
El Foro Social Mundial en tiempos de ISIS.
Bueno, se podría decir que mi viaje comenzó anticipadamente, el miércoles 18 de marzo con la noticia del atentado frente al museo El Bardo. Desde entonces vengo leyendo todo lo que aparece sobre Túnez -como este buen análisis sobre la ‘exitosa’ primavera árabe tunecina- que es casi como estar allá antes de tiempo.
Mi viaje tenía -tiene- un doble objetivo: primero, asistir al Foro Social Mundial, que este año por segunda vez se desarrolla en Túnez, y segundo, visitar Cartago y otros sitios de la historia antigua de occidente. Quiero ver Cartago, saber más sobre las guerras púnicas, Aníbal, Amílcar, Salammbó, y sobre tantos nombres más que hacen parte de un imaginario casi fantástico e inaccesible de esa región del mundo. Sin embargo los sitios y los nombres son reales -lo fueron. Por lo que hoy son las calles de la ciudad de Túnez caminó y peleó Aníbal hace miles de años. Es difícil no dejar volar la imaginación. Pero antes de la historia, el presente.
Así como el uno por ciento rico del mundo de hoy se reúne todos los años en enero en la ciudad de Davos (Suiza) a celebrar el Foro Económico Mundial y ver cómo se reparten y organizan entre ellos la riqueza (aunque ellos dicen que es para mejorar el mundo), las ONG de la sociedad civil, representantes de los de abajo, de los desposeídos, se reúnen también en algún lugar de América Latina o de África a ver qué se puede hacer para detener las ambiciones de los grandes poderes económicos. Esto es el Foro Social Mundial, cuatro días de encuentro de personas que creen que se necesita una globalización diferente a la que ahora se desarrolla. «Otro mundo es posible», es el lema, un mundo más justo y equitativo en el que todos tienen acceso, sin excesos de producción y de consumo, un mundo con una economía y un desarrollo sostenibles, sin contaminación de suelos y océanos, sin deforestación de selvas y bosques. En breve, lo que se quiere es ponerle freno a la avaricia de unos pocos, y cambiar el destructivo modelo neoliberal de producción claramente en crisis.
En el actual contexto de yihadismos y extremismos religiosos en el África y el Medio Oriente, hoy más que nunca los Gobiernos, no solamente los de los países en desarrollo sino sobre todo los Gobiernos de los países ricos, deberían prestar más atención a estos llamados de la izquierda democrática. Qué mejor manera de enfrentar el terrorismo de algunos grupos islámicos que ofreciendo a la población una respuesta social y económica adecuada. Cito estas frases de un documento suscrito por el comité organizador del Foro de 2015 refiriéndose al Magreb: «La región pasa por evoluciones que inspiran profunda preocupación. Los gobiernos de los últimos tres años no han sido capaces de formular e implementar alternativas para responder a las preocupaciones de los jóvenes en busca de libertad y de empleo, de las mujeres que buscan la igualdad, de los movimientos sociales que buscan la justicia social. Por el contrario, en toda la región el flujo de armas y la violencia de los extremistas religiosos se enraízan, las políticas neoliberales dictadas por el Banco Mundial y el FMI están presentadas como la única solución, y los movimientos sociales y democráticos están criminalizados».
No es con dictaduras militares al estilo de Egipto, o con sociedades más armadas y militarizadas que van a detener el auge de ISIS y de sus simpatizantes dispuestos a disparar a quemarropa a cualquiera en la calle con el único fin de desestabilizar y generar terror. Para que la ‘primavera árabe’ sea verdaderamente una primavera es necesario que los Gobiernos comiencen por escuchar a estos movimientos sociales y pongan en marcha políticas que reduzcan la injusticia y la desigualdad.
Mañana me voy a Túnez, a ver qué pasa.
Continuará…