
Los veranos del norte de Europa –al menos desde que yo vivo en estas latitudes– nunca se han caracterizado por su tibieza. Al contrario. A quienes nos gusta el calor, los veranos por aquí siempre nos han defraudado: la mayor parte de los días de julio y agosto se van en cielos grises, lluvias, viento, y temperaturas para las que siempre hay que prever llevar un suéter en la mochila. La gente dice en broma que, por ejemplo, el verano del año pasado cayó un jueves. Porque, como mucho, hubo un solo día caluroso de verdad ese año. Continuar leyendo «El tórrido verano de 2018»
