La ducha diaria causa un enorme desperdicio de agua. Una costumbre insostenible en tiempos de sequía.
Ante la sequía espantosa que se avecina este año en algunas regiones del mundo, gobiernos como el de Cataluña, están recomendando a la gente que se duche más corto. Pero, no sería mejor que recomendaran dejar de ducharse a diario, y hacerlo, por ejemplo, un día sí otro no. O por qué no, cada dos días. Dos veces a la semana. Ducharse más corto es problemático. Habría que tener un reloj en el baño y estar controlando todo el tiempo el paso del segundero.
Tenemos tan incrustada en nuestras mentes la importancia y necesidad de bañarnos diariamente que la idea de romper con este hábito nos horroriza. Y sin embargo, si lo examinamos bajo la lupa de la historia, resulta que es una costumbre bastante nueva. Y no se practica por igual en todas las regiones del mundo. La gente ha vivido durante miles de años sin bañarse, o bañándose muy poco, y aparte de que olían ‘mal’, no pasaba nada. Sin mencionar que el ‘mal olor’ es algo a lo que uno se acostumbra. Después de un tiempo ya no se siente.
Recuerdo el golpe que me llevé cuando, a mediados de los años ochenta del siglo pasado, llegué como estudiante a vivir en París. La habitación que alquilé no tenía cuarto de baño. Pronto me di cuenta de que eso era lo más normal entre los estudiantes: vivir en lugares sin cuarto de baño. Pero para una chica que venía de un país tropical acostumbrada toda su vida al baño cotidiano, esto era sencillamente inaceptable. Compré una palangana plástica grande y una manguerita que conectaba al lavamanos, y con esa ducha improvisada lograba lavarme, precariamente, pero lavarme todos los días. Los fines de semana iba a casa de una amiga que tenía un buen cuarto de baño y me lavaba el pelo y bañaba como Dios manda. Bueno, eso creía yo entonces. Que ducharse a diario era algo sagrado.
Nada más equivocado. En ese entonces —estoy hablando de los años ochenta— la mayoría de los franceses que conocí no se bañaba a diario. Incluso teniendo baño en sus apartamentos. Recuerdo haber estado en casa de una familia en donde la bañera se usaba como contenedor de ropa vieja y cosas que ya no se usaban. Para lavarse, en el baño de esa casa solamente estaban funcionales el lavamanos y el bidet. No olvidemos que el bidet es un invento francés. Un accesorio sanitario muy importante para enjuagar las zonas más vulnerable a los malos olores, sin gastar tanta agua. Pero hoy día, casi cuatro décadas más tardes, también los franceses han adoptado la costumbre de bañarse a diario. Lejos ha quedado aquel personaje de una novela de Annie Ernaux que cuenta que, a sus veinte años, nunca en su vida se había bañado.
Toda el agua que se ha ahorrado la humanidad a lo largo de los siglos, comenzó a derrocharse desde que la gente se habituó a ducharse a diario. Algo que sucedió, según el país, a todo lo largo del siglo XX, cuando se generalizó la construcción de un cuarto de baño (o más) en cada vivienda familiar. Antes la gente no se duchaba nunca. Después, una vez al año, para alguna ocasión especial. O una vez al mes. O una vez a la semana. Hasta que se generalizó, más o menos en todas partes, la ducha diaria. Según un dato encontrado en una web en Internet, el 75 % de los estadounidenses se bañan diariamente. En Australia es el 80 %. Y en China, la mitad de la población se baña solo dos veces a la semana. Es una suerte que los chinos, que son tantos, se bañen solo dos veces.
Hoy, a mediados de la tercera década del siglo XXI, el cambio climático más los excesos de la producción industrial amenazan sequías severas. Cuando no llueve lo suficiente (como está sucediendo en muchas zonas del sur de Europa), se produce un desequilibrio hidrológico que afecta no solo los suelos y el caudal de los ríos, sino las decisiones de las empresas que administran el agua de la ciudades, que tendrán que reducir el suministro. El chorro que sale del grifo tendrá menos presión. O simplemente, cortarán el agua a ciertas horas del día. Es tan normal ver salir siempre agua del grifo que no estamos muy preparados para esta reducción.
Aunque es verdad que el mayor consumo de agua va por cuenta de la industria agrícola, ganadera, eléctrica, de bebidas (CocaCola a la cabeza), y la fabricación de tejidos, también es verdad que somos ocho mil millones de personas en el mundo consumiendo agua. Por fortuna, como es el caso en China, tal vez más de la mitad de esa cifra no despilfarra agua en baños cotidianos. Pero seguimos siendo muchos los que todavía nos duchamos y nos enjabonamos todos los días. A pesar de que es un hábito cada vez más cuestionado por los dermatólogos, porque, dicen, elimina el equilibrio de bacterias sanas que viven la piel. Otra buena razón para reducir las duchas.
Las sequías anunciadas podrían ser una buena oportunidad para que la gente se desacostumbre al baño diario. Dos veces a la semana, como en China, para que el agua rinda.
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