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A propósito de la Cantata del Café de J.S. Bach…, y los cafecitos de Berlín

Hoy día, para nosotros es tan normal tomar café que no nos podemos imaginar que hubo una época en Europa en la que el café se percibía como una sustancia peligrosa que había que prohibir. De hecho, el café estuvo prohibido en Alemania –para limitarnos a este país– durante mucho tiempo, y hubo que esperar hasta que Federico II de Prusia despenalizara su consumo en el siglo XVIII.

TheArtCellar
Imagen de: http://www.artcellar.gr

No fue fácil para los alemanes aceptar el café. No tanto por sus propiedades adictivas, ni mucho menos, sino porque lo veían como un producto ‘no alemán’, una sustancia alienígena que afectaba costumbres típicas alemanas, como el consumo de cerveza. El miedo a la contaminación de la cultura que esgrimen ultranacionalistas y xenófobos hoy no es, pues, nada nuevo bajo el sol. Se ha expresado siempre en todas las épocas de la historia de la humanidad. ¿Habrá algo más occidental que una taza de café? ¡Qué dirían los conservadores alemanes del siglo XVIII, asustados por la penetración de elementos foráneos, si pudieran ver en lo que se convirtió la costumbre del café en esta sociedad!

coffee-drinkerFue en ese ambiente controvertido alrededor del café que se inspiró Johann Sebastian Bach para componer su Cantata del Café (1732), incluida ahora entre sus cantatas profanas, pero en realidad un típico divertimento por su estilo ligero y alegre. Bach lo que quería era burlarse un poco de la moda del café que en ese entonces se practicaba sobre todo en los circuitos de intelectuales, artistas, y las clases altas. Nada más esnob que tomar café.

Encontré en Youtube esta versión completa (25 minutos) de la Cantata del Café con subtítulos en español. Además, no es cualquier versión. Es una interpretación de la Orquesta Barroca de Ámsterdam y su director Ton Koopman. Está escenificada en el café De Waag, en la ciudad de Doesburg (Países Bajos), y hay que ver la gracia de los solistas, como actores y como cantantes. En fin, que es una joya que vale la pena ver.

La trama de la pieza es muy sencilla: un burgués alemán, Schlendrian, reprende a su hija, Lieschen, y le prohíbe tomar café. La amenaza con no comprarle ropa, no dejarla salir, ni asomarse a la ventana. Nada de esto le importa a la chica. No está dispuesta a renunciar a sus tazas de café. “Si no puedo beber mi tazón de café tres veces al día, entonces en mi tormento, voy a marchitarme como un pedazo de carne de cabra asada”, canta ella. Luego de esto, el padre la amenaza con no dejarla casar. Esto ya es demasiado. Lieschen accede, pero a condición de que le busque un novio cuanto antes. Mientras tanto hace correr la voz de que solo se casará con alguien que le permita tomar todo el café que quiera. Final feliz.

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Zimmermannschen Kaffeehaus – Wikipedia

Mucha historia de café ha corrido desde entonces en el mundo. Pero ya en esos años de Bach estaba claro que el café había llegado para quedarse. Bach estrenó ésta y otras de sus cantatas profanas en la Cafetería Zimmermann, en la calle Catalina (Katharinenstrasse), en pleno centro de la ciudad de Leipzig. Su propietario, un tal Gottfried Zimmermann, organizaba allí conciertos gratis, y los gastos quedaban cubiertos con la venta del café.  Todavía existe un Café Zimmermann en esa calle, número 14. Pero no en la misma edificación que se ve en esta imagen.  Muchos edificios del centro de Leipzig quedaron destruidos por las bombas de la segunda guerra mundial. Ahora es una zona muy turística de la ciudad y dudo que algún Bach contemporáneo sea invitado a estrenar allí sus obras.

En la segunda década del siglo XVIII había solo diez cafés en la ciudad de Berlín. ¿Cuántos cafés habrá en la segunda década del siglo XXI? No lo sé. Miles. En mi barrio, Prenzlauer Berg, en la parte Este de la ciudad, a cada rato aparece uno nuevo. Cafecitos simpáticos, a medio camino entre hípster y vintage, a los que dan ganas de entrar, sentarse con un espresso, y abrir un rato el libro que llevamos en la cartera. Es lo que hago, y enseguida me digo que debería abrir una nueva página en este blog para decir algo sobre estos cafés de Berlín.

Quizá, haber escrito estas líneas sobre esta cantata de Bach no es más que un pretexto para animarme a abrir próximamente esa página.

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