Hace varios años estuve de vacaciones en China, ese país del que tanto se habla como ejemplo de éxito por su crecimiento económico. Fue fascinante conocer Pekín, Shanghái, Hong Kong, visitar numerosos y maravillosos templos, la gran muralla, la ciudad prohibida, la antigua ciudad enmurallada de Pingyao, los guerreros de terracota y mucho más, sin embargo al regresar la impresión más marcada que me quedaba del viaje era la de la contaminación del ambiente. Por esos día escribí un artículo que todavía está por ahí en internet, China gris, y se puede ver en este enlace. El país y sus grandes ciudades estaban cubiertos por un velo de contaminación que no parecía disiparse nunca.
La mala calidad del aire en China ha estado esta semana en las primeras páginas de la prensa internacional. En los últimos años, a falta de medidas suficientemente eficaces para detener la deterioración del ambiente, la situación se ha agravado. El smog se ha ido haciendo más espeso. (Estas fotos son de estos días)
Imágenes como éstas me han hecho recordar una novela de ciencia ficción de John Brunner, The sheep look up, una distopia publicada en 1972. En la obra, el nivel de deterioro ambiental del planeta es tal que la gente, especialmente los niños, padecen toda clase de alergias, enfermedades respiratorias y de la piel. El mundo, un lugar extremadamente sucio y deprimente, ha llegado a ese estado por la codicia de los grandes poderes corporativos asociados a los gobiernos cómplices que no fueron capaces de regular el «crecimiento». Cualquier parecido con la realidad actual no es pura coincidencia.
Esto que en los lejanos años setenta parecía una profecía es ahora una verdad contundente en muchos lugares del mundo. China es por ahora el caso más grave, pero como los países persistan en usar carbón y otros medios fósiles de energía, la niebla tóxica que hoy está acabando con la salud de los chinos terminará extendiéndose a otras grandes ciudades del mundo. «Pensé que estaba nevando… hasta que me di cuenta de que no era nieve. Hace tiempo que no veo el sol», dijo una persona entrevistada estos días por un periódico en la ciudad de Harbin.
En China no se ve el sol. Ese es mi recuerdo de aquellas vacaciones, el de una niebla que cubre las calles, los paisajes y a la misma gente de un aspecto de tristeza y suciedad. El ambiente sucio es lúgubre, luctuoso.
El libro de Brunner narra la catástrofe ecológica que ya estamos padeciendo por la codicia, la falta de visión y el cortoplacismo de los que llevan las riendas del mundo. Se conocen las causas de la polución pero todos los días se planean nuevas perforaciones petroleras, y se sigue explotando el carbón. Mientras tanto el sol – la posibilidad solar – se va haciendo más invisible tras el velo tóxico del smog.
Más info sobre el smog en China:
6 de noviembre 2013: China’s Air Pollution Prompts Schools Closures, Warnings To Stop Outdoor Activities
[…] en ese entonces a nadie parecía importarle. La gente andaba por las calles moviéndose entre una bruma de smog como si fuera la cosa más normal del mundo. ¿Cómo es que no lo ven?, me preguntaba […]
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