Tampoco vimos a Daniel Barenboim, y la West-Eastern Divan Orchestra, compuesta por jóvenes músicos de Palestina e Israel, era apenas una imagen de estampilla.
Agosto es un mes malo para conciertos de música clásica en Berlín. El resto del año se pueden ver las mejores orquestas, los mejores solistas, las más conocidas divas del canto lírico y las celebridades del mundo musical. Pero en agosto, las salas cierran sus puertas y cuando las abren es para presentar algún concierto ligerillo, música clásica fácil de digerir, con temas muy populares que todo el mundo ha tarareado alguna vez, las cuatro estaciones de Vivaldi, cosas así. Son conciertos especialmente diseñados para atraer al turista de verano en busca de actividades con que rellenar su visita a la ciudad.

Así que cuando, en medio de la aridez musical de agosto, vimos que estos días se presentaba la West-Eastern Divan Orchestra, con Daniel Barenboim en la batuta y la pianista Martha Argerich tocando un concierto de Liszt, nos dijimos, hay que ver eso. Lo que no tuvimos claro hasta último momento era el tipo de lugar en donde se iba a producir el concierto.
El Waldbühne (Teatro del Bosque de Berlín) es un enorme anfiteatro al aire libre situado cerca del sitio de las Olimpiadas de 1936, en donde caben unas 22 000 personas. Como todas las grandes construcciones de los años treinta del siglo pasado, el teatro hace parte de la historia arquitectural de los nazis con su entusiasmo por la grandeza de la antigüedad griega. Desde comienzos de la década del sesenta se viene utilizando sobre todo para conciertos de rock. Ahí se han producido conciertos legendarios de los Rolling Stones, Jimi Hendrix, Bob Marley, Barbra Streisand, y otros más. Y es ahí también en donde la Filarmónica de Berlín suele cerrar su temporada anual con un concierto al aire libre a finales de junio.

Yo me puedo imaginar que ese escenario es perfecto para un concierto de rock. Pero no para ver a una pianista, incluso tocando el Concierto número 1 de Liszt que es bastante ostentoso en partes. Esa noche la arena estaba a reventar de gente. ¡A quién se le ocurre ir a un concierto de piano con otras veintidós mil personas! Pensaba mientras apretaba los ojos a ver si lograba divisaba mejor a una mini Marthica, y a un mini Danielito dirigiendo una orquestica en lo que parecía la imagen de una estampilla de correos, tan distante nos quedaba el escenario.
Pero además, el Waldbühne no está lejos del aeropuerto de Tegel con lo cual a cada rato veíamos y oíamos pasar aviones, incluso pasó un helicóptero, lo que hizo decir a alguien que aquello parecía más el Cuarteto para Helicópteros de Stockhausen. Si bien un concierto de rock necesita de un buen equipo de amplificación de sonido, no hay nada más impropio en un concierto clásico en vivo que el uso de la tecnología para aumentar el sonido y asegurar que llegue a un público masivo como el que cabe en estadios y arenas como aquella. No me imagino a Janine Janssen conectándole un cable a su Stradivarius para que suene más fuerte, a la manera como lo hacen los rockeros con sus guitarras y bajos. Nadie le conectó un cable al piano de Argerich pero el teatro tiene su propio sistema de bafles que le daba a la música de Liszt y de Wagner en el programa de la noche una coloración metálica un poco antipática.
Como en Alemania hay hoy día bastante temor por un ataque terrorista, eventos como éste –sobre todo porque se trataba de una orquesta de israelíes y palestinos que promueven la paz y la reconciliación, algo que les fastidia mucho a los fundamentalistas islámicos– hacen desplegar algunas medidas de seguridad. El control de bolsos a la entrada se ha vuelto algo normal, nadie lo ve como algo extraordinario, pero en cambio era bastante singular para un concierto de música clásica con un público de aspecto nada amenazador, ver a gorilas con sus vestidos enteros negros, bajo la chaqueta seguramente una pistola semiautomática calibre de 9 mm, protegiendo todo el frente del escenario, haciéndolos incluso más visibles que los artistas.
La próxima vez que quiera ver a Martha Argerich tocando iré a Youtube y abriré uno de los muchos videos de sus actuaciones que la gente ha subido allí. Veré este, por ejemplo, de 1981 en los que ella todavía no tenía canas pero ya tocaba con ese estilo sereno y delicado que siempre la ha caracterizado y que a algunos no les gusta pero a mí sí.