
Según un informe del Banco Mundial de 2012, en 2010 se producían al día 3,5 millones de toneladas de basura, y en 2025 la humanidad producirá cerca de seis millones de toneladas de basura diariamente. ¡Diariamente!
Antes de 72 horas, todo lo que se ve en la imagen de la izquierda, un supermercado urbano en un día cualquiera, se habrá convertido en desecho. Cartones, empaques de plástico, aluminio, vidrio, alimentos, todo habrá sido consumido y depositado en vertederos de desechos, o en el inodoro y de ahí a las alcantarillas, transformando la pulcra y ordenada imagen de estos artículos en el caos y la pestilencia de un muladar:
Cada vez que entro a un supermercado no puedo evitar representarme el poco agraciado futuro que le espera a toda la mercancía allí en venta.

Con frecuencia aparecen en los medios de prensa noticias sobre nuevos avances para el procesamiento y aprovechamiento (reciclaje) de los desechos sólidos, que es lo que compone la mayor parte de la basura urbana. He encontrado incluso no poca información sobre la reutilización del desecho humano, las aguas negras, todo eso que desaparece una vez descargamos la cisterna del inodoro y sobre el cual preferimos no pensar mucho, sobre todo no pensar a dónde va. De modo que, no hay duda de que se está intentando encontrar soluciones al gran problema del excesivo consumo/excesivo desperdicio de la sociedad moderna.
Pero dos cosas llaman la atención de estas tentativas: una es que, por lo menos hasta ahora, son todavía prácticas muy restringidas. En la práctica, una muy ínfima parte de los residuos se reutilizan de uno u otro modo. O sea, hay perspectiva, puesto que existe la tecnología para lograrlo, pero ésta no aporta todavía, ni de lejos, una verdadera respuesta. La mayor parte de los desechos va a dar todavía a la naturaleza. La otra es que estas propuestas no contemplan la posibilidad de una reducción de la producción, el consumo y el desperdicio asociado. Lo que sería la verdadera solución.
Si los productos que aparecen en la imagen de arriba no hubieran sido empacados en toda clase de cajas de cartón, bolsas de plástico, aluminio, tetrapak, frascos, botellas, latas y todo lo que se usa en la industria del empacado, entonces nos ahorraríamos decenas de quilos de residuos. Menos cartón, menos plástico para empacar los productos que compramos ayudaría más a reducir la basura que cualquier otra iniciativa.

En otra época la gente iba al mercado con un canasto o con una bolsa de lona o algo por el estilo y ahí echaba todo lo que iba comprando, los tomates, la lechuga, las papas, la fruta… La gente llegaba a la casa sin los excesos con los que llegamos hoy cuando regresamos del supermercado. Cada una de las verduras y de las frutas en su propia bolsa plástica. ¿Es esto necesario? Hay incluso productos que vienen doblemente empacados, en una bandejita de icopor (por cierto, un material particularmente nocivo para el ambiente) y después recubiertos con una película de plástico. Llegamos con la leche y los jugos entetrapakados sabiendo que mañana esas preciosas cajas estarán llenando rápidamente el cubo de la basura.
Según el mencionado informe del Banco Mundial el aumento de lo que ellos llaman ‘desperdicios sólidos municipales’, está creciendo aún más rápido que la tasa de urbanización. En el año 2000 había en el mundo 2.900 millones de residentes urbanos que generaban 0,64 quilos de desperdicios por persona al día. Es decir, que hace 16 años, en promedio, una sola persona producía unas 680 toneladas de basura al año. Diez años más tarde, en 2010, la población urbana había aumentado a 3.000 millones de personas, y el desperdicio diario se había casi duplicado, situándose en 1,2 quilos (1.300 toneladas al año). No encontré cifras para 2015, pero lo más seguro es que nuestros botes de basura se llenen hoy aún más rápido que hace cinco años. El cálculo de Banco Mundial es que los 4.300 millones de residentes urbanos que habrá en 2025 van a producir casi 1,5 quilo de basura per cápita, es decir, 2.200 toneladas. En el lapso de un cuarto de siglo cada uno de nosotros pasará de producir 680 a 2.200 toneladas de basura al año.
No nos damos mucha cuenta, pero lo cierto es que estamos viviendo en medio de un enorme y creciente muladar.
Por otro lado, no estamos mejor porque consumamos más, estamos peor, porque hoy la cantidad se ha impuesto a la calidad. Hoy las cosas se dañan, se descomponen rápidamente y se convierten inmediatamente en desecho porque ha desaparecido la cultura de la reparación. Cada dos años compramos un teléfono móvil nuevo sabiendo que al cabo de ese tiempo el aparato irá a dar a la basura sumándose a las montañas de chatarra electrónica cuyo impacto ambiental apenas comienza a medirse.
Está muy bien que las tecnologías del reciclaje sigan avanzando, sería fantástico poder reutilizar los millones de toneladas de basura y las aguas negras de las ciudades, pero teniendo en cuenta el punto de suciedad y contaminación al que hemos llegado, una mejor solución sería empezar cuanto antes a reducir la producción, sobre todo la producción de todo lo que no es realmente necesario, como el plástico. Antes vivíamos sin plástico, podremos aprender a vivir sin él. ¡Por qué no volver a la leche en botella de vidrio y borramos definitivamente de la faz del planeta el tetrapak! Algunos economistas han planteado una política de decrecimiento como la única vía capaz de garantizar la sostenibilidad de la raza humana en este planeta. Hemos crecido demasiado, más de lo que puede soportar este pequeño planeta.
El reciclaje es útil y necesario pero no ha sido eficiente. De qué sirve que se hagan avances en las técnicas de reciclaje si la sociedad no ha cambiado su mentalidad que sigue midiéndolo todo en términos del beneficio económico inmediato. Cuando no hay incentivo económico las cosas no se hacen. Por ejemplo, ahora que los precios del petróleo están por el suelo, ya no resulta rentable reciclar el plástico porque resulta más barato fabricar nuevo. Me pregunto a dónde irá a parar todo ese plástico que traemos del supermercado y que hemos aprendido a poner después en los contenedores de reciclaje con la ilusión de que lo transformen en algo nuevo.
El sistema capitalista que le aportó un enorme bienestar material a la humanidad –e incluso bienestar espiritual porque si la gente colma sus necesidades tiene más posibilidades de ser feliz– la conduce también hacia la autodestrucción. El capitalismo siempre quiere más, pero hoy vivimos en una época en la que ‘más’ quiere decir en realidad ‘menos’. A más basura menos calidad de vida.
Muy buen artículo, totalmente de acuerdo. No podemos seguir creciendo igual que hasta ahora, salvo que nos vayamos a otro planeta, después de destruir este.
Saludos !
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