¿Lenguaje inclusivo?*

Rompiendo las reglas.

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Yo crecí oyendo que “mi mamá tenía cuatro hijos”. A nadie se le ocurría preguntar, ¿son cuatro varones?, como hubiera sido obvio; sino que preguntaban en cambio, ¿cuántos niños y cuántas niñas? Pues se daba por sentado que en esos “cuatro hijos” cabía la posibilidad de que hubiera alguna niña. ¿Por qué? ¿Qué hacía suponer que pudiera haber alguna hija si se había mencionado claramente la palabra ‘ hijos’ ? La respuesta es: el genérico masculino.

La Real Academia de la Lengua Española RAE dice que, cuando en una frase el género no está marcado automáticamente incluye a ambos sexos/géneros. Esto era lo que le permitía a mi madre hablar de “sus cuatro hijos”, a pesar de que en el grupo había dos hijas. El uso del femenino para referirse a su descendencia solo hubiera sido posible de haber tenido ella cuatro hijas. Es decir, que hubiera estado marcada una presencia totalmente femenina.

Como es de suponer, a quienes hoy promueven el lenguaje inclusivo, esto del ‘género no marcado‘ como género dominante en la frase no convence como argumento para seguir manteniendo esta regla. Una regla que proviene del latín, lengua de la cual procede el español. Y como sabemos, el latín era la lengua de la antigua Roma, y la cultura romana era tremendamente androcéntrica.

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Pero hoy vivimos en otros tiempos. Hoy se habla por todas partes de ‘inclusividad’. Cada ser humano, independientemente de su cultura, su raza, su sexo/preferencia sexual, su nacionalidad, su posición en la sociedad, y muchos otros criterios más, quiere ser incluido, quiere que se le dé visibilidad. Quiere salir igual de bien en el retrato del grupo. Esta inclusión debe expresarse en todos los ámbitos de la sociedad (en el trabajo, la universidad, el colegio, la calle), y por eso también en el lenguaje.

Quienes abogan por el lenguaje inclusivo proponen de hecho cambiar el lenguaje, cambiando algunas reglas gramaticales. Pero, ¿serviría de algo cambiar el lenguaje?

Quienes está a favor del cambio piensan que la visibilidad en la lengua se traducirá en una visibilidad de la mujer en la realidad. Pero, ¿será cierto esto? ¿Llegará a su fin el patriarcado si decimos ‘todes’ para referirnos a un grupo mixto? La duda viene del hecho de que existen muchas lenguas que no diferencian los géneros, es decir, en las que un único y mismo género sirve para designar lo masculino y lo femenino. Sin embargo esto no ha hecho más igualitarias las sociedades en donde se hablan esas lenguas. Como por ejemplo, en la lengua turca los sustantivos no están asignados a categoría por género, sin embargo la sociedad turca ha reproducido históricamente los mismos patrones patriarcales (androcéntricos) que en países cuyas lenguas sí diferencian los géneros y someten el femenino al masculino genérico.

Además de lo anterior, la inclusividad a toda costa tiene un lado problemático porque a veces nos mete en un callejón de difícil salida. Desde que se empezó a presionar con el tema de la lengua inclusiva, con frecuencia nos sentimos frenados/as: ¿y ahora qué hago, cómo lo digo para que mis lectores/oyentes feministas (o con simpatías feministas) no se ofendan; o para que los que se oponen categóricamente al lenguaje inclusivo no se molesten? Esta es un experiencia propia que le he oído decir a mucha gente. El habla y la escritura cotidianas (de todos) se ven afectadas por la presión de la inclusividad. Y es muy fastidioso encontrarse en ese punto en el que te preguntas, ¿y ahora, cómo lo digo? Es de esos momentos en los que te pones a hacer consideraciones en pro y en contra de usar tal o cual forma para no ofender a alguien por su preferencia sexual, por su género, su etnia, su raza…., en fin.

Cómo lo decimos quienes nos negamos a usar la @, la x (la impronunciable todxs) o la e (todes), pero no queremos ser excluyentes. Es decir, ¿cómo satisfacer a todo el mundo?

