Incertidumbre

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¿Qué sigue ahora en Venezuela?

Varios analistas políticos han utilizado este término, incertidumbre, para referirse al futuro inmediato de una Venezuela sin Chávez, sugiriendo con esto la posibilidad de que pase algo que cambie el curso de los acontecimientos. En efecto, de lo que pase en los próximos días, en las próximas semanas hasta que se realicen las nuevas elecciones, y del resultado de esas elecciones, dependerá el rumbo del país en los próximos años. Y puesto que no se trata de unas típicas elecciones, y de que el ambiente en Venezuela tiende a ser volátil, cualquier cosa podría pasar. Incluso nada. De ahí la incertidumbre.

Lo deseable sería que no pasara nada. Nada extremo. Que los venezolanos entierren este viernes a Chávez y que una vez cumplida la ceremonia todo vuelva a la normalidad. Que el oficialismo y la oposición pongan a competir a sus candidatos dentro de las reglas del juego y que, al igual que la última vez, decida la mayoría quién será el próximo presidente.

Lo deseable sería también que la mayoría decidiera elegir a Maduro para que el chavismo continuara en el poder al menos un periodo más. Seis años en los que los herederos de Chávez tengan la oportunidad de demostrar que el movimiento no se acaba con la muerte del líder, que el chavismo es un proyecto sólido capaz de llevar bienestar social y económico de manera sostenible a una población cada vez mayor, y de proseguir con el espíritu de integración de la región latinoamericana. O seis años en los que la lucha interna de las diferentes facciones del chavismo contribuyan a acentuar los principales problemas de hoy (corrupción, inseguridad, ineficiencia económica) aniquilando paulatinamente en el imaginario público los valores y la capacidad de lo que se habrá revelado como una propuesta política fracasada. Es decir, estará entonces claro que sin Chávez no hay chavismo posible.

En el primer caso, la democracia venezolana seguiría su curso de manera similar a como sucede en otros países latinoamericanos, con gobiernos unas veces un poco más a la izquierda, la próxima vez un poco más a la derecha, y viceversa. En el segundo caso, el chavismo como ideología se diluiría de manera indolora, sin causar fracturas, sin violencia, o con niveles marginales de violencia, nada grave que lamentar. La gente seguiría recordando a Hugo Chávez, el caudillo, el resto se habría hecho humo.

Pero una derrota de Maduro en abril sería catastrófica. Los millones de venezolanos que votaron por Chavez en octubre del año pasado no están preparados para deshacerse de las camisas rojas a pocas semanas de la muerte del líder. No todavía. Las imágenes de Chávez siguen aún demasido vivas y presentes en la vida diaria de la gente.

«Después de mí el vacío, el caos», habría dicho  Chávez en 2009. No sé si la cita es cierta o apócrifa, pero ojalá se equivoque. Lo cierto es que el chavismo (dado el caso) necesitará tiempo para desaparecer. Una pérdida súbita del poder es hoy impensable e indeseable pues podría generar un rechazo de manifestaciones y consecuencias impredecibles. Chávez terminaría teniendo razón, después de él, el caos.

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En medio de los miles y miles de artículos que han aparecido recientemente tratando de analizar el significado de Chávez y la situación de Venezuela, destaco estos cuatro:

Vaya con Dios, Hugo Chávez, mi amigo  (Greg Palast)

La herencia de Chávez  (Joaquín Villalobos)

Venezuela and Latin America after Chávez  (Daniel Chavez)  (en español)

The last Caudillo  (Alma Guillermoprieto)

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