PFAS – Químicos imperecederos que enferman y matan

— Zerohedge.com —

Desde que la industria usa los PFAS masivamente se puede decir que, nacemos, vivimos, respiramos, comemos, bebemos… y hasta defecamos con estos químicos que terminarán matándonos.

En español hay un proverbio popular que dice que lo que no mata engorda. Y la frase termina ahí sin explicar que lo que ‘engorda’ finalmente mata. En el caso del PFAS —un grupo de químicos que no se degrada nunca en el ambiente— la industria nos ha acostumbrado a gozar de sus beneficios (a engordar) sin mencionar los tremendos riesgos que tiene para la salud humana y del medioambiente.

Los llaman, “químicos para siempre” porque cuando se absorben no se descomponen en el cuerpo humano ni en la naturaleza. “PFAS es la abreviatura de sustancias per- y polifluoroalquilo, una familia de miles de productos químicos con un enlace de fluorocarbono casi irrompible. Son resistentes al calor y repelen el agua, la grasa y la suciedad”.

Los PFAS son ubicuos, están en todas partes, desde el agua, incluso el agua de lluvia, hasta en la sangre del cordón umbilical de recién nacidos. Esto se debe a que, desde mediados del siglo pasado, la industria viene usando ampliamente estos químicos en los productos más heterogéneos de uso diario. Para hacerse una idea, añado una lista de productos cotidianos fabricados con PFAS:

  • Todos los papeles resistentes a la grasa, como los envoltorios de comida rápida, de chocolates y caramelos, cajas de pizzas, y todos los productos que se utilizan como aislante.
  • Cacerolas, sartenes y ollas antiadherentes con revestimiento de teflón.
  • Textiles: toda la ropa y zapatos impermeables, resistentes al agua. Mochilas y morrales.
  • Productos de higiene personal: champú, hilo dental, cosméticos, maquillaje, lápiz labial, y esmalte de uñas.
  • Productos de limpieza. Pintura, barnices para muebles y suelos. Insecticidas. Esas hojitas de papel amarillas, post-it, tan prácticas, ¿ah?
  • Y el agua que bebemos, porque después de tantas décadas de vertimiento de PFAS en la naturaleza, el agua potable, sobre todo en las zonas cercanas a las fábricas que las usan, contiene niveles indeseables de PFAS.

Viendo esa lista no es difícil deducir que prácticamente nadie en este mundo ha quedado excluido de tener contacto con los PFAS.

¿Quién no tiene en casa estas esponjillas de 3M?

A estas alturas, y después de numerosos estudios sobre los efectos de los PFAS, ya nadie, ni siquiera las empresas que lo utilizan en sus productos, se atreve a negar el daño que causan: enfermedades cardiovasculares, afecciones hepáticas, cáncer, alteraciones hormonales (especialmente graves durante la pubertad), mayor riesgo de enfermedades tiroideas y asma, retrasos en el desarrollo y disminución de la fertilidad.

Las empresas no lo niegan, pero en cambio han recurrido a la fórmula mágica de estos tiempos: el greenwashing, el famoso ‘lavado verde’, otros le llaman ‘maquillaje verde’ o ecopostureo. Es la política tras las campañas publicitarias de poderosas empresas contaminantes, empeñadas en seguir con sus negocios como de costumbre. Doy dos ejemplos cercanos: la empresa estadounidense Chemours, un complejo químico en la ciudad holandesa de Dordrecht. Los científicos, activistas y la población local llevan tiempo pidiendo que la empresa elimine completamente las emisiones de PFAS que tienen envenenados el suelo, el aire, las aguas de la región y la sangre de sus habitantes. La zona está tan cargada con PFAS que se les ha dicho a la gente que no consuman las verduras y frutas que cultivan en sus huertos. Chemours se ha comprometido a reducir las emisiones pero hasta el momento no ha hecho nada. Es decir, no ha hecho nada para reducirlas, sin embargo en la página de inicio de su web se presenta como una compañía comprometida con la transición a energías limpias, que practica “una química responsable para construir un futuro sostenible para todos”. Me imagino la cara que deben poner los de Dordrecht cuando leen esto.

El otro ejemplo concreto que tengo a mano es el de la multinacional estadounidense 3M en la ciudad belga de Zwijndrecht. Bélgica es el país europeo más contaminado por PFAS, particularmente en toda la zona que rodea esta fábrica. A la gente que vive en 15 km a la redonda se le ha dicho que no pueden consumir los huevos de sus gallinas ni los vegetales de sus propios jardines. Una vez más, la empresa se ha comprometido a hacer algo, es decir, a descontinuar el uso de PFAS… a finales de 2025. En el logo de 3M se lee: “Ciencia aplicada a la vida”. La web habla de “construir un mundo más sostenible”, y tienen toda una página dedicada al medio ambiente, la cual, sin embargo, no menciona para nada el tema del PFAS. Más hipocresía y cinismo es imposible. Y por supuesto, no menciona que 3M conoce desde hace décadas los riesgos del PFAS.

Para hacerse una idea de las dimensiones de la contaminación por PFAS hay que saber que esta sustancia se ha encontrado en 17.000 sitios diferentes en toda Europa y el Reino Unido.

Una noticia del periódico The Guardian dice que según un estudio reciente, el papel higiénico de 21 marcas importantes en todo el mundo contiene PFAS. Lo que en otras palabras significa que, “los residuos que se arrojan por los inodoros y se envían a las depuradoras son probablemente responsables de una importante fuente de contaminación del agua”. Para hacernos otra idea: el estadounidense medio utiliza 57 libras de papel higiénico al año y cada año se tiran por el inodoro más de 19.000 millones de libras de papel higiénico solo en Estados Unidos.

Mientras tanto las compañías siempre mencionan la fecha de 2025 como el año en el que comenzarán gradualmente a reducir el uso de estos químicos en sus productos. Aunque esto fuera verdad (algo que no es difícil poner en duda conociendo sus artimañas), tenemos PFAS para un buen rato.

La única manera de detener la contaminación y los riesgos para el medioambiente y la salud es dejar de usar estos químicos ya. No tiene sentido que para producir esponjillas, papel higiénico, chaquetas impermeables, post-it…, haya que infectar hasta ese punto el agua que bebemos.

Espuma de PFAS flotando en un arroyo, Oscoda Michigan, 2019 – Imagen de Ryan Garza, Detroit Free Press

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