidad judía portuguesa de Ámsterdam proscribió en 1656 los escritos del filósofo por considerarlos herejes. De haber existido en los Países Bajos del siglo XVII una Inquisición al estilo de la de España, Baruch Spinoza habría sido mandado a la hoguera. Afortunadamente esto no sucedió, pero el filósofo judío fue expulsado de la comunidad para siempre. Estaba prohibido tener cualquier tipo de tratos con él. Su ‘herejía’ fue cuestionar a Dios —tal como lo conciben las tres grandes religiones— y proponer que todo lo que existe hace parte de una sola cosa: la naturaleza. Para Spinoza la naturaleza es Dios, el universo en su totalidad es Dios. Una concepción del mundo que varios siglos más tarde haría decir a Albert Einstein, “Si tuviera que creer en Dios sería el Dios de Spinoza”. Pero era además su independencia intelectual, su cuestionamiento de los textos religiosos, lo que los rabinos veían como una amenaza.
¿Qué tienen en común Donald Trump, Geert Wilders, Bibi Netanyahu, Marine Le Pen, Narendra Modi, Viktor Orban, Giorgia Meloni… (entre otros líderes políticos de estos tiempos que no menciono aquí para no hacer demasiado larga la lista)? Pues que todos ellos promueven políticas divisionistas, segregacionistas, con la identidad religiosa y étnica como bandera: primero nosotros, nuestra raza, nuestra lengua, nuestra religión, nuestra cultura, nuestros valores, nuestras tradiciones. Todo lo demás es desechable.
Ahora que a cualquiera lo acusan de antisemita nada más por protestar contra la guerra de Israel en Gaza, una acusación que estigmatiza y pone en una posición vulnerable a quien se escandaliza por los crímenes del Gobierno de Netanyahu en territorios palestinos, no se entiende por qué nadie echa mano de la llamada Declaración de Jerusalén para decidir quién es o no de verdad antisemita.
¿Es posible saber cómo sucedieron verdaderamente los hechos históricos?
Hace dos o tres años, cuando comenzó a hablarse del metaverso, pensé que esta tecnología era ideal si se utilizaba para aprender materias como la Historia. Una estudiante ya no necesitaría abrir un aburrido libro de historia en, por ejemplo, el capítulo de Felipe II y su época, ilustrada con cuatro o cinco imágenes, sino que, simplemente con un par de clics, entraría en ese periodo creado digitalmente en el metaverso, y tendría una experiencia integral de la vida, la gente, los debates, los hechos, los lugares de la época visitada.
Ahora que todo el mundo habla de guerra, de que hay que armarse más —como si no hubiera ya suficientes armas en el mundo— en estos momentos en los que hasta los pacifistas han hecho a un lado sus ideales de paz y pregonan que hoy la guerra a los regímenes tiránicos e invasores se ha vuelto inevitable…, qué esperanza queda para la paz.
Un comentario a propósito de Lessons, la última novela de Ian McEwan.
Un gran inconveniente de la muerte es que te saca de la historia. Te has pasado la vida siguiendo los acontecimientos del mundo, y de repente es como si la película se parara y quedara la pantalla en negro. Este es el tipo de reflexiones que se hace hacia el final de su vida Roland Baines, el protagonista de la última novela de Ian McEwan, Lessons*. La muerte nos excluye de la narración histórica. Cuando uno se muere se queda sin saber qué va a pasar después.
No me propongo hacer una reseña de este libro, hay muchas y muy buenas en Internet. Solo me interesa destacar un aspecto crucial de la narración: cómo los sucesos mundiales dan forma a la vida y a los recuerdos de la gente. McEwan usa sin duda muchos elementos autobiográficos para componer al personaje de Baines. Ambos nacen en Inglaterra en 1948 y tienen una infancia comparable. Al reflexionar sobre la vida particular de un individuo (Baines), el narrador reflexiona sobre el periodo histórico que le ha tocado vivir, desde el final de la Segunda Guerra mundial hasta la pandemia.
Vivimos tiempos confusos. Los más pobres votan por la extrema derecha y los pacifistas lanzan gritos de guerra.
