¿Se atreverá Donald Trump a entrar por la fuerza en Venezuela y sacar a Maduro, así como sacaron en 1989 al general Noriega de Panamá? ¿Estará buscando Mr Trump, flamante candidato a premio Nobel de la Paz, encender un conflicto en el Caribe?
A estas alturas todavía no está claro qué es lo que se propone el presidente de los EE.UU. con semejante despliegue militar: varios buques de desembarco anfibio, tres destructores Aegis de misil guiado, 4.000 infantes de marina, aviones de patrulla P-8, y hasta un submarino nuclear de ataque. ¿Por qué nuclear?
La justificación es, como siempre, la vieja y larguísima guerra a la drogas. La guerra contra los carteles latinoamericanos. Aunque en esta oportunidad, no contra todos los carteles, sino contra el llamado Cartel de los Soles, cuyos jefes serían presuntamente las fuerzas armadas de Venezuela con el presidente Maduro a la cabeza. De no haber existido nunca una ‘guerra a la drogas’, de todos modos Estados Unidos se la habría inventado. Este ha sido desde hace décadas el mejor argumento para intervenir militar, policial y políticamente en su ‘patio de atrás’, de México para abajo.
En Venezuela no hay ‘cultivos ilícitos’, ni coca, ni marihuana. No obstante, afirmar que altos cargos del ejército venezolano estén involucrados en el negocio de las drogas no sería del todo descabellado. Pero, ¿acaso no lo están también miembros de otros ejércitos y gobiernos latinoamericanos, México, Colombia, Ecuador, y todos los países de la región en donde sí hay grandes extensiones de cultivos, y por donde se sabe que se moviliza la droga y son más activos los carteles? Pues es imposible imaginar las dimensiones del trasiego de cocaína por la región sin la colaboración de sectores corruptos de las autoridades civiles, policiales y militares. Donald Trump tendría que militarizar las costas de todos estos países para justificar intervenciones como ésta a Venezuela con el argumento de la guerra al narco.
La llegada de los destructores yanquis cerca de las aguas limítrofes de Venezuela nos hace pensar en una película déjà vu. En diciembre de 1989 Estados Unidos invadió Panamá bombardeando instalaciones políticas y militares con el objetivo de arrestar al general Manuel Antonio Noriega, dictador panameño —ciertamente una figura nefasta— que durante años había sido colaborador de la CIA, pero que a esas alturas de la historia ya no representaba ninguna utilidad para los Estados Unidos. Su crimen: contrabando de drogas y extorsión. Invadir Panamá y vencer al ejército panameño solo le tomó unos días al poderoso Comando Sur del ejército estadounidense, que sufrió pocas bajas, la mayoría fueron panameñas.
¿Cómo sería una invasión militar a Venezuela, sabiendo que el ejército venezolano se ha reforzado enormemente en los últimos tiempos, y que además, Maduro cuenta con el respaldo de una milicia ideologizada y bien entrenada de unos cuatro millones de reservistas, gente dispuesta a dejarse el pellejo por su jefe Maduro? Además, el riesgo de que una invasión así se vuelva un conflicto internacional de gran magnitud es enorme. ¿Estará de verdad dispuesto el candidato a premio Nobel de la Paz a encender el Caribe?
De momento no está claro qué va a hacer Trump, ni cómo lo va a hacer, pero lo que sí está claro es que lo que busca es la cabeza de Maduro, sin importarle pasarse una vez más por la faja el derecho internacional, como en 1989, en Panamá.
A propósito, un detalle sobre la intervención panameña que me encontré el otro día buscando en Wikipedia. Resulta que el nombre de la operación estadounidense en 1989 se llamó “Causa Justa”, que es la traducción del inglés Just Cause. Pero el inglés, just cause es también una expresión coloquial que hace uso de una abreviación popular que transforma just because en just cause, lo que en español quiere decir, “solo porque sí”. ¿Se producirá ahora en Venezuela un nuevo ataque militar “solo porque sí”, porque a Donald Trump le han dado súbitamente las ganas de eliminar a Maduro?
Los argumentos de la lucha contra el narcotráfico le han dado a Estados Unidos motivos para hacer lo que ha querido en América Latina. La presencia de los infantes de marina gringos cerca de la costa de Venezuela podría ser un nuevo y sangriento capítulo. En estos tiempos de guerras en tantas partes en el mundo, en América Latina tenemos la suerte de vivir en paz. Bueno, no faltan los conflictos, claro, pero nada de grandes dimensiones como en África, Europa del Este y el Medio Oriente. Hasta ahora.
Maduro es un dictador y debería ser derrocado. Pero no por Trump y sus marines, sino por esa mayoría de venezolanos que ganó las últimas elecciones y que no pudo ver a su candidato asumir la presidencia. Sería lamentable que sucediera de otro modo.




Magnífica exposición. Enhorabuena. Saludos.
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