Y el discurso de Greta en la Cumbre de la ONU
En una encuesta reciente en Alemania se le preguntó a la gente, ¿qué prefieren, que el gobierno dé más prioridad a la economía o a la protección del clima? El resultado fue sorprendente: un 63% de los alemanes se inclinó por la protección del clima. La crisis climática parece ser en estos momentos la principal preocupación de la mayoría de los alemanes (y de muchos otros en el mundo, a juzgar por las masivas manifestaciones callejeras la semana pasada). ¿Quiere decir esto que los alemanes están dispuestos a renunciar a una parte considerable de la vida confortable que tienen (auto, vacaciones frecuentes en avión, ropa nueva todas las temporadas, 60 kilos de carne per capita al año, etc.) en aras del medio ambiente?
Lo que yo me pregunto en realidad es, ¿qué se imagina la gente que es poner el clima por encima de la economía? Para muchos puede ser volverse semivegetarianos o completamente veganos, o no usar pajillas/vasos/cubiertos de plástico, comprar productos locales, ropa vintage. Es decir, cambiar algunos hábitos domésticos, esperando que si una mayoría de gente hace lo mismo, las temperaturas se mantendrán por debajo de los dos grados anunciados. Pero, ¿será eso suficiente?
La economía y la ecología no deberían ser cosas antagónicas, sin embargo, dentro del modelo económico reinante, el capitalismo, sí lo son. Por eso no sorprende que los encuestadores lo hayan propuesto de esa manera, como una opción entre blanco y negro. Dentro del actual modo de producción, todos los años las cifras deben arrojar crecimiento. Un crecimiento que se hace a costa del medio ambiente, de una explotación cada vez mayor de los recursos naturales. Dentro de este modelo, la disminución de la actividad económica se llama ‘recesión’, y si se prolonga se habla de ‘depresión’, que se caracteriza por una disminución de la inversión, la producción, el consumo, salarios, moneda, mientras quiebran las empresas y aumenta el desempleo. ¿Se imaginan lo que pasaría si la poderosa industria automotriz alemana cerrara la mitad de sus fábricas? Dentro de esta perspectiva, pues, la economía y la ecología son inconciliables.
Nadie en su sano juicio querría una ‘depresión’. De modo que cuando el 63% de los alemanes contestaron que quieren que su gobierno priorice el medio ambiente, implícitamente contestaron también que están dispuestos a aceptar un cambio de modelo económico. Aunque tal vez no sean muy conscientes de ello.
Lo que Greta Thunberg pidió a los jefes de gobierno en su emotivo discurso del lunes 23 de septiembre en Naciones Unidas fue nada más y nada menos que esto: un cambio de modelo, en otras palabras, una revolución. El capitalismo de hoy es devastador, está propiciando la extinción masiva de especies, la deforestación, la sopa plástica, y la contaminación de suelos y de la atmósfera. El mundo no puede seguir produciendo y destruyendo de esta manera porque no hay Planeta B. Las empresas y los políticos nos engañan. Sus discursos están llenos de palabras con buenas intenciones que después no se materializan. Prueba de ello es que, a pesar de todos los compromisos que se han hecho desde hace años, la crisis climática sigue agravándose. Después del Acuerdo de París (2015) en el que los países se comprometieron a una reducción de las emisiones de CO2 para 2020, la realidad es que las emisiones aumentaron un máximo histórico en 2018.
Ni siquiera alguien como la llamada ‘canciller del clima’, Angela Merkel, cuyo Gobierno se comprometió a reducir las emisiones en 40% para 2020 en comparación con 1990, cumplirá con este compromiso. Como tampoco cumplirá (ya se sabe) la reducción anunciada para 2030. Esto no es serio. ¿De qué sirven entonces todos estos tratados y acuerdos? Merkel llegó el lunes pasado a la Cumbre de Acción Climática de la ONU esgrimiendo un recién aprobado paquete climático que, como lo han comentado algunos medios de prensa en Alemania, «es insignificante y de pequeña escala, y demasiado tarde. Ni siquiera propone una línea de tiempo para los recortes de emisiones de CO2».
Otro ejemplo lamentable de lo poco consecuentes que pueden ser los políticos, es el caso del gobierno de Costa Rica, un país que se presenta desde hace tiempo como responsable con la naturaleza. En un breve pero muy directo análisis hecho por una organización medioambiental de ese país, que examina el discurso del presidente, vemos cómo puede jugar un político en un escenario como este, con los datos y la información que proporciona. Muchas de las cosas que dijo el presidente costarricense que su gobierno estaba haciendo a favor del clima son claramente mentiras. También Evo Morales, presidente de Bolivia, llegó con mentiras a la ONU. Y si eso pasa en los gobiernos que se han puesto abiertamente del lado de la ecología, ¿cómo serán las cosas con los otros? No me refiero a Trump y a Bolsonaro, porque al menos de ellos se sabe lo que se puede esperar.
Volviendo a la pregunta de la encuesta en Alemania: lo ideal sería que los gobiernos dieran la misma prioridad a la economía y a la ecología. Pero esto, como se ha dicho antes, es algo que el actual modelo no permite. Por eso los políticos hacen trampa, porque saben que una política demasiado pro-ecológica puede afectar la industria, generar desempleo, y costarles votos en las próximas elecciones. En este modelo no hay opciones. Por eso hay que buscar otro, un modelo económico en el que el crecimiento no esté referido exclusivamente al PIB, un indicador que no mide en los mismos términos el bienestar social, ni tiene en cuenta la degradación del medio ambiente y la destrucción de la naturaleza. Lo que se necesita es una economía que proponga una disminución regular y controlada de la producción y del consumo de bienes y de energía. Esto sí sería compatible con las ambiciones ecológicas del 63% de los alemanes hoy.

Desde la década de 1970, pensadores y economistas de muchos países vienen desarrollando una teoría del decrecimiento. Si los políticos quieren responder verdaderamente a lo que han pedido a lo largo de esta semana los millones de personas que salieron a las calles a manifestarse por el clima en todo el mundo, ya es hora de que sus partidos se afilien a la línea del decrecimiento, y que comiencen a reformar sus políticas económicas. Es la única manera de cumplir con las promesas y con los acuerdos internacionales.
Muy buen artículo. Pero me pregunto con lo que dices en el cierre: ¿Si será que desde el Capitalismo los políticos, empresarios, grandes corporaciones y demás, van a cambiar el curso de la naturaleza económica despiadada que caracteriza dicho sistema?
Soy escéptica…
Abrazos
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Tienes razón, es como pedirle peras al olmo, o como esperar que una serpiente no te muerda, cuando está en su naturaleza morder. Yo también soy escéptica y pesimista sobre esto. Pero eso no impide que haya que protestar y presionar los cambios necesarios. Saludos.
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