Y el planeta cada vez más caliente…
Este es el mensaje que nos llega desde el inicio de la guerra en Ucrania. Los países europeos van a aumentar significativamente su inversión militar. Un aumento que tiene como consecuencia, naturalmente, una disminución de la inversión en los renglones sociales. Después de 77 años sin guerras de potencial continental (como la de Ucrania hoy) los europeos habían llegado a creer que las guerras eran cosa del pasado, que la paz sería la normalidad para siempre. Una ilusión.
Pero además, y esto es muy grave, más plata para armas significa que también los problemas ambientales, con toda su urgencia, quedarán relegados a un segundo plano. Tener que decir esto precisamente ahora que el IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático) anuncia su nuevo informe sobre el impacto del calentamiento sobre el planeta, es particularmente alarmante. Cuando más se necesita de la cooperación para enfrentar problemas de dimensiones planetarias (porque en el tema del cambio climático no cuentan los países, las naciones, los patriotismos) más nos desunimos.
El mundo desarrollado nunca había alcanzado un nivel de riqueza tan alto como el de hoy; un nivel que permitiría solucionar todos los grandes problemas que aquejan a la humanidad en estos tiempos. Hoy hay plata suficiente en el mundo para acabar con la pobreza extrema, con la crisis de los refugiados, y para frenar el cambio climático. Pero para esto se necesita la voluntad política suficiente para canalizar hacia esos fines los fondos necesarios. Hace dos o tres años, el IPCC declaró que era posible limitar el calentamiento global si se invirtiera cerca del 3% del PIB mundial en energía limpia. Hechos los cálculos, no es irreal frenar el calentamiento, es algo que se sabe con cifras, y que sin embargo no se hace. Al contrario se ha proseguido con la explotación de las formas más sucias de energía, petróleo y carbón. ¡¡Y ahora Europa va a poner 2% de su PIB en armas!! El canciller alemán Scholz, dijo que Europa se encuentra ahora en un Zeitenwende (punto de inflexión), en el comienzo de una nueva era (bélica). Teniendo en cuenta que vivimos en una edad nuclear…, sálvese quien pueda.
El gran problema del calentamiento global no es que los inviernos y los veranos sean ahora más calientes. El problema está en que ese calor se traduce en la reducción de la disponibilidad de agua dulce y de la producción de alimentos, en un aumento de enfermedades, desplazamiento de población huyendo de sequías o de inundaciones, aumento de los conflictos y de la violencia, extinción de especies de plantas y animales, degradación de ecosistemas, deforestación, contaminación. Es decir, ya sin guerra alguna, el panorama no es muy brillante. Lo último que necesitamos es una guerra.
No es con armas que se va a ganar una guerra como esta. Las armas solo servirán para acabar con nosotros, con la gente, con la infraestructura de las ciudades, con la economía, con el medio ambiente (¡¿cuánto carbono estarán emitiendo estos días los misiles rusos?!). Hoy día nadie está en la posibilidad de ganarle una guerra a un país como Rusia, poseedor de armas atómicas. Por eso, los países europeos, en vez de hablar de mandar armas a Ucrania lo que tienen que mandar son mediadores de paz. Que manden a las cabezas más inteligentes de los países, científicos, políticos, artistas, representantes de las grandes iglesias, de la ONU y de todas las instancias internacionales multilaterales, gente que crea que la paz es la única opción. Posiblemente tendrán que hacer concesiones a uno y otro lado. Que las hagan. Si Putin está obsesionado o ha perdido la razón, hay otros rusos más lúcidos en el poder que tal vez tengan mayor disposición para el diálogo. Hay que aprovechar cualquier resquicio que dé lugar a parar la guerra.
Del informe del IPCC se desprende que el mundo probablemente ya no logrará adaptarse a los peligros del cambio climático. Pero si se hace la paz en Ucrania al menos nos evitaremos una catástrofe nuclear. Un solo individuo, Vladimir Putin, tiene en la punta de sus dedos el poder para desencadenarla. Hace unos días amenazó diciendo que “… cualquiera que considere interferir [militarmente] desde el exterior enfrentará consecuencias mayores a las que cualquiera haya enfrentado en la historia”. Según hizo notar recientemente el corresponsal de la BBC en Moscú, hasta ahora Putin siempre ha cumplido con las amenazas que ha lanzado. ¿Cómo podemos estar seguros de que no lo hará también esta vez?
Con esta última amenaza, Putin me hace pensar en la escena de la Biblia en la que Sansón para vengarse de los filisteos destruye con su súper fuerza las columnas del templo en donde están todos reunidos, diciendo “Muera yo con los filisteos”. Así quedaremos, incluido él, como llegue a apretar el botón de la bomba.