La imperfecta inteligencia humana frente a la perfecta IA

Al menos en asuntos de arte y literatura más nos valdrá seguir usando la imperfección humana.

— Foto de Markus Winkler, en Unsplash —

En una entrevista reciente, el escritor chino de ciencia ficción, Cixin Liu, hablando sobre inteligencia artificial, dijo que “al trabajo de escritor le quedan unos cinco años”. Así pues, según él, dentro de poco, la IA estará escribiendo historias más fascinantes e interesantes que la mejor escritora o escritor del mundo de hoy y de todos los tiempos.

No viene al caso discutir si esto puede llegar a ser verdad o no. Como todo el mundo sabe, sobre la potencialidad de la IA hay un enorme debate desde hace tiempo, ¿llegarán las máquinas a reemplazarnos? Con el bando de los que creen que sí, el bando de los que creen que no, y el bando intermedio de los que proponen que los robots van a reemplazarnos en algunas cosas pero no en todas.

Foto de Possessed Photography, en Unsplash

Lo interesante de una posible usurpación de la IA en el ámbito de las artes —la literatura, la pintura, la música, la fotografía, el cine— es ver hasta qué punto esto incomodará al público, a nosotros, los consumidores de estas artes. Es decir, a quienes leemos, escuchamos música, vamos al cine, vemos exposiciones de pinturas y esculturas.

Si la IA, valiéndose de toda la información que existe en Internet, es capaz de producir, por ejemplo, novelas históricas que contengan mucha más información, y más compleja de la que una Hilary Mantel pudo reunir para escribir su serie sobre Thomas Cromwell; si la IA, además de toda esa información es capaz de imitar perfectamente la gracia y estilos de los autores más excelentes, e incluso superarlos, entonces ¿acaso no es lógico que los amantes de la novela histórica prefieran leer el libro de la IA, a cualquier otro producido con la mera y limitada IH (inteligencia humana)?

Suena cruel, pero no muy descabellado. Todo el mundo quiere leer buenos libros, ver buenas películas. Si la IA lo hace, seguramente terminaremos consumiendo esos productos. Probablemente la producción humana siga existiendo, pero será para un público muy selecto, minoritario, para los que se nieguen a rendirse al poder de las máquinas. Mientras tanto, las grandes editoriales publicarán los libros de la IA, que son los que la mayoría quiere leer. No me extrañaría que incluso se inventen nombres de autores, tras los cuales, una IA específica se encargaría de escribir cierto tipo de libros, sobre ciertos temas, con cierto estilo. Una IA que se llame, por ejemplo, Lola Apasionata, y que escribe las más bellas novelas de amor, destinadas especialmente para un público veinteañero. La gente sabrá que es una IA, pero no mirará la máquina, sino que mirará a Lola Apasionata, una imagen suya en la contraportada, creada también por otra IA especializada en imágenes. Lola tendrá cuenta en las redes sociales, y relaciones interactivas con sus millones de seguidores.

Suena horrible. Pero podría volverse la normalidad. Y como toda ‘normalidad’, en algún momento dejará de parecernos horrible. Aunque lo siga siendo. Viviremos en una especie de mundo feliz, el de esos que han tomado la ‘pastilla azul’ de la película Matrix.

Volviendo a Cixin Liu, el autor de la fantástica trilogía que empieza con El problema de los tres cuerpos (ya se puede ver la serie en Netflix), en esa misma entrevista cuenta que, después de terminar esta obra en 2011 (mil y pico de páginas), no ha logrado volver a escribir. Dice que padece una ‘sequía creativa’. Pues bien, este es el tipo de problema humano que no tendría Lola Apasionata. Ella podría combinar muchísimas veces los innumerables algoritmos que tiene a su disposición para crear historias que parezcan cada vez más maravillosas y originales. Lo único que puede detener a Lola es que la desconecten.

Debido a sus periodos de sequía creativa, Cixin Liu no podría competir con una IA especializada en ciencia ficción, que nunca padece sequías de ningún tipo. Con algunos puntos débiles, su trilogía del Problema de los tres cuerpos es una obra extraordinaria, que los amantes de la ciencia ficción hemos leído fascinados por su inventiva y originalidad. Pero, una IA especializada en este género podría escribir una obra comparable a la de Liu, sin puntos débiles.

Pero la pregunta es, al menos en materia de arte y literatura, ¿qué necesidad tenemos los humanos de tanta perfección? Nuestra imperfecta inteligencia podría sentirse más a gusto, más en casa, con obras que dejen ver los ‘desperfectos’ de la creación. El sello humano.

Una cosa en la que no piensan los que temen que la IA acabe con el oficio de escritor y de artista, es que tras las IA hay mentes humanas imperfectas y no necesariamente muy neutrales. Por ejemplo, ChatGPT no escribe palabras que hagan alusión a los órganos genitales. No las escribe porque no las reconoce. Porque sus entrenadores han aplicado la censura a la lengua y decidido que son términos obscenos y vergonzosos. Con este problema se encontró recientemente una escritora holandesa cuando quiso usar la IA para traducir su novela (originalmente en holandés) a otras lenguas. La máquina se negó a traducir las escenas de sexo y violencia. “Si se describe una escena en la que hay cocaína o sexo, el usuario recibe una advertencia de que el texto puede violar la política de usuarios de OpenAI”, y no lo traduce o lo modifica de tal manera que da risa. Así, cuenta la escritora, la máquina cambió una escena sexual explícita y algo cruda en la que aparecían las palabras pene, semen y vagina, por una versión edulcorada con términos como hacer el amor.

Foto de Alexander Sinn, en Unsplash

Y si esto pasa con una traducción, ¡cómo será cuando se trate de escribir originales! Nos podremos imaginar cómo serán las novelas que escriba Lola Apasionata.

La violencia sexual no existe en el mundo perfecto de ChatGPT. Algunos dirán que, ya se encargarán algunos de crear IA dedicadas a la violencia y el sexo extremos. Quizás. Pero una perfecta perversidad no es tampoco lo que queremos las personas que leemos, que vamos al cine y admiramos las obras de arte en los museos.

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