David Lynch, Someone is in my House – Un descenso a los abismos del subconsciente

David Lynch (1)David Lynch es uno de esos artistas integrales con un estilo tan peculiar, que de no ser porque ya existe la palabra lynching, que significa linchamiento y no tiene nada que ver con este artista, podría crearse un nuevo término con su nombre. En español sería algo así como linchismo / linchista, entendiéndose como una mezcla de: raro, surreal, inquietante, oscuro, misterioso, enfermizo, paranoico, asqueroso, horripilante, agobiante, absurdo, cruel, críptico, siniestro.

Someone is in my house3Perdonen tanto adjetivo junto, pero es que se necesitan todos ellos para intentar definir la obra artística del estadounidense David Lynch. Desde diciembre de 2018 hasta abril de 2019, el Museo Bonnefanten de la ciudad de Maastricht expone una retrospectiva de su obra, titulada, Someone is in my house, compuesta por cuadros, trabajos en papel, esculturas, fotos, relieves, litografías, objetos y algunos de sus primeros cortometrajes. Y esto es algo que, aunque para algunos pueda resultar una experiencia dolorosa, linchista, vale la pena ver.

Mucha gente, como yo, que solo lo conocía por sus películas -mis favoritas son Wild at Heart, Blue Velvet y Mullholland Drive- nos llevamos una sorpresa al enterarnos de que este hombre tiene una vasta actividad artística que incluye la pintura, la música, la escritura, la fotografía y hasta el diseño de muebles. En realidad su carrera comenzó como pintor, de modo que se podría decir que es un artista plástico metido a cineasta. Su primera película, Eraserhead (1977), clasificada como de ‘horror surrealista’, cuenta la historia de alguien que se dedica a cuidar a su niño gravemente deformado, con un fondo de paisaje industrial desolado. Las imágenes son perturbadoras y provienen sin duda de las temáticas que desarrollaba en sus obras pictóricas. Pero aunque la mayoría de sus películas tienen alguna carga excéntrica y demente, en ninguna de ellas Lynch desciende a los infiernos del inconsciente de la manera como lo hace en su obra plástica.

Philadelphia2017
Philadelphia (2017)

El folleto de la exposición dice que es muy difícil explicar las imágenes de Lynch, que esto es algo que debe ser experimentado. El mensaje es críptico, y los materiales que usa son raros. Las representaciones están cargadas de deseo y de violencia, con un toque absurdo. Desde muy pronto comienza a trabajar con diferentes texturas y estructuras orgánicas que, en el caso de sus obras de juventud, delatan una cierta percepción infantil del mundo y de la sexualidad. La casa que evoca el título de la muestra es una idea y una presencia constante en toda la exposición. Es una casa deteriorada, encerrada, situada en barrios solitarios. Uno no quiere saber qué pasa dentro de esas casas. En casas así habría crecido probablemente el artista en la pequeña ciudad del estado de Montana en donde nació.

«Aprendí que justo debajo de la superficie hay otro mundo, y aún otros mundos diferentes si profundizas más. De niño ya lo sabía, pero nunca pude encontrar la prueba. Era solo un sentimiento. Hay bondad en el cielo azul y en las flores, pero hay también otra fuerza, un dolor salvaje y una descomposición, que lo acompaña todo».

«Me gusta poder ensuciarme. Me gustaría rodar en el barro. Me gusta la carne, la tierra, el fuego, el humo. Me gusta el fenómeno orgánico. Me gustaría morder mis pinturas. Me gusta lo cárnico, me gustan los ungüentos, me gusta la grasa, me gustan las cosas infantiles. Me gusta la mala pintura cruda, de una manera sofisticada”.

Citas como estas se pueden leer en las salas de la muestra. Lynch dice que sus pinturas son comedias orgánicas y violentas. Con frecuencia incluye en sus cuadros letras y palabras. “Las palabras me excitan por su forma… Yo solía recortar las letritas y pegarlas, algunas veces se convirtieron en el título del cuadro”.

Después de recorrer las 15 salas que ocupan la exhibición -las últimas con cierta dificultad-, la visitante lo único que busca es la puerta de salida, puerta de escape, para volver a la realidad de la superficie, la de “la bondad del cielo azul y de las flores”. El linchismo, el oscuro mundo del subconsciente con su carga de descomposición, después de un par de horas puede ser una realidad insoportable.

La retrospectiva se puede ver hasta abril de 2019 en el Bonnefantenmuseum Maastricht.

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