Lo que fue presente – Héctor Abad al desnudo

AbadMe acuerdo de aquel día en Ámsterdam, hace años ya, en que fuimos a escuchar a Héctor Abad sobre su libro El olvido que seremos. Acababa de publicarse la traducción holandesa, y en el pequeño café en donde se organizaba la tertulia no cabía un alfiler. El público era en su mayoría hispanohablante y todos, por supuesto, habíamos leído el libro. Pero mi recuerdo se sitúa sobre todo en un momento casi al final del evento, cuando en la ronda de preguntas una mujer del público quiso saber cómo estaban Mariluz, Clara y Vicky -las hermanas del escritor-, ¿qué ha sido de ellas?

Esta pregunta que puede parecer boba y que Héctor Abad, claro, no contestó, tenía mucho sentido. Como sabemos, el libro no trata sobre las hermanas sino sobre el padre. Pero las hermanas también aparecen, y con la suficiente frecuencia y claridad para hacernos una buena idea de ellas. Por eso es normal querer saber más.

9788420435404Ahora que he terminado de leer Lo que fue presente, el diario de Héctor Abad que se inicia en 1985 y concluye en 2006, se me vino a la mente la misma pregunta, ¿cómo estarán ahora Dani, Simón, Irene, Eugenia? Esos nombres, que sabemos que no son solo nombres, no son solo personajes, sino personas de carne y hueso, que nos acompañan durante las casi mil páginas de la edición digital del libro, que fue la que yo leí. En la última página de una novela termina también la vida de los personajes que la integran. No sucede igual con los libros de carácter biográfico, particularmente cuando suponemos que los allí nombrados siguen vivos y coleando. ¿Qué habrá sido de esa fantástica Eugenia?

Menciono el número de páginas porque es un detalle importante. La lectura de un libro largo nos repercute más en la mente que la de un libro corto. Por la sencilla razón de que pasamos más tiempo con él. Permanecemos durante más días involucrados en su trama, sus reflexiones, sus anécdotas, su gente. Y en este caso, el hecho de saber que no es ficción sino hecho real que fue presente, influye aún más en la repercusión.

Hay libros y películas en los que el editor o el cineasta nos anuncia desde el comienzo, nos previene, que la obra está basada en hechos reales. Lo dicen como gancho para atraer a los lectores, al público. Porque saben que nos gustan las historias reales. Y si no son reales, entonces que estén basadas, aunque sea en parte, en algo que sucedió alguna vez, con gente que existió. Con este libro, que desde la portada sabemos que es un diario, la lectora sabe que todo fue verdad. Todo. Se dice que una verdad a medias no es una verdad. Es una nueva mentira. De modo que todo lo que esté «basado en hechos reales» es pura ficción. El único género literario (si se lo pudiera considerar así) que nos garantiza la verdad es el diario.

Pero no todo lo verdadero es bueno. No necesariamente se lee bien. Los diarios en particular pueden resultar sosos y pesados. Así llego por fin al que considero el principal mérito de este libro: que es un diario que se lee bien porque se lee como una amena novela. Y como sabemos que no es una novela de ficción –y que Héctor Abad se nos expone al desnudo, que nos abre la puerta a sus intimidades, a sus infidelidades, sus miedos, sus cobardías, sus traiciones, sus confesados sentimientos de desconfianza hacia algunos amigos, sus sentimientos de culpa, sabemos que el escritor es profundamente autocrítico, no se perdona (casi) nada– lo leemos con un sentimiento parecido al del cura sentado en el confesionario oyendo al pecador. Este es en concreto el mérito: que como los ‘pecados’ están bien contados, las casi mil páginas digitales no nos aburren en ningún momento.

Bueno, siendo justa debo agregar que hay mucho más que pecadillos en estas páginas. Está la obsesión del hombre por la escritura, y está especialmente, el amor a sus hijos. Para mencionar solo dos, porque hay mucho más, y montones de anécdotas picantes.

No sé si será por esto que al final, y a pesar de todo lo confesado en el diario, igual a como hacen los curas, los lectores le damos a Héctor Abad la absolución. Además, no solamente lo absolvemos sino que nos quedamos con la impresión de que, hay tanta honestidad en estas líneas que el tipo es en realidad una buena persona, a nice guy.

Una opinión que, lo reconozco, también está influida por la calidad literaria del libro. Porque cuando un libro no nos gusta nos dan ganas de mandar al autor al infierno, aunque sea un santo. Héctor Abad se va derecho al cielo.

Otras opiniones de Lo que fue presente en Goodreads

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