Libros para sobrevivir el confinamiento en Berlín

Si hay algo que nos sorprende agradablemente de Alemania a los extranjeros que vivimos en este país es la pasión de los alemanes por la lectura. Por eso no es raro que la oficina de Cultura de la alcaldía de Berlín haya decidido dejar las librerías abiertas en medio del confinamiento estricto que comienza a regir desde hoy. Sabiendo que una cuarentena severa normalmente solo permite la venta de productos de primera necesidad (alimentos y medicinas), al incluir la venta de libros, el gobierno los sitúa al mismo nivel de los artículos esenciales. Es decir, esos sin los cuales no se puede vivir. En la nota de una web sobre el mercado de libros alemanes, se habla de la librerías como, geistige Tankstellen, que podría traducirse como, ‘estaciones de servicio para la mente’. O gasolineras para el intelecto. Algo así. Los alemanes necesitarían ir a esos lugares a recargarse la cabeza con alguna frecuencia.

Para hacerse una idea del nivel de lectura aquí, no hay sino que ver los periódicos alemanes. Mientras en el resto del mundo los diarios escritos han reducido su contenido (ahora se publican menos artículos) y su formato (ahora son más pequeños), en Alemania se mantienen esas ediciones impresas de páginas anchas, como sábanas, que son tan incómodas de leer porque es difícil doblarlas, o porque no caben en la mesa del desayuno. Mientras en muchos países, la extensión de los artículos se ha reducido en número de palabras —con frecuencia no más de unas 750 para asegurarse de que los lectores lleguen hasta el final—, en Alemania los grandes diarios perseveran en los artículos extensos que pueden ocupar toda una enorme página, lo que a primera vista parece un palabrerío apretado, hecho con letra menuda, y con poco espacio entre cada palabra y entre cada línea.

Una página de Die Welt de la semana pasada

En estos tiempos TikTok, en los que la información se consume por lo general como imagen rápida, mantener este tipo de prensa de apariencia tan anticuada solo es posible en un país que lee. No quiero idealizar al lector alemán. También aquí, como en todo el mundo, hoy se lee menos, pero la lectura sigue siendo una actividad apreciable.

Yo viví en París en los años ochenta, y recuerdo que en ese entonces mucha gente iba en el metro leyendo libros, o el periódico. En aquella época, Francia me parecía también un país lector. Hoy día son contadas las personas que se ven en el metro de París con un libro en las manos. Todos van con el móvil, y es posible que en algunos casos vayan leyendo ahí el periódico o una novela, pero ya no se ven las ediciones impresas. En el metro de Berlín mucha gente también va prendida al móvil, pero aún se ven bastantes libros de papel.

Mientras en otras grandes ciudades del mundo las pequeñas librerías han ido desapareciendo, absorbidas por las grandes, y éstas a su vez absorbidas por Amazon, en Berlín subsisten todavía (todavía!!) las librerías de barrio, locales pequeños que en muchos casos cumplen también una función de pequeño centro cultural. Por desgracia, actividades como presentaciones de libros, o lecturas de poemas no se pueden hacer en tiempos de pandemia, pero al menos los berlineses pueden entrar allí a saciar su necesidad fundamental de consumir literatura.

Librería Andenbuch – Foto de Berlin Amateurs

En Berlín hay una comunidad de hispanohablantes. A tono con el espíritu de la ciudad, muchos somos ávidos lectores. Aunque suene escandaloso, sé por experiencia que es más fácil encontrar buenos libros en español en Berlín que en Nueva York, una ciudad esta última con un alto porcentaje de hispanohablantes. Cuando digo ‘buenos libros’ me refiero no solo a los clásicos, sino a ediciones recientes de autores contemporáneos. Tres encantadoras librerías en español en Berlín se encargan de, si no lo tienen, conseguir el libro que quieras.

Librería La Escalera

Las comparaciones son odiosas pero son inevitables. Mientras aquí las autoridades deciden que entre los artículos de primera necesidad están los libros, en Holanda, otro país estrictamente confinado desde ayer, las autoridades decidieron dejar abiertas las tiendas de licores. Spirituose, le llaman en alemán a una bebida con alta concentración de alcohol. Lo que tiene sentido, pues el alcohol también es un alimento para el espíritu. Y sin espíritu no hay intelecto.

*La imagen de arriba es de Tamas Munkacsi, Unsplash. Librería Athenaeum, en Ámsterdam.
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