Todos somos racistas… en mayor o menor medida

Imagen de Markus Spiske, Unsplash —

Dos o tres cosas sobre el racismo que se me han ocurrido después de ver la serie de Harry y Meghan en Netflix.

¿Viviremos alguna vez en una sociedad ciega al color de la piel de la gente? Una sociedad en la que, cuando vemos a un hombre negro no vemos en primera instancia a un negro sino a un hombre. En la que nadie se dé cuenta de que eres blanca, asiática, hindú, latina, lo que sea, sino que eres en ante todo solo una mujer, a la que se le añaden después los atributos necesarios, nacionalidad, profesión, carácter, etc.

Por el momento, está claro que este no es el caso. Todos somos identificados inmediatamente — cuando no se sabe nada de nosotros, no se sabe cómo nos llamamos, qué nacionalidad tenemos, qué hacemos en la vida— por nuestra apariencia: color de piel, tipo de pelo, ojos, nariz, facciones, rasgos físicos en general. Esto no es que sea malo en sí. La apariencia externa le ayuda al otro a hacerse una idea (no necesariamente correcta pero eso no importa en el momento) de la persona desconocida que tiene enfrente, y lo prepara para saber cómo tratarla y para saber qué puede esperar de ella. Lo malo está cuando esa identificación viene acompañada de prejuicios culturales y raciales, como suele suceder.

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Americanah

Americanah-CubiertaA propósito de Americanah, la novela de la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie

Cuando vivía en los Estados Unidos, por allá en los años noventa del siglo pasado, conocí a un dominicano que decía, tuve que venir a EEUU para darme cuenta de que era negro. En la República Dominicana él siempre se había visto –y creía que así lo veían los otros– como un moreno similar a gran parte de la población de su país y del Caribe en general. Pero en Nueva York se convirtió en negro, es decir, en un African American más para los que no lo conocían. Continuar leyendo «Americanah»