Lo que más llama la atención de la fotografías de Helga Paris (1938) expuestas en la Akademie der Künste de Berlín, es que en sus retratos, la gente no aparece haciendo lo que se supone que debe hacer. Así por ejemplo, estos basureros:
no están recogiendo la basura sino divirtiéndose tomando unas cervezas. A las obreras de una fábrica de textiles, no se las ve hilando en sus máquinas, sino a la hora de la pausa, fumando un cigarrillo. Podrían ser empleadas de cualquier otro oficio. Helga Paris dice que quería mostrar a la gente por encima o por fuera del contexto político.
La exposición de la Academia de Artes hace parte de la gran cantidad de eventos que la ciudad programó con motivo de la conmemoración de los 30 años de la caída del Muro. La muestra retrospectiva recoge más de doscientas fotos de esta fotógrafa relativamente poco conocida fuera de Alemania, que desde finales de la década del sesenta se puso a retratar la vida cotidiana de la gente de Berlín oriental y otras ciudades del este. El interés de la muestra se centra por eso en las imágenes de los años 1970 y 1980, hasta el derrumbe de la República Democrática Alemana, RDA.
Helga Paris vivía -y aún vive- en Prenzlauer Berg, uno de los distritos más interesantes del este de la ciudad. Durante el comunismo fue allí donde se movieron diversas tendencia contraculturales, cristianos, bohemios, artistas independientes, y si le creemos a la Wikipedia, incluso la comunidad gay de ese entonces se expresaba por esos lados. Varios focos de la llamada ‘revolución pacífica’ que concluyó el 9 de noviembre de 1989 con la caída del muro, tuvieron lugar en ese sector. Hoy Prenzlauer Berg es otro mundo, el epicentro de la gentrificación berlinesa, donde año tras año se han ido borrando los rastros de la vieja RDA. Me pregunto qué tipo de fotos estará haciendo hoy Paris de su barrio.

Helga Paris nunca tuvo una actitud política explícita, pero sus imágenes revelan una clara mirada crítica del entorno en el que viven los hombres y mujeres de sus fotos. A propósito de esta exposición, alguien escribió el otro día en un periódico que los rostros de Paris hacían desaparecer la tristeza. Dando por hecho, pues, que la RDA y su gente eran tristes. Un comentario que no termina de convencerme. Porque yo sí veo una profunda melancolía en los rostros de Helga Paris. Pero supongo también, que no es una melancolía que viene dada por las carencias y las limitaciones del contexto comunista, sino algo más profundo, dado por la fatiga de la existencia en general. Ese desamparo que, no sé por qué, siempre parece emanar de las fotos viejas en blanco y negro.

Cuando no hacía retratos, ella prefería fotografiar calles vacías, edificios en los que parecía que no vivía nadie. Paris decía que era para restarle carga política a la imagen, sin embargo el efecto conseguido era más bien el contrario. La soledad y la niebla de esta calle de Leipzig no anuncian precisamente grandes promesas (lo digo a pesar de la paloma):
Vale la pena detenerse un poco ante la serie de fotos correspondientes a un proyecto fotográfico de 1983-1985 en Halle, otra importante ciudad de Alemania oriental. Fueron años en los que las autoridades municipales estaban ‘reconstruyendo’ la ciudad, es decir, demoliendo los edificios viejos, por lo cual el centro de la ciudad tenía un aspecto poco presentable. A las autoridades no debieron gustarles las fotografías de casas, caras, y calles de Halle que hizo Paris porque la muestra fue cancelada pocos días antes de su apertura. Así, de manera tal vez inadvertida, y en todo caso muy sutil, la fotógrafa puso al descubierto la desastrosa política de diseño urbano del régimen en esos años.
La exposición, en el precioso edificio de la Akademie der Künste (que por sí solo ya vale la pena visitar) está abierta hasta el 12 de enero de 2020.