De nuevo, este tipo de dilemas lingüísticos surge con los cambios que estamos viendo en el mundo de hoy. Muchas cosas que antes se daban por sentadas, ahora han sido cuestionadas, particularmente en materia de género (sexo), y de identidad. La sociedad está dejando (o al menos eso se pretende) de ser patriarcal. Las mujeres ya no tienen (o al menos se pretende avanzar en esto) un rol inferior en la sociedad.

La presión por el uso del lenguaje inclusivo (que nos guste o no) es un reflejo de los cambios que se producen en el mundo de hoy. Por eso hay que tratar de entenderla también desde esta perspectiva. No es algo que ha caído en paracaídas del cielo, algo traído de los cabellos, sino que tiene su explicación en los desarrollos sociales de las últimas décadas.

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Pero es una cuestión para la que hay que tener paciencia. Solamente el tiempo les dará la razón a quienes se oponen categóricamente a cualquier cambio gramatical propuesto por la inclusividad, o a quienes insisten en ello porque es lo más justo. Pero hay que tener claro que, en este último caso, no querrá decir necesariamente que la sociedad se ha vuelto menos patriarcal. Pues, de nuevo, el hecho de que se hable inclusivamente no es garantía de una sociedad más igualitaria.

Desde hace mucho tiempo —desde que reflexionaba sobre “los cuatro hijos” de mi madre que no eran todos varones— siempre me pareció ‘injusto’, o mejor, inexacto, el uso del genérico masculino. Pero es de esas cosas que se piensan pero se quedan ahí. Porque era la normalidad. Como era ‘normal’ hace solo un poco más de medio siglo que las niñas estudiaran solo ciertas carreras consideradas aptas para las mujeres. Como eran perfectamente normales y estaban bien vistas muchas cosas que ahora nos parecen ridículas.

En algún momento (cuando saltó el tema de la inclusividad a la esfera pública) decidí que para que esto fuera menos inexacto, en mi uso habitual del lenguaje me inclinaría a favor de una forma en la cual el género mayoritario definiera el artículo. Así, si en un grupo hay más mujeres que hombres usaría el femenino. Y al revés. Porque ahora que se habla tanto de inclusividad, es imposible ignorar el asunto tan fácilmente, ¡Cómo vamos a seguir designando un grupo en el que hay 80 mujeres y un solo hombre con el artículo masculino! Como quiere la RAE, y muchos otros.

Al mismo tiempo creo que no se debería imponer ahora una nueva regla que establezca esto. Porque la inclusividad no debería obligarse. Caeríamos en la misma actitud fundamentalista de la RAE al haber decidido categóricamente en contra de la inclusividad. El lenguaje es un instrumento que se está creando y recreando continuamente por las personas que lo hablan y lo escriben. Y si el habla y la escritura rompen la reglas de manera continua y sistemática (como podría suceder con la inclusividad), ¡qué pena!, pero se romperán. Habrá que cambiar las reglas para que se ajusten a la nueva manera de hablar; lo que quiere decir también, se ajusten al nuevo tipo de sociedad en curso.

Si el uso generaliza el artículo ‘les’ para incluir ‘los’ y ‘las’, deberá ser aceptado por los académicos. Ellos reconocerán que es mucho más eficiente que decir “los y las estudiantes”. En resumen, yo creo que la inclusividad tiene futuro. Y tiene sentido. Pero hay que darle tiempo.


*Esta entrada es un extracto de una charla informal sobre el tema que di la semana pasada en el Ateneo Cultural Hispánico, Ámsterdam.

2 opiniones en “¿Lenguaje inclusivo?*”

  1. Efectivamente la lengua siempre está en transformación con el uso que le dan los hablantes y el resultado lo iremos viendo con el paso del tiempo, si la sociedad también continúa cambiando en esa dirección. Porque me parece en estos momentos hay muchos países que están retrocediendo, no sé solo en la igualdad de la mujer, sino en cuanto al respeto a los derechos humanos en general.
    Ya veremos.

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