La encrucijada de Europa frente a los refugiados

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¿Qué hacer? ¿Recibirlos tal como lo establecen los acuerdos internacionales de protección a quienes buscan refugio en otro país? ¿Cerrarles claramente la puerta a la mayoría de ellos, contraviniendo los acuerdos? O, ¿recibirlos, pero disminuyéndoles los derechos que establecen los acuerdos internacionales sobre el asilo político?

Por los días en los que se hizo viral en las redes sociales la foto del niño Aylan Kurdi, la señora Angela Merkel dijo, «Está claro que conseguiremos acoger y también integrar a los 800.000 refugiados que se esperan este año…”. Conmovidos por la imagen de un niño ahogado, se produjo una especie de oleada de solidaridad en casi toda Europa a favor de la acogida de los miles y miles de solicitantes de asilo que se veían exhaustos llegando a las costas de Grecia o a las fronteras de los países de Europa del Este. Alguna gente empezó a hablar incluso de acoger en su propia casa a un refugiado, tanto era el entusiasmo. Todos querían ayudar.

Protesta en Dresden (Alemania del Este), 12 de octubre, 2015. Foto AFP, Robert Michael
Protesta en Dresden (Alemania del Este), 12 de octubre, 2015. Foto AFP, Robert Michael

Pero una oleada es de por sí un fenómeno impetuoso y efímero. A los pocos días ya se habían desvanecido los buenos propósitos. La gente, sacudiéndose el sentimentalismo, empezó a pensar que, bueno, es verdad que la guerra en Siria es atroz, que quién no le teme al Estado Islámico, que el Oriente Medio es un polvorín, pero, ¿podía Europa recibir a tanta gente? Además, ¿tantos musulmanes? Y peor aún, ¿cuántos terroristas pro-EI no vendrían mezclados entre ellos?

Cuando Merkel dijo que Europa tenía capacidad para recibir este año a casi un millón de refugiados, hay que suponer que se basó en cifras y cálculos de las agencias encargadas de estos temas. Cuando la canciller dijo que Alemania tenía disponibles 3.000 millones de euros para afrontar la crisis, no creo que se haya sacado esta cantidad de debajo de la manga. Sin embargo, en ese país y en otros de Europa pronto se impuso la línea del cierre de las fronteras motivada por una percepción por parte de sectores políticos y de una parte de la población de que si dejamos entrar a toda esa gente no va a haber suficiente para todos.

Se dice que la generosidad suele expresarse mejor en la abundancia. Alguna verdad debe haber en esto porque lo que se observa en Europa hoy es que no son las clases altas sino los estratos más bajos de la sociedad los que más tienden a rechazar el ingreso de nuevos inmigrantes, preocupados de que se les reduzca la tajada del pastel, o que simplemente el pastel no alcance para todos. Los más ricos son propietarios de sus casas y tienen un confort de vida asegurado. Los más pobres en cambio están a la espera de que les adjudiquen una vivienda social, tienen bajo nivel educativo y si no son desempleados tienen condiciones de trabajo precarias. Al aumentar súbitamente el número de personas esperando casa –porque por ley cada familia de refugiados tiene derecho a una casa– la gente que lleva años en las listas de espera para vivienda social va a tener que esperar más. También las opciones de empleo disminuyen porque más personas entran a competir en el mercado de trabajo poco calificado.

Getty
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La reacción contra esto es la xenofobia que a veces se expresa de manera violenta. Este ya ha sido el caso con ataques a lugares que alojan a refugiados. Ayer la candidata a la alcaldía de Colonia (Alemania) fue apuñalada por sus puntos de vista a favor de los refugiados.

¿Cómo se entiende que mientras gobiernos como el de Alemania han dicho que hay plata para enfrentar esta crisis, mucha gente tenga una percepción tan diferente de la realidad? Sin duda las políticas pro-austeridad que han comenzado a implementarse en los últimos años tienen su parte de responsabilidad en el miedo de muchos europeos a lo que distorsionadamente ven como una invasión.

budapest-refugiadosNo todos los gobiernos se han expresado generosamente. Todos habremos visto en las noticias las imágenes de miles de personas intentando pasar las fronteras de Hungría, Croacia y de otros países de la región, subiendo a trenes repletos en los que no cabe un alfiler y que de algún modo hacen recordar tantas escenas de películas de la segunda guerra mundial con trenes transportando a deportados a lugares inciertos.

Foto AFP
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El debate sobre los refugiados en los países europeos y en el marco de la Unión Europea en Bruselas se mueve entre la posición inicial propuesta por Merkel (recibirlos con todas las de la ley) en un extremo, y la posición de cierre total de fronteras,  como la del Gobierno húngaro, en el otro extremo. En el medio están posiciones no menos controvertidas como la que están considerando ahora los Países Bajos: sí los recibimos pero poniéndole límites a esa acogida. Esto quiere decir en la práctica que el refugiado no tendrá derecho a los beneficios sociales, asistencia de salud, educación, etcétera que tiene el resto de la población.

Es decir, el refugiado vivirá dentro de las fronteras del país pero estará ubicado por fuera de las fronteras del estado de bienestar. Así, el refugiado recibirá una pequeña cantidad de dinero semanal con la que deberá arreglárselas por su cuenta. Además, cada año se considerará su caso para enviarlo de regreso a su país de origen si se decide que la situación de guerra allí ha mejorado.

Firma de la Convención de 1951 sobre el estatuto de los refugiados
Firma de la Convención de 1951 sobre el estatuto de los refugiados

¿No va una propuesta como ésta en contra de los acuerdos internacionales de asilo firmados por los países europeos? [Texto de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados 1951]

Sin embargo es en estos términos en los que se está desarrollando el debate en algunas partes de Europa en donde se argumenta que ‘estado de bienestar’ e ‘inmigración’ no son compatibles, que la segunda perjudica al primero haciéndolo financieramente insostenible.

La actual crisis de los refugiados que se vive en Europa ha puesto a los países frente al dilema de acogerlos dentro del bienestar (como es debido) o por fuera del bienestar. Esto último sería una receta para el desastre: se crearía un estrato de ciudadanos marginales, de segunda categoría, con muchas dificultades para integrarse en la sociedad porque ni ellos ni sus hijos tendrían garantizado el acceso a la educación, a la salud, y al empleo, que son las condiciones que permiten el desarrollo humano. Excluir a los nuevos inmigrantes del bienestar es condenarlos a reproducir la miseria en la que llegaron sus padres. Si Europa llega a cometer el error de marginar a una parte de la población corre el riesgo de ver surgir dentro de unos años esos cordones de miseria que rodean las grandes ciudades latinoamericanas en donde crecen desde hace varias generaciones personas que no cuentan con la protección de ninguna forma de Estado.

Ojalá que no sea ésta la línea que se imponga, que predomine el espíritu solidario del discurso de Merkel de comienzos de septiembre. Pero sobre todo, ojalá que paren la guerra en Siria y en todos los países que expulsan gente debido al conflicto. Y ojalá que se comience a construir un mundo en el que la gente no tenga necesidad de emigrar por razones económicas.

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4 comentarios

  1. Llo creo que los paises musulmanes deverian recivir mas refuhiados lla que ellos son de la misma religion I la cultura es mas parecida.

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