Ahora que han entrado en escena los robots chateadores, #ChatGPT, ¿hay que tenerle miedo a la IA?

— Imagen de Markus Spiske, en Unsplash —

Hoy día las redes sociales en Internet permiten una difusión exponencial de información, una parte de la cual es mentira que al entrar en contacto con un número enorme de personas termina pareciendo verdad. Porque basta con que una cosa se repita muchas veces para que termine fijándose como cierta en nuestros humanos cerebritos. ¡Somos tan fácilmente manipulables! Por otro lado, una información, por verdadera que sea, que no se difunda, simplemente no existirá, porque desaparecerá en el maremágnum de datos que conforman la red.

En occidente estamos convencidos de que el régimen de Putin engaña con propaganda a sus ciudadanos haciéndoles creer que la guerra en Ucrania es una guerra justa, y alienta el espíritu nacionalista de los rusos para que apoye la política militarista del Gobierno. Al mismo tiempo, estamos convencidos de que, en occidente, por el contrario, reina la verdad. Así, los rusos le creen al Kremlin, y nosotros le creemos a Estados Unidos, con el matiz de que nosotros creemos que los pobres rusos viven engañados, en cambio nosotros no.

Fuga de gas en el Báltico por el sabotaje al Nord Stream

Mientras nos resultan evidentes las mentiras del Kremlin (que lo son), las de la Casa Blanca o de la OTAN nos pasan desapercibidas. Un buen ejemplo de esto es el atentado del Nord Stream en septiembre de 2022, el gasoducto de la empresa estatal rusa Gazprom que transportaba gas natural de Rusia a Alemania por el mar Báltico. Han pasado ocho meses desde ese atentado, que fue un verdadero acto de ecocidio, y todavía no aparecen los responsables. Ello a pesar de que, aunque no hay prueba física que lo avale, sí hay bastante información seria en Internet que apunta a la responsabilidad de los EE.UU. El mismo Biden lo anunció públicamente: si Rusia invade a Ucrania no habrá Nord Stream. Bueno, Rusia invadió a Ucrania. Solo que después, dándose cuenta de la catástrofe ecológica que habían creado, lo negaron, e incluso le echaron la culpa a los rusos. Con poquísimas excepciones, la prensa europea se ha quedado callada frente a este crimen ecológico. A los problemas de contaminación química y sobrepesca que afronta desde hace tiempo el mar Báltico se han venido a sumar ahora las fugas de gas de metano como consecuencia de la explosión. Pero como casi no se habla de esto, es como si el problema no existiera.

El futuro del engaño

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Si los hechos ya podían alterarse bastante a través de las redes sociales, ahora, desde que se ha disparado el uso de herramientas como el ChatGPT (Transformador Generativo Preentrenado) y otras por el estilo, cada vez podríamos estar más atrapados en un mundo de mentiras que nos parecerán verdades, pues no seremos capaces de percibir el engaño. No tendremos la posibilidad de comprobar la veracidad del contenido digital que la máquina nos ofrece. Y esto es válido tanto si sucede en regímenes autoritarios como dentro de los considerados democráticos y liberales.

Las noticias falsas siempre han existido. Siempre ha habido sistemas, gobiernos, empresas, individuos que han tergiversado, inventado, deformado, ocultado los hechos para obtener algún beneficio. Pero ahora con el ChatGPT al alcance de la mano de cualquiera, se han desatado muchos temores nuevos. Uno de ellos es la multiplicación y generalización del engaño.

Los estudiantes engañarán a sus maestros haciéndoles creer que son ellos los autores de la tarea que les pusieron. Pero los maestros también engañarán a los estudiantes haciéndose pasar por autores de sus trabajos o de los temas de sus clases, que habrá ‘preparado’ el robot. Los políticos engañarán a los ciudadanos adulterando las cifras y los hechos de la manera que mejor les covengan. Y los ciudadanos se las arreglarán para tratar de engañar a las instituciones para pagar menos impuestos, por ejemplo, o para obtener tal o cual beneficio, o conseguir posiciones en cargos que de otro modo no se merecen.

Este tipo de cosas pasan ya, pero no en las dimensiones en las que podrían ocurrir con una IA que permitirá a cualquiera que sepa hacer uso de ella, emplearla en su beneficio. Será tan fácil hacer trampa que, ¡por qué no hacerla!

¿Qué va a pasar cuando todo el mundo mienta? Probablemente nada. El mundo se las arreglará para vivir bien dentro de la mentira. De hecho, ¿no hemos vivido siempre dentro de la realidad de las mentiras, de religiones, ideologías y de toda clase de creencias que se nos imponen desde que nacemos? Lo que puede pasar con una IA súper poderosa es que viviremos dentro de la realidad de nuevas grandes mentiras y (una vez más) no nos daremos cuenta.

Si embargo, este es otro de los nuevos temores que despierta la IA, un panorama al estilo de la película The Matrix, en el que el desarrollo incontrolado de la IA puede llevarnos a vivir atrapados dentro de una gran Simulación algorítmica, un ámbito donde no existen la democracia ni las libertades humanas, y peor aún, donde ni siquiera tendremos consciencia de haber perdido esos valores. El miedo a una IA como el computador HAL de 2001 Odisea del Espacio, que sobrepasa al humano y se convierte en robot asesino para acabar con nuestra especie.

Si bien la generación de noticias falsas es un problema que se va a agravar con el ChatGPT, el verdadero problema no es el robot (que no es sino un mero artefacto de metal y silicona) sino la información con la que es alimentado, que puede ser falsa. La máquina simplemente reproduce maquinalmente esta información, porque esa es la manera como funcionan estos artefactos, maquinalmente. De modo que el verdadero problema no está en el aparato sino en las falsedades que alguien ha introducido en la red y que el robot simplemente usa y combina (de manera que parece ultrainteligente porque lo hace con ultrarrapidez) una vez que se le ha planteado una pregunta, un problema, un asunto a resolver.

En este sentido, no es a la IA a lo que hay que tenerle miedo, sino al sesgo del programador, es decir, a las inteligencias muy humanas que hay detrás de la IA, las Big Tech, y algunos gobiernos autoritarios, y otros por muy democráticos que parezcan. Ojalá hubiera una entidad capaz de regular y ponerle control verdaderamente a estos consorcios. Pero no la hay.

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