La poderosa compañía de energía RWE (Rheinisch-Westfälisches Elektrizitätswerk AG ), con sede en la ciudad de Essen, una empresa alemana que existe desde 1898 y que es hoy la segunda más importante del país, se propone tumbar unas cien hectáreas de lo que queda del antiguo bosque de Hambach para ampliar una mina de lignito a cielo abierto. El lignito es carbón mineral, también llamado ‘carbón marrón’, el combustible fósil más sucio. La compañía esperaba poder comenzar a deforestar la zona en octubre de 2018.
De no haber sido por el contundente rechazo y protesta por parte de grupos ecologistas y de ciudadanos que se vienen oponiendo activamente desde 2012 a este proyecto de deforestación, hoy día ya no existiría esa enorme porción del bosque. Los grupos han utilizado desde argumentos legales que demuestran que la empresa no tiene derecho sobre ese territorio, porque el bosque de Hambach es un hábitat protegido por directivas europeas, hasta acciones presenciales de protesta. Algunos ecologistas se construyeron casitas en los árboles (ver el video abajo) y se han quedado viviendo allí para protegerlos. En octubre de 2018, cerca de 50.000 personas se manifestaron in situ contra la expansión de la mina de carbón a cielo abierto. Con el resultado de que, por el momento, una orden judicial ha retrasado el proyecto de la RWE hasta finales de 2020, mientras se examina si, efectivamente, viola las regulaciones ambientales de la Unión Europea.
Alemania es un país de bosques. La presencia del bosque está ligada desde hace siglos a su arte y literatura, y a su pensamiento filosófico. Heidegger quizás no habría escrito su Ser y Tiempo de no haber vivido en la Selva Negra, uno de los bosques más preciosos del país. Allí tenía el filósofo su cabaña (die Hütte), en medio de la montaña, para estar en contacto con la naturaleza, decía. Sin los bosques no habría existido el romanticismo alemán en la pintura del siglo XIX. Caspar David Friedrich no habría pintado su Abadía en un bosque (1809). Y a los hermanos Grimm jamás se le habrían ocurrido los cuentos de Hansel y Gretel, Caperucita Roja, Pulgarcito, la Bella Durmiente, Blancanieves, y tantos más que se desarrollan en las profundidades de los bosques alemanes.
Tan asociado estaba el bosque con la tradición y cultura alemana que incluso a los nazis no se les pasó por alto usar la idea romántica del bosque para sus propios fines. Instrumentalizaron el bosque como símbolo político. Se dice que en algunas partes plantaron árboles de manera que, al crecer, formaran esvásticas. El nacionalsocialismo fue derrotado y los bosques sobrevivieron, hoy siguen siendo percibidos como parte de la identidad alemana.
No obstante, la política energética del actual gobierno no se muestra muy consecuente. Cuando se trata del beneficio económico de las grandes compañías, ¡a quién le importan las tradiciones y los romanticismos del pasado! El caso de Hambach es representativo del poder, la codicia y el beneficio económico para unos pocos a corto plazo, a costa del bienestar a largo plazo para la mayoría.
Alemania es el país de Europa que genera más dióxido de carbono (CO2). Más de un tercio de su electricidad proviene de la quema de carbón. Para corregir esto, para que el país cumpla con los compromisos con el Acuerdo de París de reducir sus emisiones, ahora Alemania ha propuesto eliminar gradualmente las centrales eléctricas de carbón para 2038. En ese plazo de poco menos de veinte años esperan reemplazar la energía fósil con renovables. Para empresas como la RWE, 2038 es demasiado pronto para cerrar las centrales de carbón. Para los ecologistas, es demasiado tarde. En París se acordó el año 2030 como la fecha límite para cerrar las fuentes de energía basadas en carbón. Por lo pronto este plan es solo una propuesta, todavía no ha sido adoptado por el Gobierno.
El drama de Hambach ha tenido desde su comienzo en 2012 bastante repercusión en la prensa alemana e internacional. Especialmente las acciones de los últimos meses del año pasado fueron cubiertas ampliamente por los medios de comunicación. Quedó claro el rechazo de la sociedad alemana en su conjunto a la deforestación de los bosques (y de este en particular, que ya ha sido en buena parte devastado en el pasado), y a la continuación de una política energética que involucra fuentes fósiles.
El debate sobre Hambach es importante porque sobrepasa lo local y tiene que ver en realidad con la política energética de Alemania. Si es verdad que para la década de 2030 el país habrá cerrado sus plantas de lignito, entonces ¿para qué va a hacer la RWE ahora una gran nueva inversión en Hambach? ¿Por qué no ahorrar el daño ecológico que causará una actividad que solo tendrá utilidad durante unos diez años? Una decisión de dejar el lignito bajo tierra demostraría que Alemania está verdaderamente en línea con los Acuerdos de París.
El capítulo Hambach no ha terminado aún, pero ha quedado claro también que la movilización de la población es importante y puede ser muy efectiva para detener este tipo de proyectos.
[…] mineral, una de las formas más sucias del carbón, y el mayor emisor de gases de CO2) de la que era una zona boscosa, en la que hoy apenas sobrevive el 10 por ciento del […]
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… hasta que hayan convertido el planeta en un desierto.
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La voracidad multinacional no descansa nunca…
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