Elecciones aburridas en Alemania

En contraste con las últimas elecciones francesas en las que hasta el último segundo se mantuvo la tensión sobre quién sería el próximo presidente de la nación y durante semanas el debate no pudo ser más colorido y acalorado, las elecciones alemanas del 24 de septiembre están resultando bastante soporíferas. Es lo que pasa cuando ya se sabe quién va a ganar la contienda: la CDU de Angela Merkel y su socia bávara, CSU. El único elemento de incertidumbre que queda es el de las alianzas posibles. Con quién se va a juntar el partido ganador para gobernar. Pero eso viene después.

Con doce años en el poder, Merkel es todavía lo suficientemente popular como para vencer en unas nuevas elecciones. ¿Cómo se explica eso?

Su partido ganará las próximas elecciones sin necesidad de recurrir a los trucos a los que recurren algunos presidentes y jefes de Estado en otras partes del mundo cuando se quieren hacer reelegir, no tendrá necesidad de cambiar la Constitución, y ni siquiera ha tenido que prometer un cambio de política. Lo que ya es mucho. Al contrario, su propuesta es la de la continuidad, y por eso va a ganar. La gente quiere más de lo mismo.

La explicación a este fenómeno está en el viejo argumento de “es la economía, estúpido”. Y cuando la economía va bien, como es el caso hoy en Alemania (ver aquí artículo sobre la tasa de desempleo), hasta las ideologías que han ido ganando espacio paulatinamente en Europa los últimos años (nacionalismo, anti islamismo, racismo, neonazismo, etc.) tienden a perder votos en las urnas.

A pesar del casi millón de refugiados -no hay que olvidar que Merkel apoyó y sigue apoyando una política de puertas abiertas a los refugiados- Alemania sigue presentando una economía robusta. Cuánto va a durar esto, quién sabe, pero es la realidad de hoy día. Hay sectores en los que abunda tanto el trabajo que no hay mano de obra que dé abasto. En Berlín no se consigue un carpintero o un electricista, están todos demasiado ocupados, y si usted necesita que le hagan un trabajo de carpintería o le arreglen un asunto eléctrico en la casa, tendrá que ponerse en una lista de espera.

Ayer la canciller dio su conferencia de prensa de verano. Un comentarista de un medio alemán escribió que ver a la señora Merkel respondiendo hábilmente todas las preguntas de los periodistas le hacía pensar en un partido del Bayern de Múnich en el que este equipo tiene el control del balón y va ganando el partido 3-0.

Pero, además, Merkel se las ha arreglado para ‘invisibilizar’ a los otros partidos políticos. Los ha hecho (casi) irrelevantes en estas elecciones. Ahí está el caso patético de los Verdes (Bündnis 90 / Die Grünen). En 2011, después de la catástrofe nuclear en Fukushima, Ángela Merkel decidió ponerle punto final a la industria nuclear alemana porque, “los riesgos de la energía atómica no se pueden controlar con seguridad”, dijo. Con lo cual le quitó piso al partido Verde que desde sus inicios se ha construido precisamente por su oposición a la energía nuclear. Cada vez que puede, la canciller habla a favor del medio ambiente. ¡Un partido verde para qué, si la CDU ya se ocupa bien del tema!

Pero no solo a los verdes les ha usurpado la agenda. Un típico punto en el programa de los socialdemócratas (SPD) era el matrimonio gay. Pues bien, Merkel se los quitó haciéndolo aprobar a toda carrera el pasado mes de junio.

Pero si hay algo en lo que la canciller se ha destacado en quitarles espacio a todos los sectores políticos que se encuentran a la izquierda de la CDU es en el tema de la inmigración. En esta materia, Merkel no ha tenido reparos en desechar la posición no muy favorable a la inmigración y a la acogida de refugiados que ha mantenido tradicionalmente su partido conservador, ganándose con esto la simpatía de los que votan a los partidos de izquierda.

Lo más significativo de todo es que la canciller se las ha arreglado para apropiarse de la agenda social de la izquierda sin dejar por ello de apoyar abiertamente a la gran empresa, sobre todo a la poderosa empresa automovilística alemana, a pesar de todos sus recientes escándalos. Así, la canciller se presenta como una abanderada del medio ambiente, pero que no le toquen a Mercedes, Porsche, Volkswagen, y Audi… Algo en lo que también cuenta con amplio respaldo popular, si se sabe que la industria del automóvil da empleo a casi un millón de alemanes.

Martin Schulz, el candidato del SPD, el partido socialdemócrata, ha dicho que si su partido gana las elecciones va a buscar el retiro de todas las armas nucleares de Estados Unidos que se encuentran en suelo alemán. Schulz está muy por debajo de Merkel en las encuestas, de modo que muchos analistas ven esta propuesta del líder del SPD como un mero pataleo de ahogado. Y por otro lado, con un presidente estadounidense como Donald Trump, con quien Merkel no tiene ninguna afinidad (otra cosa era Obama), no sería de extrañar que la señora Merkel comience a considerar una reducción de la presencia armada nuclear de los EE.UU. en su territorio. Despojando al pobre Schulz una vez más de una importante propuesta partidista.

Solamente de las propuestas de la extrema derecha no se ha apropiado Merkel. Su victoria será pues un claro rechazo de los votantes alemanes a los planteamientos xenófobos, nacionalistas y con frecuencia claramente racistas de movimientos y partidos como la AfD (Alternative für Deutschland), los cuales, si no sucede nada muy dramático en las próximas semanas, van a ver muy posiblemente una reducción en sus votos a nivel nacional. En un evento en el que participó la canciller ayer en Bitterfeld-Wolfen, en el sureste de Sajonia-Anhalt (zona que vota mayoritariamente a la extrema derecha) fue abucheada, silbada, “vete de aquí”, le gritaron. Pero Sajonia-Anhalt no representa mucho en términos numéricos y las silbatinas de la derecha le vienen bien para atraerse la simpatía de los votantes que están a la izquierda de la CDU. Es decir, que, incluso cuando pierde, Merkel gana.

Pocas emociones pues en esta anunciada victoria. Algo bueno, pues no hay nada mejor que el aburrimiento en la política para garantizar la continuación de la paz y el bienestar.