Tras el grito

chasing-the-scream-3La guerra a las drogas: sus instigadores, sus traficantes, sus víctimas. A propósito de Chasing the Scream, un examen con perspectiva histórica de la prohibición de las drogas

En la historia de la humanidad hay unos cuantos nombres que han quedado registrados en los anales como la personificación del mal. Figuras que en su momento hicieron tanto daño que cualquier gesto de bondad o de compasión que hubieran tenido alguna vez en sus vidas se habrá borrado para siempre. Entre estos, algunos emperadores romanos como Calígula y Nerón, famosos sanguinarios dictadores y genocidas, el más conocido de los cuales es naturalmente Hitler, y otros por el estilo. Todos ellos tristemente célebres, pues no se necesita conocer mucho de historia para saber quiénes son.

Una figura (relativamente) comparable a las anteriores, de la que sin embargo casi nadie habrá oído hablar nunca, es un tal Harry Anslinger. Efectivamente, muy poca gente conoce este nombre, ello a pesar de que este hombre es uno de los más importantes responsable de uno de los peores horrores de buena parte de la historia del XX y de lo que va corrido del siglo XXI: la guerra a las drogas.

Johann Hari, el periodista británico autor de Chasing the Scream, narra en el libro que cuando tenía doce años, un día Anslinger oyó los gritos horripilantes de una mujer en una casa vecina. ¿Cómo podía gritar de una manera tan salvaje un ser humano? Se preguntó el niño. El marido de la mujer lo mandó a que fuera con toda urgencia a la farmacia del pueblo más cercano a traer un paquete de medicinas. En cuanto le administraron el medicamento (un opioide)  la mujer se calmó y volvió a recuperar su aspecto humano. Pero el que no se calmaría nunca fue Anslinger quien, según él, nunca olvidaría esos gritos y juró dedicar el resto de su vida a combatir el consumo de drogas. Es decir, a prevenir el grito de los adictos, a perseguirlo, (to chase) a cazarlo, a castigarlo, a encarcelarlo y a asesinarlo si era preciso. Lo que tal vez no se imaginó el joven Anslinger –o tal vez sí pero no le importaba dada su obsesión- es que esta persecución detonaría muchos más gritos de los que él pretendía acallar.

Harry Anslinger se convertiría así en el gran instigador, el Torquemada, de una guerra declarada al consumo de todas las drogas, primero en Estados Unidos, y después en todo el mundo, porque los EE.UU. tenían entonces el poder suficiente para imponer su voluntad al resto del planeta. Muy pronto comenzó a quedar claro que lo único que estaban consiguiendo esta guerra era aumentar los problemas relacionados con el consumo problemático de sustancias estupefacientes, aumentar la criminalidad asociada a la producción y tráfico ilícito de esas sustancias, y aumentar el número de presos en las cárceles, con las respectivas consecuencias sociales, económicas, sanitarias y humanitarias. La criminalización de las drogas terminaría convirtiéndose en la tragedia de nuestros años. Thank you, Mr Anslinger!

BillieHolidayHari enfoca su investigación sobre el desarrollo de la prohibición desde tres perspectivas: la de las personas dedicadas a aplicar la ley de drogas; la de los que se dedican al negocio de las drogas; y la de los que las consumen peligrosamente. En este último grupo –un grupo en el que todos son víctimas– nos encontramos con Billie Holiday. La primera gran víctima del odio de Harry Anslinger a los adictos, era nada menos que una de las voces más bellas del jazz.

Esto no fue una casualidad. Billie Holiday no solamente provenía de los fondos más bajos de la sociedad, había crecido en un ambiente sórdido, había sido violada de niña y obligada a prostituirse, sino que era una artista de raza negra que un día comenzó a inyectarse heroína para escapar a la miserable realidad que la rodeaba. Para Anslinger –que en ese entonces era jefe de Narcóticos, una pequeña agencia que quedaba todavía de los años de la prohibición del alcohol, y en tiempos en que muchas drogas aún eran legales– Billie Holiday no solamente representaba el grito de animal salvaje que lo perseguía desde la infancia, sino que por su posición débil de mujer negra en una sociedad racista, era un blanco fácil de ataque. En la Hollywood de esos mismos años muchos artistas de raza blanca eran conocidos adictos, uno de los ejemplos más famosos es Judy Garland, pero estos nunca sufrieron una persecución semejante a la que el policía Harry Anslinger le impuso a la voz más preciosa del jazz. Y todo esto en una época en la que por ley al adicto debía dársele tratamiento médico.

Con lo cual la guerra a las drogas instigada por este policía reveló desde sus inicios una desviación racista. No por nada la cárceles de los EE.UU. están hoy llenas de manera desproporcionada de afroamericanos encerrados por delitos de drogas.

