Un Centro Erótico

¿Lograrán desmantelar el barrio rojo de Ámsterdam?

Mientras el mundo anda enzarzado en bombardeos, genocidio, más armas para la OTAN, amenazas arancelarias de Donald Trump, calentamiento global, extinción de especies…, la capital del pequeño reino de los Países Bajos, Ámsterdam, discute qué hacer con las prostitutas del famoso ‘barrio rojo’ de la ciudad. Ellas, por supuesto, solo quieren que las dejen trabajar en paz, pero a la Alcaldía se le ha ocurrido que el barrio se ha vuelto invivible, y lo mejor es trasladarlas, creando un centro erótico en otra parte de la ciudad.

En Ámsterdam está prohibido practicar la prostitución en las calles. Pero es legal practicarla desde las ventanas de las casas. Así, en Ámsterdam no se ven prostitutas caminando de una esquina a otra esperando a que aparezca un cliente. De esta manera surgió el fenómeno que se conoce como ‘prostitución de ventana’, que tiene algunas ventajas para las personas que se dedican a este oficio: no pasan frío en el invierno, y están más resguardadas de posibles ataques.

Foto del website AmsterdamRedLightDistrict

La propuesta de la Alcaldía, que está en manos de partidos de izquierda que tienden a tener simpatía por los sectores populares y marginados, no es del todo arbitraria. Querer desmantelar el barrio rojo se puede entender como parte de un proceso de recuperación de esa zona céntrica y una de las más antiguas de la ciudad, hoy en estado de deterioro, en donde, además, se mueve una pequeña criminalidad asociada a la venta de drogas. Pero no deja de ser muy controvertida, por diversas razones, pero sobre todo por una en particular: el aumento desbocado del turismo que atrae este barrio. Esto es casi la principal causa del deterioro de esa zona del centro.

Foto del website AmsterdamRedLightDistrict

Todo el que viene como turista a Ámsterdam lo primero que pregunta es dónde está el barrio rojo. De Wallen, como se llama en holandés el barrio. Un poco de mito, un poco de propia fantasía, otro poco de morbo y simple curiosidad impulsa a todos los visitantes a acercarse en algún momento por esas callecitas estrechas, de ventanas iluminadas con luces rojas, tras la cuales una persona semidesnuda se ofrece como mercancía. De noche el barrio tiene un ambiente de decadencia cinematográfico que seduce al visitante curioso. Yo siempre les digo a los amigos que vienen por acá y que quieren visitar el sector, vayan de noche. Porque de noche, bajo el ambientillo mágico de las luces de neón de los clubes nocturnos, todo se ve más bonito. No se ve lo que se ve a la luz del día, la realidad de la inmundicia de las calles, la basura, los desperdicios, la porquería, botellas rotas, la grasa en suelos y paredes. Los carros del servicio de aseo urbano pasan por ese sector cuatro veces al día, pero después de un rato es como si no hubieran pasado nunca.

Foto de Pradheep Rajendirane, en Unsplash

Ámsterdam es una ciudad pequeña con menos de un millón de habitantes, que recibe anualmente más de veinte millones de turistas. Las toneladas de basura que se generan a diario en esas y otras calles del centro de la ciudad no la producen los clientes de las prostitutas. La producen las hordas de visitantes que al encontrar las papeleras llenas, porque no dan abasto, arrojan bolsas plásticas, vasos desechables, y los restos de comida rápida al suelo. Se trata de un turismo barato, cannabis, cerveza, pizza, patatas fritas y hamburguesa. El espectáculo que dejan sembrado resulta no solo atractivo para aves y roedores, sino para el montón de mendigos que merodean por allí en busca de latas y botellas vacías para cambiarlas por unos centavos en algún supermercado aledaño.

La alcadesa quiere trasladar el barrio rojo al Europaboulevard, un sector súper tranquilo, es decir, súper aburrido del sur de la ciudad, a donde no va nadie, a menos que viva o trabaje por allí. Como es de suponer, a las trabajdoras sexuales esta mudanza no les convence para nada, van a perder clientela. Razón no les falta. No muchos hombres con necesidad de un polvo rápido van a querer aventurarse por esos lados. Pero las cosas podrían no salir tan mal porque el proyecto del Centro Erótico está pensado en términos más amplios que el mero trabajo sexual. El centro erótico ofrecerá también un espacio para la cultura, el entretenimiento erótico y no-erótico, y funcionará además como centro comercial minorista, con una amplia zona de restaurantes, cines, teatros, y zonas de inclusividad para la comunidad LGBTIQ+. Esto último es importante porque la actividad sexual del actual barrio rojo es básicamente heterosexual. Las trabajadoras son por lo general mujeres y los clientes solo hombres.

De modo que el centro erótico aunque esté ubicado lejos de todo, ofrece una ventana nueva para otras sexualidades, todo dentro del espíritu de inclusión que caracteriza a esta ciudad.

Foto de Peyman Shojaei, en Unsplash

No es seguro que la iniciativa logre desplazar al turismo cannabinoso y cercevero del centro al sur de la ciudad, pero sí es muy posible que propicie su disminución en los Wallen, y con ello el ambiente pesado, el desorden y la basura que dejan. Que es justamente lo que quieren los habitantes del sector, la gente que simplemente vive por ahí y no está involucrada con ninguno de los negocios que se mueven en esas calles.

Pero como las cosas nunca son sencillas, al mismo tiempo mucha de esa gente también teme que una mudanza de las prostitutas le reste al barrio el alma que siempre lo ha caracterizado, ese sentido de normalidad amsterdamesa que sabe convivir entre las cosas más opuestas. Así, al lado de la iglesia más antigua de la ciudad, la Oude Kerk, se exhiben en una ventana unas muchachas en bikini haciendo poses provocativas, al otro lado hay un coffeeshop de cannabis, más allá una tienda de objetos sexuales, otra de parafernalia turística, más allá una señora pensionada sale con su caminador a hacer las compras del día, o una familia común y corriente con dos niños pequeños van a la escuela también no lejos de allí. A la gente del barrio le preocupa que el destierro del negocio sexual y otros asociados, se traduzca finalmente en un proceso de gentrificación, como ha sucedido en otros barrios de la ciudad, por el cual se desplaza a una población pobre hacia la periferia, se renuevan las casas, se limpian y rediseñan las calles y los precios se disparan.

¡Quién sabe! El proyecto se demora todavía varios años. Por ahora la ciudad está debatiendo el tema. Los amsterdameses pueden dejar su opinión en la web de la alcaldía, que ha prometido tener seriamente en cuenta la voz de los ciudadanos. Dicen que ni siquiera se trata de desmantelar completamente el barrio, pero sí de reducirlo a dimensiones más manejables para la administración pública.

Y mientras siguen cayendo bombas sobre Gaza y Ucrania, aquí en Ámsterdam nos estamos preguntando si será buena idea o no exiliar a las prostitutas del barrio rojo.

Foto de Gio, en Unsplash

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.