La noticia apareció en noviembre de 2013. En un apartamento de Schwabing, un exclusivo barrio de Múnich, fue hallada una colección de 1500 obras de arte confiscadas por los nazis en la década del 30 y primera mitad del 40. En el apartamento vivía un anciano solitario y excéntrico, Cornelius Gurlitt, hijo de un historiador y comerciante de arte, Hildebrand Gurlitt, que trabajó para los nazis.

También según las noticias de esos días, a Gurlitt lo habrían pillado por pura casualidad, dos años antes, por sospecha de evasión de impuestos. Cuál no sería la sorpresa de los investigadores de su caso cuando luego de obtener una orden de allanamiento de la casa se encontraron con semejante tesoro oculto durante siete décadas.

No lo habrían descubierto, de no ser porque de vez en cuando Gurlitt, necesitado de dinero porque nunca trabajó, vendía alguna de las obras. Transacciones que él no declaraba al fisco, y que terminarían por descubrirse con las consecuencias que ya se saben.
Desde entonces, el caso se volvió fuente de toda clase de especulaciones sobre el origen de la colección. El Tercer Reich tiene una merecida reputación de confiscación (un eufemismo para saqueo) de obras de arte. No solo robaron descaradamente pinturas de museos de los países que ocuparon, sino de colecciones privadas, cuando no las adquirían a precios bajísimo de familias judías que, presionados por las circunstancias, se veían obligadas a vender para pagar su exilio y salvar la vida.

Desde que se descubrió la colección se ha venido especulando sobre las razones de Gurlitt para mantener tanto tiempo en secreto las obras que su padre reuniera durante años para los nazis. Algún temor debía albergar de que se descubriera que los cuadros, o al menos muchos de ellos, tuvieran un origen dudoso. Que fueran parte de la gran cantidad de arte saqueado durante los turbulentos años del nacional socialismo.
Después de la guerra, se aprobó una legislación internacional que obligaba a los alemanes a devolver a sus países de origen las obras de arte confiscadas en ese periodo. Alemania aprobó también sus propias leyes en este sentido. La herencia de la familia Gurlitt se le volvió así a Cornelius una pesada carga que se fue haciendo solamente más pesada con el paso de los años y terminaría por hacer de él un ermitaño, un recluso de su tesoro. Terminaría por absorberle la vida. En 2012 la colección completa fue evaluada en unos mil trescientos millones de euros.

Otro aspecto que dio motivo para grandes especulaciones desde que se descubriera la colección, son las obras mismas. La colección está compuesta por una amplia variedad de épocas, estilos, géneros y nombres de famosos artistas. Hay obras de los viejos maestros, como Holbein, Durero, Cranach, Canaletto, y de maestros holandeses del siglo de oro; numerosas obras de pintores franceses del siglo 18 y 19; impresionistas, cubistas y expresionistas, estas dos últimas escuelas consideradas por Hitler como ‘arte degenerado’. Entre estos, Max Beckmann, Otto Griebel, Ernst Ludwig Kirchner, Franz Marc, Paul Klee, Oskar Kokoschka, Max Liebermann, Otto Dix, Emil Nolde. También, un Picasso, varias obras de Edvard Munch, etc.
Llama la atención también la gran cantidad de cuadros con retratos de mujeres, rostros femeninos desde el Renacimiento hasta el siglo XX. Algunos ejemplos:



Las especulaciones pretendían también interpretar el interés de Hildebrand Gurlitt por el ‘arte degenerado’, sabiendo que para Hitler, éste no tenía ningún valor. Pero Gurlitt padre no solo era marchante de arte sino historiador y bien sabía apreciar las obras ‘degeneradas’ que tenía entre manos, no solo por su valor comercial sino por su valor estético, por eso nunca las destruyó como era la orden de su jefe.
Algunos ejemplos de arte degenerado en la colección:


Ahora las obras de la Colección Gurlitt se pueden ver desde hace una semana en dos museos europeos: en Suiza, en el Kunstmuseum de Berna, y en el Bundeskunsthalle de Bonn. Ambas exposiciones llevan el mismo título, Gurlitt Status Report, y su objetivo es, en primera instancia, informar al público sobre la situación actual de las obras que componen esta colección considerada como el último gran hallazgo de arte saqueado por los nazis.
Según los organizadores de las exhibiciones, éstas han sido posible después de un exhaustivo trabajo de investigación sobre cada una de las obras, con el fin de determinar su procedencia –a quién pertenecieron, fueron sí o no legalmente adquiridas por Gurlitt, y en caso negativo, qué hacer. Este trabajo investigativo está a cargo de la Fundación Alemana de Arte Perdido (Deutsches Zentrum Kulturgutverluste).

