Trabajando con las palabras

diccionario_lupa_n-640x640x80A propósito del Diccionario histórico de la RAE

Uno de los trabajos más placenteros que he hecho en mi vida fue hace bastantes años cuando se preparaba la primera edición del diccionario Van Dale Español-Holandés.

El diccionario quería darle la relevancia necesaria a los americanismos de la lengua española y para eso reunió a un grupo de latinoamericanos de diferentes países con el objetivo de examinar una a una las palabras que incluiría el diccionario bajo esa categoría. Lo hicimos, por supuesto, en orden alfabético, como es debido en todo diccionario. Comenzamos con la letra A, y empezaron a aparecer palabras como  “abajeño”, un mexicanismo de la costa de ese país, ‘abreboca’, ‘achachay’ …. y así hasta la Z. Comentábamos cada una de las palabras intentando que se hicieran todas las consideraciones del caso. Las palabras con acepciones diferentes en los países eran las más complicadas y podía tomarnos horas llegar a un acuerdo.

AcademiaGuatemalaUn extenso artículo de Babelia, el suplemento de cultura de El País del pasado 11 de octubre, titulado Palabras abiertas 24 horas, se refiere a la publicación de la nueva edición del Diccionario de la lengua española. Es la vigesimotercera edición de este diccionario (que aparecerá mañana, 16 de octubre de 2014), y según ellos, muy probablemente la última que se haga pensada para su edición impresa antes que para la versión digital. El secretario de la RAE (Real Academia Española) dice que “el futuro del español es americano”, no por nada esta nueva edición introduce más americanismos que la anterior. Un dato que suministra el artículo: la primera palabra americana del castellano fue canoa, y la introdujo Antonio de Nebrija en el siglo XV. Otro: si la lengua española no se fragmentó después de la independencia de las colonias americanas, si ha podido mantenerse relativamente unificada a pesar de cubrir amplias zonas geográficas fue gracias a la iniciativa de la RAE que ya en el siglo XIX animó a los países (las antiguas colonias)  a que crearan sus propias academias de la lengua. Incluso Flipinas, en donde ya no debe quedar nadie que hable español como primera lengua,  mantiene una academia. Y ahora Guinea Ecuatorial está conformando la propia.

Traigo a cuento este artículo porque viene acompañado de una gran fotografía de un armario de la RAE con fichas de palabras sobre las que debaten las personas que trabajan en el nuevo Diccionario histórico de la lengua. Fue esto lo que me hizo acordar de mi experiencia con el diccionario Van Dale: imaginar a un grupo de personas discutiendo sobre una sola palabra.  ¡Habrá oficio más deseable en el mundo!

Cada una de las gavetas del armario está etiquetada con un vocablo que contiene fichas informativas sobre la trayectoria histórica y geográfica de ese término. Lo que quieren es seguirle el rastro a todas las palabras que han existido en el español.  ¿Todas? Todas las que puedan, supongo.  Ahí estaba, por ejemplo, la palabra ‘ebúrneo’, que yo no conocía. La busqué en internet: ‘de marfil, o parecido al marfil’. También estaba ‘cuz’, para la que no pude encontrar en varias páginas de Google ninguna referencia en español. Sí en inglés. ¿Qué será cuz?

La lengua se ha enriquecido tanto, muchísimas nuevas palabras aparecen todos los años en algún lugar del mundo hispanohablante que ésta va a ser una labor descomunal. Sobre todo cuando leemos que solamente tres personas, ¡tres!, se ocupan de esta labor, por falta de recursos, y que cada persona examina unas 200 palabras al año. Si sabemos que el año tiene más o menos 260 días laborales (algo menos si sacamos los feriados) la persona dispondrá de algo más de un día para dedicarle a cada término que se le haya asignado. No es poco pero tampoco es mucho. Una palabra bien se merece un día. Hay vocablos con mucha historia por detrás. Por ejemplo, la voz  ‘arcabuz’ tiene una trayectoria fascinante: proviene del  francés ‘arquebuse’, y éste a su vez del neerlandés ‘hakebusse’, el cual a su vez del alemán ‘hackenbüchse’. Vale aclarar que la etimología es solo una parte de la historia de la palabra. El diccionario histórico le atribuye la fecha de nacimiento a ‘arcabuz’ el 30 de octubre de 1520, como data en una carta de Hernán Cortés en la que el conquistador utiliza esa palabra por primera vez, que se sepa. Más sobre arcabuz. hernan-cortes-_460_464_198923

¿Quiénes serán estas tres personas que trabajan de manera tan intensa con las palabras, en una labor paciente, de hormiga, para ir construyendo término a término el diccionario histórico? ¿Qué clase de personas son? ¿Cómo lo hacen? ¿Se sientan las tres en una habitación a discutir? ¿O está cada una frente a su propia pantalla realizando su propia investigación y después se llaman por Skype o chatean entre ellas para comentar los resultados?

Me las imagino un poco como Julio, el personaje de El orden alfabético de Juan José Millás. O son gente muy libresca a la manera de los personajes de Borges. O quizás sea gente común y corriente como yo a la que le gusta las palabras y los libros y cree que eso de trabajar con las palabras, seguirles el rastro en el tiempo y en los lugares por donde han pasado es lo mejor que se puede hacer como oficio. Leyendo el artículo de Babelia pensé que si la crisis económica sigue arreciando y pierdo mi empleo, me iría a trabajar como voluntaria en ese diccionario.

 

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