Microplásticos y PFAS

Dos presencias indeseables con las que no nos queda más remedio que convivir… y esperar a ver las consecuencias.

— Foto de Maxim Berg, en Unsplash —

Nosotros creemos que somos los mismos seres humanos de, pongamos, hace mil años. O para no ir tan lejos, de hace cien años. Pues no, no somos los mismos porque hace cien años no estábamos cargados de PFAS y de microplásticos como lo estamos hoy. Hace cien años no vivíamos rodeados de plásticos. Hoy lo estamos a tal punto que casi se podría decir que nos hemos plastificado. Así como hemos tenido una Edad de Piedra, y después una Edad de los Metales (cobre, bronce, hierro), hoy se podría decir que vivimos en una Edad de Plástico.

Cuando el plástico creado por los humanos ha sido detectado en lugares donde ni siquiera vive gente, porque se lo ha encontrado en el Ártico, en lo más alto del Himalaya y hasta en la atmósfera, se podría decir que el plástico es el elemento dominante en esta fase de la historia del desarrollo de la humanidad. Más aún, cuando el plástico está presente en el cerebro, en los pulmones, en los intestinos, y hasta en los óvulos y en el semen humanos, en la placenta y en la leche materna, ya no es solo un asunto de omnipresencia en el ambiente, sino de intervención directa en la biología de humanos, animales, y de la naturaleza en general.

En estos tiempos, todo lo que comemos, carnes, verduras, frutas, cereales, así como el agua y todo lo que bebemos, está contaminado con PFAS. ¿Para qué pagar el agua embotellada si esta tiene la misma cantidad de PFAS, y a veces más, que la que sale del grifo? Según un estudio hecho en 2019, el consumo semanal de plástico de una persona promedio puede ser de hasta cinco gramos, es decir del tamaño de una tarjeta de crédito. En 2025 tal vez ya sea una tarjeta y media. Casi todo el mundo en los Países Bajos tiene demasiado PFAS en la sangre, dice un titular del NRC, un periódico holandés, refiriéndose a una investigación reciente del Instituto de Salud y Mediomabiente.

¿Cómo serán los seres humanos del futuro cercano, la gente que nacerá en las próximas décadas de embriones con una alta concentración de PFAS y de microplásticos? De hecho ya deben estar naciendo.

Como el fenómeno es relativamente nuevo, todavía no se sabe a ciencia cierta cuáles pueden ser las repercusiones de los materiales poliméricos y químicos imperecederos en el organismo humano. Por lo pronto, los estudios que se han hecho sobre el PFAS en concreto no son muy optimistas: enfermedades cardiovasculares, hepáticas, cáncer, alteraciones hormonales, tiroideas, asma, retrasos en el desarrollo y disminución de la fertilidad. Por el lado de la plastificación podría sucedernos algo parecido a lo que dicen que les pasó a los romanos, que el plomo de los acueductos los habría vuelto estúpidos. No sé si el plástico nos hará más estúpidos pero en cualquier caso es difícil esperar que salga algo bueno de toda esta basura en nuestros organismos.

¿Qué se hace cuando se ha descubierto un problema grave, como el de los PFAS y del microplástico, del que sabemos que no tiene solución? O que la solución es tan complicada que no se podrá echar mano de ella, salvo que decidamos eliminar su producción, erradicarlos por completo. Pero los usos y aplicaciones de estas sustancias están tan extendidas y prestan un servicio tan grande que los gobiernos y empresas no sabrían ni querrían renunciar a ellos. Mejor morir con PFAS y asfixiados por los plásticos que renunciar a las ganancias que ahora les dejan.

Y me pregunto, de haber sabido a tiempo los romanos que el plomo los estaba aniquilando, ¿habrían dejado de construir sus acueductos y suministros de agua con este material cuya técnica dominaban? ¿Habrían renunciado a ese avance de la tecnología por el bien de los ciudadanos?

Creo que no. En eso los humanos de hoy nos seguimos pareciendo a los de hace dos mil años.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.