Qué hacer con las ‘incorrecciones’ de las viejas óperas

¿Se puede cambiar el libreto de una ópera, o de una obra de teatro clásica, para adaptarla a la agenda política del presente? ¿Por qué no mejor crear nuevas obras?

Cubierta de la primera edición de la partitura

Pongamos el caso de la ópera Madama Butterfly compuesta por Giacomo Puccini en 1904. La trama se desarrolla en el Japón de esos años, un país que el compositor nunca había visitado, y lo poco que debía saber de la cultura japonesa estaba sin duda basado en las fantasías europeas que se tenían entonces de aquellas lejanas tierras. La ópera cuenta la historia de una geisha de 15 años seducida por un oficial americano. Después de una noche de pasión en la que le promete falsamente matrimonio, (en realidad se está burlando todo el tiempo de ella), el hombre la abandona. Una típica historia que reproduce el comportamiento del macho, arrogante, colonizador, sexistas y racista, que se aprovecha de una pobre muchacha, a la que considera inferior racial y socialmente. Al final (espóiler) la pobrecilla se suicida clavándose el cuchillo de su padre.

Continuar leyendo «Qué hacer con las ‘incorrecciones’ de las viejas óperas»

Todos somos racistas… en mayor o menor medida

Imagen de Markus Spiske, Unsplash —

Dos o tres cosas sobre el racismo que se me han ocurrido después de ver la serie de Harry y Meghan en Netflix.

¿Viviremos alguna vez en una sociedad ciega al color de la piel de la gente? Una sociedad en la que, cuando vemos a un hombre negro no vemos en primera instancia a un negro sino a un hombre. En la que nadie se dé cuenta de que eres blanca, asiática, hindú, latina, lo que sea, sino que eres en ante todo solo una mujer, a la que se le añaden después los atributos necesarios, nacionalidad, profesión, carácter, etc.

Por el momento, está claro que este no es el caso. Todos somos identificados inmediatamente — cuando no se sabe nada de nosotros, no se sabe cómo nos llamamos, qué nacionalidad tenemos, qué hacemos en la vida— por nuestra apariencia: color de piel, tipo de pelo, ojos, nariz, facciones, rasgos físicos en general. Esto no es que sea malo en sí. La apariencia externa le ayuda al otro a hacerse una idea (no necesariamente correcta pero eso no importa en el momento) de la persona desconocida que tiene enfrente, y lo prepara para saber cómo tratarla y para saber qué puede esperar de ella. Lo malo está cuando esa identificación viene acompañada de prejuicios culturales y raciales, como suele suceder.

Continuar leyendo «Todos somos racistas… en mayor o menor medida»