Clärchens Ballhaus – bailando entre las ruinas del siglo

home_logoBerlín no deja de sorprendernos. Cada nuevo hallazgo es una confirmación del encanto y del carácter único de esta ciudad excepcional.

Caminar a lo largo de la Auguststrasse ya es un placer en sí. Las pequeñas boutiques, galerías de arte y simpáticos cafés que aparecen a lado y lado de la calle ofrecen un buen motivo de entretenimiento. Hasta que llegamos al número 24 y no podemos evitar detenernos con una primera reacción de desconcierto, porque nada hacía suponer que allí había un biergarten. Y menos aún, con un edificio medio en ruinas al fondo.

 

ExteriorEn lo que ahora es este jardín hubo antes un edificio que desapareció con los bombardeos de la segunda guerra mundial. Y aunque no lo parezca, la edificación zarrapastrosa que le sirve de decorado es una de las salas de bailes más famosas de Berlín. Clärchens Ballhaus. Parte de la fama de Clärchen viene del hecho de que, a diferencia de la mayoría de los espacios de baile hípsters de la ciudad, a donde solamente van a bailar los jóvenes, aquí el público no puede ser más heterogéneo: jóvenes, viejos, gays de todas las variantes, berlineses de origen, turistas, gente que baila muy bien y gente que no sabe bailar. Dicen que el espíritu de Clärchens Ballhaus garantiza que todos se sientan en casa. Ancianas canosas y jovencitos de pantalones entubados se codean en el bar. El cruce de generaciones es parte del encanto del lugar.

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Se dice que cuando Clärchen abrió sus puertas en 1913 (el edificio data de 1895), había en Berlín unas novecientas salas de baile, muchas de ellas construidas con el glamour de la era imperial. Esto da una idea de lo que debió ser la vida nocturna de la ciudad en aquellos tiempos. Clara Buehler, –Clärchen, Clarita–, la propietaria, al quedar viuda se hizo cargo del negocio y le dio su nombre al salón. La historia turbulenta del Berlín del siglo XX se podría contar desde lo que se vio y se vivió en los salones de la viuda Buehler.

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Así quedó la sinagoga de la Fasanenstrasse – Wikipedia

Los candelabros y arañas se apagaron en 1918, al final de la Primera Guerra mundial. Pero no por mucho tiempo porque entonces llegó el boom de los años veinte. Después del trauma de la guerra la gente solo quería divertirse. Foxtrot, jazz, tango. Pero como siempre, lo bueno no dura mucho. El partido nazi subió al poder y entre las muchas atrocidades que impusieron estuvo la restricción a cierto tipo de música, considerada como no-alemana, como la que se oía y bailaba en Clärchen. La Noche de los Cristales Rotos se hizo sentir en la Auguststrasse en donde había negocios de judíos. No quedó uno en pie. Sin embargo, sin tango y sin jazz, de todos modos, el baile no se detuvo. Los clientes ahora aparecían portando las insignias nazis. Hasta 1942 (la fecha no es segura), cuando el jefe de propaganda del régimen, Joseph Goebbels, prohibió los bailes públicos mientras durara la guerra. Al parecer las tropas alemanas comenzaron a usar el edificio como puesto de comando.

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Imagen de 1979

La Auguststrasse está en la zona este de la ciudad, por lo que quedó bajo el control de las tropas soviéticas al final de la guerra. El salón de baile les serviría de alojamiento. Pero una vez más, la gente tenía necesidad de bailar para ‘olvidar’, como si esto fuera posible, los horrores de la guerra. En julio de 1945, y a pesar de los escombros y los destrozos causados por el último bombardeo que también devastó la preciosa Spiegelsaal (Sala de los Espejos), Clärchen volvió a abrir sus puertas. Entonces las mujeres se pusieron a bailar con las mujeres porque no quedaban hombres.

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Foto hecha por Sybille Bergemann, 1976

Así hasta que en 1961 construyeron un muro que partió la ciudad en dos, y comenzó lentamente la era soviética de Clärchen. Lentamente, porque hubo que esperar hasta mediados de los sesenta para que removieran los escombros de lo que había sido el edificio del frente. Eran los años de la guerra fría y los negocios no eran business as usual. El lugar se convirtió en un punto de mercado negro y, dicen, de discreta prostitución. Los clientes eran sobre todo berlineses del otro lado del muro, del lado oeste, y espías de la Stasi, la policía secreta de la Alemania comunista. A la muerte de Clarita, su nuera, Elfriede Wolff, quedó a cargo del negocio hasta 1989 cuando cayó el muro, poniéndole punto final a una historia y dando inicio a otra.

Esto es particularmente verdad en una ciudad como Berlín en términos inmobiliarios. La reunificación de las dos Alemania le ha cambiado paulatinamente la cara a los barrios de edificios suntuosos pero descascarados de la parte este de la ciudad, disparando de paso los precios de alquileres y ventas de casas y apartamentos. Las edificaciones de la Auguststrasse, en Mitte, pleno centro de la ciudad, no fueron la excepción.

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Detalles del decorado del cieloraso. Pic: oh_colleen/Flickr/CreativeCommons

Bueno, sí hubo una excepción: Clärchens Ballhaus. Un edificio marcado con las cicatrices de un siglo – desde el lujo y las glorias de la era imperial, pasando por las bombas de las dos peores conflagraciones que ha sufrido Europa, hasta el abandono indiferente de un régimen incapaz de ver la belleza en lo que consideraba decadente– no debía ser ‘modernizado’, sino al contrario, preservado tal cual era. Esta fue la idea de los dos empresarios de teatro que reabrieron el salón de baile Clärchen en 2005, –un salón que hacía pensar en un palacio de príncipes de un cuento infantil– haciendo los mínimos cambios posibles para no alterar las huellas de la historia.

Tampoco cambiaron la fachada en las que aún se aprecian los estragos de la guerra, ni hicieron estucar o cubrir con nueva pintura las paredes interiores cubiertas con una pátina centenaria que confiere a los salones una atmósfera de sofisticada decadencia, de nostalgia de otras épocas. Que inspira en el visitante ese deseo imposible de revivir tiempos pasados. Entrar a Clärchen es como entrar en un cuento, o en el decorado de una película, sabiendo que no es mero decorado, que es de verdad. La magnífica escalinata. Los candelabros encendidos. No por nada Quentin Tarantino vio ahí el lugar adecuado para crear esa escena de Inglourious Basterds en la que Shoshanna se reúne con Joseph Goebbels.

Inglourious

En Clärchen te parece que en cualquier momento vas a ver entrar a Franz Biberkopf el personaje de la novela de Alfred Döblin, Berlín Alexanderplatz, tal como aparece en la serie de televisión que hizo Fassbinder en 1980.

Concert (1)Pero sin duda el lugar  más encantador de toda la casa es el Spiegelsaal, el Salón de los Espejos, en el piso de arriba, que ahora se usa para recitales, por lo general de música clásica, según entiendo. El otro día vimos a una soprano finlandesa cantando canciones de Sibelius.

ballhausMuchas de las ancianas y ancianos que hoy frecuentan Clärchens Ballhaus lo hacen porque es un lugar que les trae recuerdos de otras épocas cuando de jóvenes iban allí a bailar. Como Lona Jakob, 91 años y quizá la cliente más vieja. Allí fue donde ella conoció a su marido en los años 40 y a donde, a pesar de que hace mucho quedó viuda, sigue yendo, ahora con amigas y con su hija, porque la danza es su pasión y eso no se pierde nunca. Los demás vamos al Clärchen a bailar, beber, comer, o a escuchar música… sintiéndonos durante unas horas como metidos en una película.

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