El ascenso del etnonacionalismo

Foto de Colin Lloyd, en Unsplash

¿Qué tienen en común Donald Trump, Geert Wilders, Bibi Netanyahu, Marine Le Pen, Narendra Modi, Viktor Orban, Giorgia Meloni… (entre otros líderes políticos de estos tiempos que no menciono aquí para no hacer demasiado larga la lista)? Pues que todos ellos promueven políticas divisionistas, segregacionistas, con la identidad religiosa y étnica como bandera: primero nosotros, nuestra raza, nuestra lengua, nuestra religión, nuestra cultura, nuestros valores, nuestras tradiciones. Todo lo demás es desechable.

No hay nada más antihistórico que esta postura. En la historia, las grandes naciones se han formado gracias a la llegada e integración de nuevas culturas, nuevos pueblos, con sus lenguas, sus expresiones artísticas, sus costumbres culinarias, sus conocimientos, sus modos de vida. Al cerrar la puerta a los otros una sociedad se condena al estancamiento.

Imagen de: motargument.se

Esos políticos son los ‘etnonacionalistas’, un término que aparece últimamente con frecuencia en los análisis políticos del mundo de hoy. En el espectro tradicional de ‘derecha e izquierda’, ellos se ubican en la extrema derecha. Son xenófobos, ultra conservadores (le tienen alergia a todo lo que represente algún cambio), creen en sistemas jerarquizados. Mientras les conviene la globalización en lo económico, que sus mercancías circulen por el mundo, les tienen horror a los intercambios culturales, y más aún a la migración de los pueblos, un fenómeno que aparece en la historia de la humanidad desde tiempos primitivos. Y en lo referente al clima, son negacionistas. Que hace mucho calor, que los ríos se están desbordando y se están inundando las ciudades, que los bosques se están incendiando… ¡Bah, tonterías! Estas tragedias siempre han sucedido, dicen.

Cada vez más gente en el mundo se está dejando seducir por estas posiciones extremas. El resultado global de las pasadas elecciones al Parlamento europeo da cuenta de esto. Los etnonacionalistas van en ascenso. La Unión Europea, con todas sus imperfecciones, representa, no obstante, la diversidad, el secularismo, la integración. En estos tiempos de crisis climática, estos valores son necesarios para construir una política continental sólida para enfrentar los problemas del cambio climático. El poder adquirido por los sectores etnonacionalistas hará retroceder los proyectos medioambientales que se venían construyendo desde el Acuerdo de París, e incluso desde antes.

Un fenómeno interesante que se ha visto en estas elecciones europeas es la aparición de nuevos partiditos de ultra extrema derecha, grupos que no existían hace pocos meses y que en un breve tiempo han crecido hasta obtener dos o tres asientos en el Parlamento. Estos partiditos, en su etnonacionalismo, se atreven a ir aún más lejos que la extrema derecha, que no se caracteriza precisamente por su prudencia en sus declaraciones. No tienen miedo a usar un lenguaje claramente fascista, racista, xenófobo y homófobo, como una manera de atraer el voto de los sectores más viles de la sociedad. De esa gente que cuelga mensajes de odio, infamantes, y calumnias en las redes sociales. Y les ha funcionado.

Un buen ejemplo de esto es el partido creado por el español Luis Alvise Pérez, un influencer muy activo en las redes sociales, con millones de seguidores. Un tipo para quien el partido español de extrema, Vox, no es lo suficientemente extremo. Casi da risa.

Otra consecuencia de esta oleada de extremismo etnonacionalista en Europa, es que la derecha tradicional, en su afán por mantenerse a toda costa en el poder, también se está dejando seducir por los extremos. En el Parlamento europeo, el bloque mayoritario de centro-derecha está ahora dispuesto a hacer concesiones al fascismo que antes hubieran sido inaceptables. Concesiones sobre todo en materia de política para el clima, un asunto de tanta urgencia en el que cualquier paso en reversa va a tener enormes consecuencias. Esto es algo que está sucediendo ya a nivel de los países en donde han triunfado partidos etnonacionalistas, como en Holanda. Mientras que lo que se necesitaba en este país era un freno al sector agropecuario porque los niveles de contaminación de suelos y cuerpos de agua sobrepasan los niveles del resto de Europa, la política agraria del nuevo gobierno, bajo la ideología de Geert Wilders, le da carta blanca a este sector para que siga contaminando. Con el apoyo del centro y la derecha tradicional.

Francia podría estar a punto de convertirse en otro país con un gobierno de alianza entre el macronismo de centro y el extremismo fascistoide de Marine Le Pen/Jordan Bardella, otro joven fenómeno TikTok. En Alemania, en semanas recientes una parte de la población salió a la calle a protestar contra el ascenso de los etnonacionalistas de la AfD, Alternativa para Alemania. No sirvió de mucho. La AfD obtuvo el segundo lugar en las elecciones europeas, por encima de los social demócratas, de los verdes y de los liberales, los tres partidos que conforman el actual gobierno alemán.

Algunos analistas políticos han señalado que los términos ‘derecha’ e ‘izquierda’ para referirse a los dos campos opuestos en la arena política son hoy inadecuados. En su lugar prefieren hablar de ‘etnonacionalistas’ y ‘cosmopolitas’. Los primeros, ya los hemos definido, no entienden de pluralismo, de convivencia ni de fraternidad, como no sea con su propio grupo étnico. Los segundos serían una población más secular, más urbana, que ha viajado bastante, está más dispuesta a tolerar la diversidad, y ve la crisis climática no en dimensiones nacionales sino planetarias.

Y aunque no toda la derecha es etnonacionalista, parece que, tal como van la cosas, para allá vamos.

En el Parlamento europeo, el bloque de la extrema derecha se llama “Identidad y Democracia”. Lo que se podría traducir como: ‘democracia solamente para los idénticos a nosotros’.

Foto de Marija Zaric, en Unsplash

2 opiniones en “El ascenso del etnonacionalismo”

  1. Muy preocupante, en especial el ascenso del influencer ese. También los de AfD se apoyan en Tik Tok y sus seguidores pasan por alto las acusaciones de espionaje para Rusia y China. Y con el cambio climático ya ni nos queda la alternativa de huir a una isla desierta.

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    1. Tienes razón, Karen. Dicen que la historia avanza en oleadas. Ahora se nos viene una ola fascista, no solo en Europa. La esperanza es que pase, y la gente vuelva a votar por propuestas más democráticas con conciencia del drama ambiental. Saludos.

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