La COP es una conferencia de la Naciones Unidas sobre el clima que se viene realizando todos los años desde 1995. Así pues, ya van 27 años de una conferencia que, si se miran los resultados al día de hoy, al parecer solo ha servido para consolidar el concepto y la práctica del llamado ‘ecopostureo’, o su más famoso término inglés, Greenwashing.
Los resultados se pueden apreciar en esta imagen que revela el aumento de las emisiones de CO2 y de la temperatura desde la primera conferencia hasta 2021. Comprobamos que en 27 años la situación no ha hecho sino empeorar. ¿Podemos entonces creernos el cuento de que a partir de ahora las Partes se van a comprometer con honestidad a aplicar una política realmente verde?
La verdad es que, por desgracia, no hay muchas indicaciones de que vaya a ser así. Empezando por los patrocinadores de la conferencia, como Coca-Cola, una de las empresas que más contamina con plástico (que se hace con petróleo) el mundo. Coca-Cola produce 120 mil millones de botellas plásticas desechables al año. La empresa lleva años anunciando que va a reducir su producción de plástico, pero todavía no ha comenzado. ¿Ahora -después de la COP27 que con tanto bombo y platillo patrocinan- sí lo harán?
Pero no es solo Coca-Cola. Esta conferencia está montada sobre el capital y los intereses de las grandes corporaciones tecnológicas, de alimentos, farmacéuticas, petroleras etc., que llegan con su mensaje lavado de verde y pretenden hacer creer al público que están solucionando el problema. Cuando son ellos precisamente parte importante del problema.
2022 pasará a ser un año en el que las emisiones de carbono aumentarán a un nivel récord. La guerra de Ucrania además de impulsar de nuevo el uso de las energías fósiles más sucias como el carbón, afecta directamente el clima al aumentar las emisiones que generan los bombardeos, la fabricación y uso de misiles y proyectiles, los incendios que producen los ataques a depósitos de combustibles, etc.
En 2015 el Acuerdo de París (COP21) estableció límites para el aumento de la temperatura —1,5 °C y en todo caso, no más de 2 °C a finales del presente siglo— algo que debería ser posible si se reducen las emisiones en al menos un 25 % en 2030. Siete años después de firmado este Acuerdo, quizá no tiene sentido seguir hablando de este límite, pues ya estamos en 1,5 y la década apenas empieza.
Pero no solo las empresas, también los gobiernos de los países que más contaminan practican el ecopostureo. En Estados Unidos (líder mundial en emisiones de carbono), por ejemplo, mientras el actual gobierno de los demócratas tiene un discurso a favor del clima, el país no ha dado muestras todavía de frenar la extracción de combustibles fósiles; por el contrario, sigue con una política de subsidios a estas empresas.
El ecopostureo de los grandes es especialmente grave si se sabe que el cambio de rumbo, una verdadera transición energética, está en manos de ellos. Este es un cambio que deberá hacerse de arriba-abajo. Nosotros, el público, los consumidores, podemos esforzarnos en cosas como comer menos carne, dejar de viajar en avión, reducir la compra de artículos envueltos en plástico, o autoculparnos cuando cedemos a las presiones del mercado. Pero esto no va a servir de mucho mientras los de arriba sigan produciendo de manera insostenible y embutiéndonos productos y un estilo de vida incompatibles con la crisis en la que nos hallamos.
Como lo dijo claramente en su discurso en la COP27 el secretario general de la ONU Antonio Guterres, “El mundo está perdiendo la batalla contra el cambio climático… y pronto será demasiado tarde para reparar el daño que se está infligiendo al planeta”. Y se refirió específicamente a las grandes compañías de combustibles fósiles que predican la reducción de sus emisiones pero siguen expandiendo sus operaciones.
Una vez más la COP sobre el clima habrá sido un escenario del Greenwashing de los que en materia energética tienen la sartén por el mango.