The Phantom Horseman,1870-93, Sir John Gilbert (d.1897) – Birminghan Museums Trust —
Qué puede estar pasando en nuestros tiempos para que hasta el Partido Verde alemán (Die Grünen, de tradición pacifista y antinuclear) resulte no solo apoyando el giro militarista del Gobierno alemán sino pidiendo incluso más: no solo más armas para la defensa sino armas para la agresión. Es verdad que Ucrania ha sido invadida por una poderosa fuerza militar, y que las imágenes de los bombardeos, muertos y desplazamientos de población son estremecedoras. Pero, como lo demuestra la experiencia de todas las guerras anteriores de la humanidad, y como ha sostenido el propio canciller alemán Olaf Scholz, más armas solo van a representar una escalada peligrosa de la guerra en Ucrania con consecuencias impredecibles.
Foto tomada en una calle de Roma en 2018, por John Moeses Bauan – Unsplash —
Vivimos en un mundo profundamente desigual. Casi mil millones de personas no tienen acceso a la electricidad. Esa misma cantidad se ha calculado para las personas que no cuentan con baños y deben defecar y orinar en el monte o en las calles. Casi un treinta por ciento de la población mundial no tiene acceso a agua potable, y el doble de esa cifra está en contacto con agua de mala calidad, agua contaminada. No es difícil imaginar las consecuencias que tiene esta escasez para la calidad de vida de tanta gente. Sin agua y sin electricidad da igual que vivas de hecho en el siglo XXI porque la realidad es que tienes un estándar de vida más próximo al Medioevo.
Ucrania 2017 – Foto de Ann Jovovich, en Unsplash —
Escuchando el discurso de Putin declarando la guerra a Ucrania, se le pone a uno la piel de gallina por el lenguaje que usa el presidente ruso: “cualquier interferencia tendrá consecuencias como nunca se han visto”. ¿Como nunca se han visto? ¿Qué quiere decir con esto? ¿Que va a usar las armas atómicas? Putin habla también de ‘desnazificar’ Ucrania. Todo esto es muy preocupante porque es señal de que estamos frente a un individuo insensato, el dictador de un país que cuenta con – éste sí – armas de destrucción masiva, y está dispuesto a usarlas.
Se dice que la historia la escriben los que ganan las guerras. Lo que también se podría traducir como, los que tienen el poder para escribirla e imponerla como única verdad. A comienzos de la era cristiana en Europa, los únicos que tenían verdaderamente este poder eran los romanos. La exposición de la James-Simon Galerie y el Neues Museum sobre las tribus germánicas cuestiona ahora la visión que se ha tenido —y aún se tiene— sobre los germanos desde los tiempos de los romanos, desde que Julio César y el historiador Tácito observaran sus costumbres y los describieran como guerreros (lo que también quería decir: salvajes). Pero además, con la simplificación de sus observaciones, los romanos no fueron capaces de ver la enorme diversidad cultural que había entre las tribus germánicas, sus profundas rivalidades, considerándolas como un pueblo unificado, como una nación —Tácito acuñó el nombre de Germania—, como si todas tuvieran los mismos ritos, las mismas costumbres, la misma lengua.
Desde el siglo I hasta el siglo IV DC, las tribus germánicas se asentaron en el área al este del Rin y al norte del Danubio.
Detalle de la portada de Tiempos recios, novela de Mario Vargas LLosa
Proponer alternativas a hechos histórico se llama ucronía. De u que significa sin, y cronos que significa tiempo. Algo que pudo haber sido pero no fue. Hay dos excelentes novelas ucrónicas que imaginan lo que hubiera pasado en Estados Unidos de haber ganado Hitler la guerra. Una es El hombre en el castillo (1962), de Philip K. Dick, en la que Alemania y Japón controlan gran parte del territorio estadounidense. La otra es La conjura contra América (2004) de Philip Roth, en la que Roosevelt pierde las elecciones de 1940 y las gana Charles Lindbergh, el famoso piloto que tenía simpatía nazis. Continuar leyendo «Ucronías. Qué hubiera pasado si…»
En octubre de 1347 atracaron en el puerto de Messina en Sicilia varios barcos mercantes genoveses provenientes de Crimea, en el Mar Negro. Nada especial, salvo porque gran parte de la tripulación venía muerta y los que aún estaban vivos presentaban rasgos de una extraña enfermedad: unas protuberancias negras del tamaño de un huevo o de una manzana destacaban en los sobacos y en las ingles de los marineros. Continuar leyendo «1348, el año de la plaga bubónica que acabó con la mitad de la población europea»