Mexico, guerra entre carteles - Foto de ActingMan
Mexico, guerra entre carteles – Foto de ActingMan

Pero además, la prohibición absoluta, la tolerancia cero de Anslinger y sus sucesores en el oficio, hizo que surgieran y se consolidaran las mafias que controlan el enorme y riquísimo mercado de las drogas. Sin prohibición, estas mafias y su larga trayectoria de violencia no se habrían producido nunca, no habrían existido los grandes carteles de droga colombianos y mexicanos que no sólo han sumido a esos países en la violencia sino que han arrasado con las instituciones democráticas. En algunas regiones de esos países se ha vivido y aún se vive en medio de la ley de la selva. Aunque han pasado casi 70 años desde que comenzara esta guerra y que sus destrozos saltan a la vista, parece que quienes deciden lo que hay que hacer en estas materias todavía no se han dado cuenta de que si a alguien le conviene la prohibición es a las mafias. A nadie más.

Sin criminalización de las drogas y su consumo, los adictos y la gente con consumo problemático no tendría que recurrir a lugares en donde se les vende droga adulterada, de mala calidad con riesgo de morir por sobredosis o por envenenamiento. Consumiría un producto controlado y, además, las instituciones de salud se encargarían de ayudarle a estabilizar y superar la adicción. Esta persona no sería un criminal, un individuo abyecto, sino un paciente, un ciudadano necesitado de ayuda.

En sus intentos para entender el consumo, qué lleva a alguna gente a consumir, por qué algunos logran controlar su consumo y otros no, y porqué después de un tratamiento algunos logran sobrepasar la adicción mientras que otros reinciden, Hari expone la teoría del Rat Park.

greenwald_whitepaperEl parque de las ratas es el resultado de años de experimentación llevados a cabo por especialistas en temas de adicción que han trabajado con ratas. Hasta el momento, los experimentos con ratas enjauladas a las que se les daba cocaína siempre habían mostrado que, una vez probaban la cocaína, las ratas querían más, lo que hacía concluir que la cocaína tenía un alto poder adictivo. Hasta que ciertos investigadores decidieron introducir algunas modificaciones en las jaulas que usaban. Hicieron las jaulas más grandes, más bonitas, con muchos juegos, buena alimentación, y sobre todo con otras ratas para interactuar. Es decir, crearon un parque para ratas. En el parque había un lugar al que las ratas podían ir a tomar cocaína si querían. Algunas ratas lo hicieron, pero la mayoría no lo hizo porque había otras opciones interesantes prefiriendo ponerse a jugar o a comer otras cosas. Hay un país, Portugal, que puso en marcha un programa de ayuda a los adictos a la heroína con gran éxito. Fue una especie de rat park en el que el adicto se encontró en un entorno en el que la sociedad le ofrecía otras opciones.

Heroin“Antes de la prohibición, los consumidores de opio compraban la sustancia en la farmacia de la esquina a un precio módico. Algunos de ellos se volvieron adictos, lo que significa que su vida se fue arruinando de la misma manera que le sucede a un alcohólico.  Pero ninguno de ellos se volvió un criminal ni tuvo que recurrir al delito para adquirir la droga. La mayoría pudo continuar con su vida normal, de la misma manera que lo hace una persona que todas las noches se toma varias copas, y que no por ello deja de ir a trabajar al día siguiente. Pero cuando se cortó la ruta legal hacia las drogas empezaron a aparecer todos los problemas que hoy asociamos con la drogadicción: criminalidad, prostitución, violencia”. Lo que sucedería si no se pudiera comprar más la cerveza y el vino en las tiendas y supermercados.

Así como posiblemente Hitler y Stalin creyeron en su tiempo que mandar a asesinar a cientos de miles de personas era algo bueno porque servía para construir un tipo de sociedad que ellos pensaban que sería mejor, así también la guerra de Harry Anslinger desencadenaría una cadena de muerte y destrucción de lo que él consideraba como la lacra de la sociedad en pos de un mundo libre de drogas, que él pensaba sería un mundo mejor. ¿Cómo no se han dado cuenta todavía de que Anslinger y sus sucesores estaban equivocados?

El subtítulo del libro de Johann Hari es “Los primeros y últimos años de la guerra a las drogas”. Ojalá estos sean de verdad los últimos. Los historiadores del futuro que se dediquen a estudiar nuestros años se van a sorprender con el capítulo de la guerra a las drogas. No van a entender cómo fue posible que algo tan absurdo empezara alguna vez, y después, que durara tanto. Y van a calificar esta guerra como una de las políticas más imbéciles que se hayan practicado jamás a nombre del bienestar de la humanidad.

Como lo predican muchos grupos pro-legalización en el mundo: las drogas deberían legalizarse no porque sean seguras sino porque son peligrosas. La legalización es lo único que garantiza su seguridad.

2 opiniones en “Tras el grito”

  1. Eso siempre sea ha sabido, la clase política perdería los beneficios.
    Recordemos que un buen político es el que engaña a la sociedad .

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  2. Un tema acuciante… Tu post es genial porque plantea diferentes aspectos del tema, dando un panorama general… Se agradece tu inteligente reseña… Me pareció muy interesante. Un abrazo. Aquileana 😀

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