Un día de felicidad*

HappinessPero ¿qué diablos es la felicidad? ¿Existe de verdad?

En 2012 las Naciones Unidas adoptaron el llamado Día Internacional de la Felicidad –si ahora hay día para todo, ¿por qué no uno para la felicidad?– que es el 20 de marzo, día del equinoccio de primavera en el hemisferio norte. Parece que escogieron ese día por la simbología del renacer de la naturaleza. Y partieron de que la felicidad es una aspiración universal de los seres humanos y por tanto debe ser incluida en las políticas de gobierno. El entonces secretario de la ONU, Ban Ki moon, dijo incluso que la felicidad era uno de los principales objetivos de esa institución.

No suena mal, pero ¿qué es la felicidad? La ONU no dio, naturalmente, respuesta a esta pregunta más apta para filósofos y poetas. No es esa su misión. En cambio, ofreció algunas explicaciones sobre la importancia de ese día: un día para ser feliz; para reconocer el papel que desempeña la felicidad en la vida de todos los seres humanos del mundo, pues la búsqueda de la felicidad es un objetivo humano fundamental. Poniendo así el énfasis en el día de la felicidad antes que en la felicidad misma.

La ONU define de todos modos de alguna manera la felicidad al vincular este concepto abstracto con asuntos prácticos, como “la necesidad de inclusión social, igualdad, crecimiento económico que promueva el desarrollo sostenible, erradicación de la pobreza, bienestar de todos los pueblos …” y bla bla bla. No es raro, pues, que en esta tabla los ‘países más felices’ sean los escandinavos porque tienen el Producto Interno Bruto (PIB) más alto.

 

Happiest countries
Imagen de dw.com

 

Dentro de esta lógica, la instauración de un día de la felicidad podría ser más bien algo preocupante. Si pensamos en la cantidad de países que están por debajo de estos primeros 19 privilegiados, nos haremos una idea de la cantidad de gente infeliz que vive en este mundo. De acuerdo con los parámetros de felicidad de las Naciones Unidas.

Acostumbramos a medir la felicidad en términos de posesiones. Quien más tiene, más feliz será. Y no se trata solamente de posesiones materiales. Tomemos como ejemplo el mundo de hoy. Un habitante promedio del siglo XXI vive en una sociedad más igualitaria, dentro de un sistema político más democrático, tiene más educación, más libertad sexual, más alimentos, más ropa, mejor acceso a la salud, etc. que un habitante promedio de la Edad Media. Esto nos hace concluir que la gente es hoy más feliz que su antepasada medieval. Pero ¿será cierto?

La duda surge por el hecho de que, una vez que nos acostumbramos al bienestar material, éste deja de producir el goce que suponemos que produce cuando no lo tenemos y lo deseamos. Un amigo cubano de Berlín contó una vez que los cubanos de la isla desearían tener siempre papel higiénico en el baño. Y comparaba esa situación de escasez en su país con la enorme variedad de papel higiénico que exhiben los supermercados de Berlín en sus estanterías: papel higiénico de todos los colores, dibujitos, perfumes. Y nadie es especialmente feliz en Berlín por esta razón. Así pues, puedes ser infeliz en la escasez, pero no eres necesariamente feliz en la abundancia. Quizá es que la infelicidad no es lo contrario de la felicidad. Es lo que les pasa también a los que se ganan la lotería. Al principio se sienten inmensamente felices, hasta que la riqueza se les vuelve normal, rutinaria. Las cosas, por maravillosas que sean, solo nos satisfacen durante un tiempo. Después necesitamos algo nuevo, algo más. Una característica del ser humano es la insatisfacción.

Algunos estudios han demostrado que el dinero sí hace la felicidad, pero solo hasta cierto punto. Más allá de ese punto el dinero no significa gran cosa. Han encontrado también que la familia y la comunidad juegan un rol más importante en la felicidad que el dinero y la salud. Sí, la salud. “Una vida tranquila y modesta trae más felicidad que la búsqueda del éxito combinada con una constante inquietud”, escribió Einstein en un papelito poco después de enterarse de que había ganado el Nobel de Física en 1921. La notita fue vendida hace poco por 1,3 millones de dólares en Jerusalén. ¿Quién sería más feliz, el vendedor o el comprador?

Si tus niveles de insatisfacción son altos, olvídalo, no conocerás la felicidad. Solo la satisfacción con lo que eres y con lo que tienes te hará feliz. Pero, lo he dicho antes, el ser humano, por lo general, siempre quiere más. Este querer más, que ha sido el motor del progreso en la historia de la humanidad, es también su desgracia. Y el camino hacia su ruina.

*Esta nota debió salir ayer, 20 de marzo, Día Internacional de la Felicidad, pero no tuve tiempo de subirla a la web, lo que me hizo un poquito infeliz. Al subirla hoy me dije: más vale tarde que nunca, un proverbio que tiene su pequeña dosis de felicidad.

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