
Desde hace más de un siglo las salas de cine son parte vital de las ciudades. Nos alegramos cuando abren un nuevo cine en el barrio. De repente la calle se enriquece. Los afiches grandes con las caras de las actrices, los actores, los anuncios de las nuevas películas, aunque no sean de neón, la fila de gente esperando a que abran las puertas. Y adentro el olor a popcorn (que no a todo el mundo le gusta pero a mí sí). Así también, el cierre de un cine es motivo de tristeza.
Ahora ya es un hecho que el Colosseum, uno de lo cines más antiguos de la ciudad, se declara en quiebra y cierra definitivamente sus puertas. Dicen que por culpa de la crisis que ha generado el coronavirus que se ha ensañado de manera particular con el mundo de la cultura, pero parece que en este caso, con o sin corona el teatro tenía los días contados.
Casi 100 años llegó a cumplir el Coliseo de la Schönhauser Allee en Prenzlauer Berg. Aunque su fachada no es muy imponente, estaba considerado como uno de los teatros históricos de la ciudad, una de esos lugares que está funcionando desde las épocas en las que la gente todavía se movilizaba en carruajes y el tranvía era tirado por caballos. Tras esta aventura estuvo el nombre de Artur Brauner, un exitoso productor de cine de Berlín que murió el año pasado a la edad de 101 años, y que ahora podría estar revolcándose en su tumba si llegara a saber que sus herederos decidieron bajar el telón para siempre. Dicen que para el viejo Brauner el Colosseum fue el mayor logro de su vida. Así que es mejor que no se entere de que sus descendientes lo quieren convertir en un edificio de oficinas.

El personal del cine ha mandado cartas a políticos, ministros, alcaldes locales, pidiendo auxilio porque, «el Coliseo no puede cerrar». Inútilmente, hasta ahora. El cine está en bancarrota. La única vaga esperanza de que esa concurrida esquina del barrio no termine convertida en un complejo de oficinas es que las autoridades del distrito están a favor de preservar el cine. Dicen que no se necesitan grandes oficinas en este lugar, en cambio prefieren que se mantenga la actividad cultural tradicional que genera el Coliseo. La que a su vez genera también una actividad económica porque la zona está circundada de cafés y restaurantes a donde va el público después de ver una película.
En sus cartas a los herederos, los empleados les piden que den una oportunidad «al trabajo de vida de su estimado padre», y mencionan que el Coliseo «es patrimonio cultural de la capital», una de las cuatro grandes salas de la Berlín oriental, y una de las sedes todos los años de los estrenos de la Berlinale. Pero está claro que los herederos no tienen intenciones de negociar, y se niegan a hablar con los empleados.
El próximo 2 de julio la mayoría de las salas de cine de Berlín abrirán de nuevo sus puertas después de más de tres meses de receso. Abrirán con restricciones, con un aforo reducido, para mantener los requisitos de la distancia física, pero esto es mejor que nada. Este no será, por desgracia, el caso del Coliseo. Cada día que paso por ahí se ve más sucio y abandonado. Lejos está el brillo de otras épocas, ahora es un cadáver de cine. Y como los herederos Brauner se salgan con la suya (que lo harán) pronto vamos a comenzar a ver los trabajos de demolición de una arquitectura histórica de la ciudad. Una película sin final feliz. Cae el telón.
Con información del Tagesspiegel.
Una verdadera pena. Siempre que sucede esto (porque sucede bastante a menudo) recuerdo la canción de Joan Manuel Serrat «Los fantasmas del Roxy». En mi país (y me atrevería a decir que particularmente en mi propia ciudad) Gran parte de los antiguos cines –cines-teatro– de gran capacidad y de una enorme belleza) fueron vendidos a iglesias evangélicas (no voy a hacer aquí ninguna reflexión sobre la imagen de decadencia que esto nos permite entrever).
Supongo que es el camino inevitable que les espera a estas grandes salas: o se convierten en templos evangélicos o, con mucha suerte, las dividen en tres o cuatro salas más pequeñas. Esto último sigue siendo la mejor opción ante lo inevitable…
Un abrazo.
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Hola Amir, me imagino que para ustedes era además muy conveniente el sitio por su localización. Espero que encuentren pronto algo similar. Pero los que vivimos en este sector vamos a echar de menos el Colosseum. Un abrazo.
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Querida Amira: es triste, como bien dices. Incluso la dirección del cine, en un intento de encontrar financiamientos, le alquiló durante casi los tres últimos años una sala de proyección a la iglesia evangélica a la que pertenezco (Die kreative), un proyecto de jóvenes pastores cristianos que se proyectan hacia el mundo de la cultura. Pero ni siquiera ese tipo de búsquedas de dinero parece haber dado resultado.
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