De La Peste de Camus a la pandemia de hoy

LapesteCasi al final del libro, cuando el mal ya se está extinguiendo, Cottard y Tarrou, dos de los personajes de la novela La Peste de Camus, hablan del regreso a la normalidad. «¿A qué llama usted una vida normal?», pregunta Cottard. «A que haya de nuevo películas en los cines», contesta Tarrou sonriendo.

Para quienes vamos con frecuencia al cine, el cierre de las salas es sin duda una señal importante de anormalidad. Para nosotros, nada reemplaza una ida al cine. Ni los DVD ni los canales pagos de películas son competencia para la pantalla grande. La prueba es que la gente sigue yendo mucho a los teatros a ver películas. Porque la magia que se experimenta en una sala de cine oscura y con pantalla grande sobrepasa el mero hecho de ver una película.

Yo, como mucha gente en estos días, me dejé tentar por la novela de Camus. Según leí por ahí, en Francia y en Italia el libro se ha vendido por montones. Una buena noticia para el mercado del libro que en estos tiempo no anda en su mejor forma. Nosotros lo teníamos en casa en esta graciosa edición de bolsillo (imagen de arriba) de Gallimard impresa en 1947, heredada de la familia.

Lo primero que llama la atención de este libro son los grandes parecidos con la situación actual. La primera cosa que la peste les aportó a los ciudadanos fue el exilio, dice Camus. En el libro, la ciudad de Orán entera cerró sus puertas, aislando a sus habitantes del resto del mundo. Hoy nuestra pandemia nos exilia dentro de la casa. Es un exilio hacia adentro aunque suene contradictorio.

También en Orán las autoridades tardaron en enfrentar la realidad, y no estaban preparadas para una catástrofe de esas dimensiones. En ambas situaciones se expresan las diferentes maneras de reaccionar ante la enfermedad: entre la negación (es solo una gripita) y la aceptación; los reproches (quién tiene la culpa); las teorías conspirativas; los rumores (en la novela decían que las pastillas de menta ayudaban a prevenir el contagio de la peste, y las pastillas se agotaron en las farmacias). Hoy se difunde en las redes información que propone toda clase de remedios caseros, té de limón, albahaca, ajo, gárgaras de agua tibia.

Cuando no hay solución a la vista, como no la había en Orán en 1947 ni la hay hoy en todo el mundo, la gente se aferra a cualquier cosa que le digan por absurda que suene. Pero en lo que más se parecen aquella peste y esta pandemia es en el pánico que generan. Un pánico que saca de los seres humanos las reacciones más primarias. El instinto por encima de la razón. Camus cuenta que gente normalmente honorable hacía cosas reprensibles y otros las imitaban. Hoy, gente normalmente honorable insulta en el metro y en las calles a los que tienen aspecto asiático, y les tiran piedras a las ambulancias cuando se enteran de que llevan pacientes para instalarlos en los barrios en donde vive esa gente normalmente honorable.

Y hasta en el tema de los muertos hay similitudes. Refiriéndose a la manera deplorable como se procedía con los cadáveres transportados en ambulancias del hospital al cementerio en espera de ser enterrados o incinerados, uno de los personajes de la novela ironiza diciendo que, al menos en Orán no era tan horrible como en la Edad Media cuando los muertos eran transportados en carretas. Y añade, «el progreso es indiscutible». Hoy los muertos son transportados en camiones blindados del ejército. El progreso es indiscutible.

Y por el otro lado, está el compromiso del personal médico, encarnado en la novela en el narrador, el doctor Rieux, y hoy en todas esas imágenes que vemos a diario de médicos y enfermeros trabajando día y noche en los hospitales.

Se dice que para su novela, Camus se habría inspirado en una epidemia de cólera que azotó la ciudad argelina de Orán a mediados del siglo XIX. Pero que La peste hace también referencia al fascismo crecientes de los años de antes de la guerra. Son las ratas negras que van apareciendo por toda la ciudad aportando la peste bubónica. La peste no sería solo una enfermedad física sino moral y metafórica.

En respuesta a un artículo de Roland Barthes escrito en 1955 sobre la novela, Camus confirma que escribió La Peste teniendo en mente la lucha de la resistencia europea contra el nazismo. Barthes no está muy convencido, no ve la analogía. La verdad es que yo tampoco. Sin embargo, teniendo en cuenta que es un libro escrito en años en los que reinaba el terror y la muerte del nacionalsocialismo en el continente europeo, no es de extrañar que esto se refleje de algún modo en lo que se escribía, se pintaba o se pensaba en esos tiempos. En 1947 el horror del drama de lo que se acababa de vivir estaba aún demasiado presente en las mentes de la gente.

En este sentido, la pandemia de hoy también guarda similitudes con la peste que narra Camus. Aunque el coronavirus no está en apariencia directamente relacionado con la emergencia climática y los problemas medioambientales que afligen el mundo -en 1918, cuando no había crisis climática murieron 100 millones de personas por un virus-, bastó parar la maquinaria de la economía para demostrar que son los excesos del actual sistema de producción/consumo lo que está generando la catástrofe ambiental por la que estamos atravesando. La crisis del clima y la contaminación son los fantasmas latentes en cuyo contexto se desarrolla esta pandemia. Pero la verdadera plaga son la toneladas de dióxido de carbono que lanzamos diariamente a la atmósfera; los tóxicos y pesticidas de la industria agropeacuaria; el turismo de masas aplicado en pisotear cada rincón de la tierra; los gigantescos cruceros descargando en medio del mar la mierda de cientos de miles de pasajeros. Y más.

Se dice que Shakespeare escribió el Rey Lear y Macbeth durante una cuarentena por la peste en Inglaterra. En esta cuarentena parece que hay muchísimos escritores aplicados en producir libros motivados por la nueva peste. Según este artículo del periódico El País, el corona estaría desatando una oleada de literatura relacionada con el virus. Hay mucha gente, grandes y pequeños escritores puestos en esta tarea. Todos esperan producir la gran novela del corona. Ya incluso salió una, En tiempos del contagio, de Paolo Giordano, que debió ser escrita en dos semanas. Ya veremos.

Pandemias, pestes, plagas, calamidades… Son temas que le van bien a la literatura. Y al cine. Por ahora solo nos resta desear que volvamos pronto a la ‘normalidad’ para poder ir al cine como es debido.

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Foto de Markus Spiske, Unsplash

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