
En cuestión de días, el árbol pasa de tener el lugar más prominente en la sala de la casa a la basura de la calle.
Después del 6 de enero, día de Reyes, las calles de los barrios residenciales se van llenando de árboles de navidad abandonados en las esquinas, a la espera de que pase el camión recogedor de basura y se los lleve quién sabe a dónde. Pero eso a quién le importa, con tal de quitarnos el estorboso árbol de encima. El espectáculo de estos árboles, todavía verdes y frondosos, desechados en las aceras, es, quizá, uno de los mejores ejemplos de cómo opera nuestra sociedad de consumo rápido. Un par de semanas antes no había nada que deseáramos más que este árbol que ahora es un enorme fastidio.
Todo está calculado para que dure poco y se convierta prontamente en basura. Ahí está Apple, recortando deliberadamente la vida útil de la batería del iPhone para que, después de cierto tiempo, el aparato funcione mal y la gente tenga que comprar otra batería. O mejor, otro iPhone. El viejo irá a sumarse a las toneladas de chatarra electrónica que se multiplican todos los días en todas partes del mundo.

Es lo mismo que pasa con los árboles de navidad, cuya vida útil es de unas dos semanas. Producir árboles –así como producir baterías de teléfonos inteligentes– significa no solo el uso masivo de valiosos recursos naturales, sino de suelos que se degradan con esta producción. Y todo para dos semanas de disfrute. Al cabo de las cuales, el producto se habrá convertido en desecho. Se habrá perdido toda el agua que fue necesaria para cultivarlos, y habrá sido inútil el desgaste de los terrenos.
Quienes apoyan el comercio del árbol de navidad natural, argumentan que estos siempre se pueden reciclar. El año entrante, la familia podrá usar el mismo árbol. Al ver estos días las esquinas de las calles de mi barrio llenas de arbolitos abandonados, me pregunto, qué porcentaje de esos árboles son reciclados al menos un año más. La realidad es que casi nadie tiene espacio en su apartamento para guardar el árbol, así que, lo siento, la teoría del reciclaje no es muy convincente.

¿Qué pasa con los millones de árboles de navidad abandonados en las calles de las ciudades? En internet hay muchísimos artículos que dan respuesta a esta pregunta. Basta una pequeña búsqueda. Muchos de estos son entusiastas, y explican los múltiples usos que se les puede dar. El problema es que, mientras esto es verdad en teoría, en la práctica las cosas son menos felices. Con estos árboles sucede lo mismos que con el plástico, un producto que la gente normalmente piensa que se recicla en su mayoría. Pues bien, no es así, solo se recicla un pequeño porcentaje. Debido a los bajos precios del petróleo hoy día, resulta más barato producir nuevo plástico que reciclar el viejo. Por lo que, si te has propuesto este nuevo año reducir tu huella ecológica, lo que tienes que hacer es reducir tu consumo de plástico, pues la política del reciclaje puede ser engañosa.
Una pequeña parte de los árboles de navidad abandonados será reutilizada, sin duda, como madera, como abono, o como el árbol del año entrante. El resto terminará descomponiéndose y produciendo gases perjudiciales para el medio ambiente.
Un poco más de información sobre lo que pasa de verdad con los árboles desechados no nos vendría mal a los consumidores. Nos ayudaría a tomar una decisión en las próximas navidades.
También estoy de acuerdo contigo. Creo que el problema de fondo está en que para muchos el dinero es lo más importante, cuando, en mi opinión, el espíritu es más. El sistema capitalista que tenemos, de la propiedad privada sin límites, ampara el egoismo de los que teniendo más que suficiente se afanan en «cuanto más mejor» a costa del medio ambiente. Creo que es a estos a quienes hay pararles los pies, y no al consumidor; se trataría de abordar la raíz del problema; a mi juicio, la única solución eficaz. Pero, como he dicho antes, ¿quién se atreve a poner el cascabel al gato?
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Claro. Las grandes empresas multinacionales (especialmente las de energía fósil) con su avaricia desmedida son las principales responsables de la degradación del medio ambiente. Sin embargo, ya hay algunos que se están atreviendo a ponerle el cascabel al gato (las organizaciones ambientalistas), pero son todavía demasiado pocos, y el cascabel no hace mucho ruido.
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De acuerdo, Joaquín. Lo que yo he querido destacar aquí es sobre todo lo efímero del uso de las cosas es estos tiempo. Las cosas (ya sean áboles o televisiores) se producen para ser consumidas en poco tiempo y desechadas. Saludos.
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Tienes razón, pero si nos fijamos en los árboles, para ser justos, habrá que hacerlo también en los productos de telefonía, de televisión, de sonido, de informática, electrodomésticos, automoción, libros de texto y todo en general; de lo contrario nos habríamos centrado en el comercio más pobre y menos contaminante. Pero ¿quién se atreve a poner el cascabel al gato?
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