Ossis y Wessis, crema y cerveza

220px-Ampelmann.svg¿No es gracioso el hombrecito del semáforo con su sombrerito? Es una de las pocas victorias de la Berlín oriental después de la reunificación de las dos partes de la ciudad a comienzos de los años noventa.

Se necesita tiempo para conocer a la gente. A primera vista yo no encuentro ninguna diferencia entre alemanes orientales y occidentales. A estas alturas de la reunificación -han pasado más de 25 años- las diferencias, al menos las diferencias exteriores, como la manera de vestir, ya debieron haber desaparecido, dominando el estilo occidental. Sin embargo la gente sigue hablando de Ossi y Wessi, neologismos que designan a la gente del este y del oeste de Alemania respectivamente.

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Gracias papá y mamá porque no soy un wessi

¿Quiénes son ossis y quiénes wessis de toda esta gente que me cruzo a diario andando por la ciudad? Mis vecinos de apartamento, por ejemplo, con los que nos cruzamos de vez en cuando en el ascensor, ¿qué son? Puedo suponer que mucha de la gente de mi barrio, Prenzlauerberg, ubicado en el este, o al menos los mayores de 50 años, debe ser Ossi, y que ha nacido y vivido en esta parte de la ciudad toda su vida. Sin embargo esto no está muy claro.

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Gracia papá y mamá porque no soy un ossi

A juzgar por las numerosas familias jóvenes y de buenos recursos que viven en el barrio, lo que está claro es que esta zona ha sufrido un proceso de gentrificación que desdibuja completamente en primera instancia los conceptos de Ossi y Wessi entre los actuales residentes. Ya no quedan viejos en el sector. Es como si todos los Ossis  se hubieran ido, desplazados por esta nueva clase media alta de buenos ingresos, hipster, que se viste y decora su casa al estilo vintage, consume productos bio-orgánicos, y políticamente es más bien progresista, de izquierda, y verde. Esta gente podría verse como el ejemplo del triunfo del capitalismo. Un capitalismo de izquierda, si es que algo así es posible.

stock-vector-retro-glasses-with-reflection-for-hipster-vector-illustrationEn realidad, gente como esta vive en todas las grandes ciudades del mundo y si lo traigo a cuento en el caso de Berlín, es porque es una clase que parece estar por encima de cualquier estereotipo asociado a la época en la que el país estaba dividido en dos. No obstante, también aquí la gente sigue pensando y hablando en términos de Ossis y Wessis. ¿Por qué será?

Hace unas semanas fui a ver un documental sobre lo que aquí llaman el ‘complejo de la RDA’. Los alemanes de la desaparecida Alemania comunista todavía viven en carne propia la derrota de su modelo económico. Las provincias del este son las más pobres, las menos desarrolladas, y las que tienen las tasas más altas de desempleo del país. Esto ha generado un descontento en la población de esas regiones que se traduce cada vez más en posiciones y actitudes racistas y de extrema derecha. Mientras escribo esto escucho el resultado de las elecciones en tres estados federados de Alemania. En la provincia oriental de Sajonia-Anhalt, por ejemplo, el AfD (Alternativa para Alemania), un partido de extrema derecha, xenófobo, que no existía hace un año, ha obtenido el 24 por ciento de los votos convirtiéndose en la segunda fuerza política de ese  estado.  Así pues, por una de esas paradojas de la historia, los antiguos comunistas estarían terminando por transformarse en los modernos fascistas. El miedo a una masiva inmigración de gente proveniente de países islámicos (la actual crisis de los refugiados) ha agravado y continuará agravando esta tendencia.

Y si bien sería injusto decir que todos los Ossis se identifican con la extrema derecha en ascenso, algo que, según se dice,  sí tienen en común es un sentimiento de derrota. Un desencanto. Eso que los hace susceptibles de ser unos acomplejados. Los Wessis –que también pueden ser de extrema derecha- serían todo lo contrario.

KuchenmitLos típicos Ossis que deben quedar todavía en mi barrio deben ser los pocos ancianos, pensionados que ves a cualquier hora del día en las cafeterías del centro comercial tomando café acompañado con tortas rebozadas de crema fresca. Pero esto sólo en la mañana. Después del mediodía ya no toman café sino cerveza. A veces hojeando un periódico, o simplemente sentados ahí mirando a lo lejos. Ancianos solitarios, aburridos, como los hay en cualquier parte del mundo, recordando quizá los buenos tiempos de la RDA sin pensar que lo bueno que tenían aquellos tiempos era que ellos eran todavía jóvenes.

“La gente de esta ciudad le pone crema a todo, incluso a la cerveza, y la cerveza es algo que ellos se toman en serio sin duda”, dice Bernhard Günther explicándole a una de sus clientes el carácter de los berlineses.

BerlinNoir Bernie Günther no es un camarero de un café de Prenzlauerberg sino el detective de Berlin Noir, la estupenda trilogía berlinesa de Philip Kerr, ambientada en el marco histórico de los años treinta, con el ascenso del nacional socialismo hasta su colapso. Bernie es también el único miembro de las SS, de la Gestapo y de la Kripo (Policía Criminal) que me cae bien. De hecho es el único nazi simpático que conozco del ámbito de la ficción escrita por autores que no son alemanes. Por lo general los nazis de estos autores suelen parecerse más a Max Aue, el maniaco criminal de la excelente novela de Jonathan Littell, Las Benévolas.

MerkelEl mundo nazi que describe Kerr hace mucho que dejó de existir, pero las frases de Günther siguen siendo muy apropiadas en su descripción de los berlineses. Pues si hay dos cosas que he tenido oportunidad de comprobar desde que estoy aquí son que no hay tarta que no lleve su buena dosis de crema fresca, y que la cerveza hace parte de la dieta cotidiana de los alemanes. No hay nada más habitual que ver a un(a) alemán(a) andando por la calle como lo más normal del mundo con su botella de medio litro en la mano. Hace unos días no más vi a una señora muy bien vestida y arreglada sentada en el metro leyendo el periódico dándose tragos de vez en cuando de su medio litro de cerveza.

220px-AmpelmaennerUna cosa más a propósito también de una frase de Bernie Günther dicha en 1937, “En Berlín la gente conduce demasiado rápido, pero a nadie se le ocurriría pasarse un semáforo en rojo”. Los alemanes son muy respetuosos de las reglas. No lo digo por los choferes, porque esto sucede por lo general en todo el mundo, sino por los peatones. A nadie (bueno, casi) se le ocurriría atravesar la calle cuando el hombrecito está en rojo aunque no se vea ni la sombra de un carro en varios kilómetros. Mientras que el primer impulso de nosotros, los extranjeros desordenados, es el de atravesar porque no viene nadie, ellos se quedan estáticos y pacientes esperando el cambio de señal. Un impulso que al poco comenzamos a reprimir ante el ejemplo de disciplina de los alemanes.

Al principio, andando por las calles o por el metro, tenía la impresión de que Berlín era una ciudad un tanto caótica. Pero a medida que me he ido familiarizando con la ciudad y reconociendo los comportamientos lo que  se me ocurre ahora es que, si esto es caos es un caos feliz, o un caos ordenado aunque suene contradictorio.

Los Ossis pueden ser desconfiados y los Wessis arrogantes, pero son iguales cuando se trata de crema fresca y cerveza, y de esperar hasta que el semáforo peatonal se ponga en verde.

 

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