Corona, un virus de película

coronaEl coronavirus ha hecho desaparecer de la noche a la mañana todos los grandes temas de actualidad que se debatían en el mundo antes de su irrupción. Ahora, quién se acuerda del clima, de los incendios, de los refugiados, de la guerra en Siria, de que los niños están muriendo de hambre en Yemen, del dengue en América Latina, del ascenso de la ultraderecha en Europa. Todas estas cosas que hasta febrero hacían parte de la primera plana de la prensa ahora han quedado relegadas a las secciones inferiores de los medios.

Pero es cuestión de prioridades. Una persona con un cáncer avanzado que de repente sufra una herida de bala tiene que preocuparse en primera instancia por curar esta herida antes de seguir con su tratamiento para el cáncer. Ahora parece imposible pensar en otra cosa que no sea controlar el condenado virus. Y ante la certeza de que esto no va a suceder la próxima semana ni el próximo mes sino quién sabe cuándo, toda la atención se centra en los hechos, en las estadísticas, en los testimonios, en las imágenes relacionadas con el día a día del coronavirus en el mundo. Hasta Greta Thunberg ha dicho que «en una situación de crisis cambiamos nuestro comportamiento y lo adaptamos a las nuevas circunstancias para bien de la sociedad». Entendiéndose que por lo pronto el bien de la sociedad es eliminar el virus.

Bergamo
Bergamo, 19 de marzo. Foto en Twitter @lucamigliosi – chenews.it

Si, digamos, a comienzos del pasado febrero alguien nos hubiera dicho que en el mundo pronto se iba a declarar una pandemia, y antes de un mes toda actividad económica, social, cultural se iba a detener, e íbamos a estar confinados en nuestras casas porque esta era la única manera de contrarrestar la nueva plaga, nos hubiéramos reído, no lo hubiéramos creído. La gente de nuestro tiempo está acostumbrada a ver este tipo de situaciones extremas solamente en las grandes producciones del género catastrófico de Hollywood. O en las novelas distópicas al estilo de Cormac McMarthy. Pero los camiones del ejército sacando decenas de cadáveres de los hospitales de Bergamo no fueron escenas sacadas de una película. Ni las cifras con los centenares de muertos todos los días en Italia y en España, y cada vez más en otros países. Los de nuestro tiempo estamos acostumbrados a que siempre hay un remedio para estos males. El hecho de que ahora no lo haya nos pone a vivir en un estado de pesadilla. O mejor, en un estado de asombro. El asombro que nos invade cuando despertamos de una demente pesadilla y no entendemos cómo se han podido producir todas esas imágenes en nuestro cerebro.

WowY exclamamos, Wow!, como el emoji de las redes. Y eso que ésta es, lo que se podría llamar, una pandemia anunciada. Hasta Bill Gates (no ha sido el único ni mucho menos) la predijo hace unos años. Y no se trataba de una predicción al estilo profético, sobrenatural, de Nostradamus, sino de declaraciones basadas en hechos verificables: «Nuevos patógenos emergen todo el tiempo a medida que aumenta la población mundial y la humanidad invade los entornos salvajes. Cada vez es más fácil que un individuo o un grupo pequeños de personas creen enfermedades (verdaderas armas biológicas) susceptibles de propagarse en todo el mundo».

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newsfront.info

Uno esperaría que en nuestra época el mundo esté en capacidad y en disposición de prepararse para los ‘males anunciados’. Al menos para este tipo de males biológicos. Por supuesto, no para la posible caída de un meteorito. En esto concretamente estamos igual que en la era de los dinosaurios. Ni siquiera para una catástrofe nuclear, ya sea por accidente o por agresión militar. Pero para pelear contra virus y bacterias, sí que deberíamos y podríamos estar preparados, si se escucharan los argumentos y recomendaciones de los científicos y se actuara en consecuencia.

Esto es exactamente lo que está pasando con el medioambiente y con la crisis del clima. Que quienes están en el poder y con capacidad de hacer algo prefieren hacer oídos sordos. Hasta cuando sea tarde. Esperemos que no demasiado tarde. ¿Qué están esperando las autoridades sanitarias, por ejemplo, para eliminar el uso de determinados tóxicos que las industrias química, agrícola y de alimentación siguen utilizando impunemente en productos de uso doméstico? Productos como este perfume para el lavavajillas al que quizás las autoridades obligaron a decir que «es nocivo para los organismos acuáticos», y eso fue todo. Pero si se sabe que es nocivo, ¿por qué se sigue permitiendo su uso? Lavavajilla

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Con el argumento de los costos que tiene para la economía prohibir esta clase productos -como el glifosato en el cual las empresas han hecho una gran inversión- las autoridades eligen mirar para otro lado. Si no hubieran mirado para otro lado, si se hubieran impuesto los controles necesarios, la pandemia de hoy se habría podido evitar.

Por otra parte, si para algo bueno ha servido esta pandemia es para demostrar inesperadamente que este modelo económico está acabando con la naturaleza y nos está llevando a la ruina. Ha bastado parar la maquinaria unos días para que los cielos de las ciudades se limpien, las aguas de los canales de Venecia se aclaren y se hayan reducido notablemente las emisiones de dióxido de carbono. La pandemia, además, con el argumento de que el virus es un enemigo común de la humanidad, podría contribuir a poner fin a las guerras en Siria y en Yemen. Ojalá.

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