De judíos y moros en España

CastrilloMatajudSi en España no está mal visto ‘matar moros’ ¿por qué tendría que estar mal visto ‘matar judíos’?

Un pueblecito español llamado Castrillo Matajudíos votó el pasado domingo 25 de mayo a favor de un cambio de nombre del pueblo. Según leo en la prensa española, de las 52 personas que votaron en el referendo, 29 se pronunciaron por el cambio. La razón para esto parece obvia: si bien hasta 1945 eso parecía normal, hoy día esto de matar judíos suena demasiado incorrecto.

EscudoMatajudíosSegún los datos históricos el lugar se llamaba originalmente Mota de los Judíos porque desde el año 1035 la colina sirvió como asentamiento de judíos que eran perseguidos y despojados de sus bienes en otras regiones de la península Ibérica. El escudo del pueblo con la estrella de David da fe de esto. Pero en 1492 con la expulsión de los judíos de España, los que se quedaron, para salvar el pellejo se hicieron más papistas que el papa y rebautizaron el pueblo con un nombre seguro de no levantar sospecha: Matajudíos. Según los datos históricos que he encontrado en internet, el nombre habría sido pues idea de los mismos judíos conversos. Razón no les faltaba. Cuando tienes a la Inquisición pisándote los talones lo mejor que puedes hacer es ir mucho a misa.

El diario británico The Guardian, que escribió el mes pasado un artículo sobre este asunto, cita a un judío estadounidense que vive en España: “Francamente, no me sorprende que hay un pueblo llamado matajudíos, aunque es bastante asqueroso que hasta ahora no hayan pensado que podría ser una buena idea cambiarlo”. Y subraya que España tiene una larga tradición antisemita. Qué mejor ejemplo que la historia de este pueblo. Y qué mejor ejemplo aún, según esta persona, para probar que este antisemistismo está vivo que el hecho de que sólo ahora, casi 70 años después del holocausto, se les haya ocurrido cambiarle el nombre.

Hum… ¿será cierto que hay todavía mucho antisemitismo en España?  Como todos sabemos, los judíos no fueron los únicos expulsados de la península por los muy católicos reyes de Castilla y Aragón en el año de gracia de 1492. Los musulmanes también lo pasaron bastante mal. Los que no se fueron deportados, proscritos, desterrados, los que se quedaron, se tuvieron que convertir al catolicismo y al igual que los judíos conversos fueron objeto de toda suerte de sospechas y persecución.

400px-Santiago_matamorosMuy probablemente de esas épocas vendrá también el apellido Matamoros, un apellido relativamente corriente en España y en América Latina. A nadie le extraña que alguien se apellide matamoros. Mientras Castrillo Matajudíos es apenas un pueblecillo del cual hasta hace unos días nadie había oído hablar, quién que conozca un poco el país no habrá oído hablar del Valle de Matamoros en Badajoz. No se necesita mucha imaginación para suponer lo que pasó en ese valle hace cientos de años, acontecimientos de tal magnitud que incluso le dejaron un nombre muy peculiar a la zona. Sin embargo hasta ahora a ningún español se le ha ocurrido que es necesario cambiarle el nombre a ese valle. Como tampoco las miles de personas que se apellidan Matamoros están pensando cambiarse el nombre. Además, no hay que olvidar que el santo patrón de España es nada menos que Santiago Matamoros, quien se ganó ese atributo por haber ayudado a los cristianos en su lucha contra los musulmanes durante la Reconquista. Un santo.

Ah, a propósito, Matajudíos también existe como apellido pero es bastante más escaso que Matamoros.

Yo estoy de acuerdo con que lo de ‘matajudíos’ suena bochornoso. Pero me pregunto, ¿porque lo de ‘matamoros’ suena en cambio aceptable? A pesar de su pasado antisemita, nadie quiere matar judíos en la España de hoy. Al contrario, el Gobierno español ha invitado a los descendientes de los judíos sefardíes a regresar al país y adoptar la nacionalidad española. Mientras tanto, ¿qué pasa con los descendientes de los Omeya de Córdoba, o los descendientes de Boabdil de Granada? ¿Por qué a estos nadie los ha invitado?

Es comprensible que la gente quiera cambiar los nombres de los lugares cuando estos están asociados a hechos, circunstancias o personas que ahora nos resultan odiosas. No nos podemos imaginar una Avenida Hitler en el Berlín de hoy. Las propuestas de cambio son reflejo de la época en la que se producen. Y claramente la sociedad occidental de hoy día no está aún lista para aborrecer la idea de la normalidad de matar moros.

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