Según explicó su directora durante una rueda de prensa en el museo de Bonn el pasado 1 de noviembre, día de la apertura de la exposición, las obras han sido clasificadas de acuerdo a lo que se ha llegado a saber de ellas. Se les ha dado un punto verde a aquellas de las que se sabe con toda certeza que no fueron robadas. Todas las obras (200) que ahora se pueden ver en el museo de Berna recibieron un punto verde. Antes de morir de un paro cardiaco en 2014 a la edad de 81 años, Cornelius Gurlitt las había donado a este museo. Gracias a esta luz verde, la donación ha sido ahora posible. Las obras de las que todavía no hay seguridad sobre su procedencia (la mayoría) y se sigue investigando tienen un punto amarillo. Y hay al menos seis obras de las que se tiene la total certeza de que fueron robadas a sus dueños, aunque no haya pruebas de esta confiscación. A estas se les ha puesto un punto rojo.
Este cuadro aquí abajo tenía un punto rojo:

Algunas obras ya han sido restituidas a sus originales dueños. Como precisamente éste de la joven sentada, del pintor francés Thomas Couture que pudo ser identificado porque en la tela, la mujer tenía en medio del pecho un huequito que había sido restaurado. El cuadro era de un político de la resistencia francesa. También esta otra Mujer Sentada, de 1921 (aquí abajo) -como se ha dicho, hay bastantes mujeres en la colección- de Henri Matisse, que después de 75 años ha regresdoa a la familia de Paul Rosenberg, un judío marchante de arte que huyó en 1940 de Alemania.
Este, Dos caballeros en la Playa, 1901, de Max Liebermann, ya le ha sido entregado al sobrino nieto del coleccionista David Friedman.
Y este dibujo, Tocando el Piano, de Carl Spitzweg, restituido a los herederos del editor de música Henri Hinrichsen que murió en Auschwitz.
Una cosa segura es que el trabajo investigativo de esta Fundación pondrá punto final a las especulaciones sobre la Colección Gurlitt y a la percepción de Cornelius como un ladrón de arte. Después de todo, fue su padre, no él, quien trabajó con los nazis, y el responsable del saqueo. Cornelius, un hombre de carácter débil, fue en realidad una víctima de la ambición de su padre. En una carta de 1964, su hermana Benita le escribe: “¿Disfrutas a veces de lo que tienes?… creo que ese valioso legado se ha vuelto la carga más oscura…”. Su larga vida fue un fracaso.
Pero, más allá de esta colección en concreto, valdría la pena preguntarse, ¿servirá este caso para sacar a la luz tantos otros asuntos oscuros del mundo del arte que hasta el momento no han tenido la atención que se merecen?

Los saqueos de arte no comenzaron con el Tercer Reich. Esta es solamente una de las manifestaciones más recientes de sustracción de arte por motivo de conflicto armado y dominación. El arte como botín de guerra es algo que data de viejos tiempos. Muchos museos de Europa están llenos de joyas y piezas pertenecientes al patrimonio cultural de pueblos que han dominado. ¿Por qué está el busto de Nefertiti –la pieza de arte más famosa del viejo Egipto– en el Neues Museum de Berlín en vez de estar expuesto en un museo de El Cairo? También el Louvre de París exhibe impunemente los tesoros que se robó Napoleón durante su campaña egipcia. Y esto nos parece lo más normal del mundo.
Europa prefiere comenzar a hablar de ‘restitución’ a partir de los desmanes de la Segunda Guerra mundial, y parece que no quiere meterse con lo que pasó antes. Lo cierto es que una buena investigación sobre estos temas podría abrir una caja de pandora en el mundo del arte que mucho prefieren mantener bien sellada para siempre. Tema para otro blog.
Estoy de acuerdo contigo. Pero por el momento ese es un tema que muchos prefieren evitar. Creo que la legislación internacional para estos asuntos es relativamente reciente, y no se puede aplicar retroactivamente. Eso quiere decir que las posibilidades de que los países de América recuperen legalmente los tesoros precolombinos no son muchas. Saludos.
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Oh… Amira… apasionante esta historia de encuentros… Como dices, este es un tema de actualidad si se tiene en cuenta que, en manos de organizaciones españolas (y de otros viejos imperios)», se encuentran inmensos tesoros artísticos de los nativos americanos que fueron saqueados o fueron donados, con una complacencia imperdonable, por nuestros ilustres «padres de la patria». Me gustó mucho el artículo. Saludo
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