Las fiestas de los superricos son superfiestas. Acontecimientos que se salen espectacularmente de lo común. No pueden ser de otra manera, para eso tienen la riqueza. Un buen ejemplo de esto lo hemos visto estos días con el casamiento de Anant Ambani, hijo del empresario más rico de Asia, con Radhika Merchant, su también muy millonaria novia.
Una fiesta de tres días, precedida por tres prebodas, cada una igualmente de varios días de duración y a cual más fastuosa, con espectáculos e invitados de los circuitos más poderosos (Bill Gates, Mark Zuckerberg…), encumbrados y glamurosos de ese mundo en donde todo lo que brilla (y hasta lo que no brilla) es oro.
Cualquiera pensaría que esas bodas majestuosas de bellas princesas con apuestos príncipes, bodas de días y días de duración, con derroche de lujo, banquetes de gala, los más famosos músicos del reino, las más ricas joyas, vestidos de sofisticada seda y pedrería, y los más exquisitos manjares y bebidas, eran cosas de las historias del antiguo oriente, relatos hace tiempo sucedidos, inventados por alguna Scheherazade. Pero no. Las bodas de los cuentos de hadas no tendrían nada que envidiarle a la de esta poderosa pareja.
Las familias de estos novios poseen ‘fortunas desmesuradas’. Como suelen ser las fortunas de los ultra ricos hoy día: desmesuradas. Por eso era de suponer que, al casarse la pareja, la fiesta de boda fuese descomunal, desproporcionada, desmedida…, no hay adjetivos para sintetizar la enormidad de este evento. En alguna red social por ahí alguien muy entusiasta escribió que se trataba de un suceso de “magnitudes épicas”. Bueno, ¡épica! A menos que nacer y crecer en medio de la opulencia sea un acto heroico.
Como bien sabemos, la India, el país de esta dichosa pareja, ha conocido un desarrollo económico impresionante en los últimos años. Pero también sabemos que, a pesar de ello, una cuarta parte de las 1.400 millones de personas que habitan el país padece hambre y no tiene acceso a mínimas condiciones de salud y educación. Es decir, unos 350 millones de indios viven en la pobreza extrema. Para tener una idea de lo que significa la cifra de 350 millones de personas, pensemos en que esa es más o menos la totalidad de la población de Estados Unidos. Imaginemos a toda la población estadounidense viviendo en la miseria. Esa es la India.
La fiesta ha sido en Bombay, que con 20 millones de habitantes es una de las ciudades más densamente pobladas del mundo. De ellos, nueve millones no tienen casa y viven en improvisados tugurios. Para corregir un poquito esta desgracia, los bendecidos novios, con motivo de su propia boda, y para neutralizar de paso en algo las críticas que alguna prensa malpensada ha hecho de esa opulencia, realizaron algunos actos caritativos, como organizar una boda para cincuenta parejas humildes de la ciudad, a las que les regalaron algunas joyitas, 1200 dólares en efectivo, algunos electrodomésticos y alimentos para vivir un año. Tan conmovedora muestra de generosidad debió dejar felices y con la conciencia en calma a Anant y Radhika.
Un gesto que hace recordar esas historias en las que, por alguna celebración especial, los reyes y los príncipes de otras épocas arrojaban monedas (de baja denominación) a los pobres de la ciudad, que corrían felices a recogerlas pensando en lo buenos que eran sus soberanos. La moneda les servía para comer dos o tres días. ¿Cuánto durarán 1200 dólares en la billetera de una pareja de recién casados en la India?
No es por criticar pero, si querían mostrarse generosos, han debido consultar con gente que sabe sobre esos temas del alivio a la pobreza. ¿Por qué no abrieron un fondo para construir vivienda para, al menos un pequeño porcentaje de esos que no tienen ni donde caerse muertos? Alguien que los asesorara sobre la construcción de escuelas y hospitales. Pues para levantar dos o tres de estas instalaciones ellos tienen plata de sobra. ¿Por qué no promovieron un plan de infraestructura sanitaria en las zonas rurales, la construcción de baños en esas regiones en las que las mujeres tienen que hacer sus necesidades en el monte, exponiéndose a que las violen, como sucede hoy. Debe ser porque es más fácil arrojar monedas a la calle.
¡Mil doscientos dólares y unos electrodomésticos! ¿Se aseguraron al menos que esas parejas tenían casa para poner los electrodomésticos, y luz eléctrica para hacerlos funcionar?
Dicen que Anant adora los animales. Su familia ha construido el zoológico más grande del mundo. Un superzoológico, claro, que supera a todo lo que en este género existía antes en el mundo, con centenares de especies de todos los rincones del planeta, y modernas instalaciones médicas para atender a los animales. Hum, debe ser que los Andani no se han enterado del mal estado de la infraestructura hospitalaria de su país. Pero en fin, cuando uno ama tanto los animales…
Lo que le pasa a los superricos es que pueden pasarse toda la vida sin cruzarse nunca en su camino con un superpobre. Y lo que no se ve no existe. Los pobres por su parte, según dicen algunos —no sé si será verdad— a lo único que aspiran es a volverse ricos, ojalá superricos, para divertirse en grande. Muy en grande, como debe ser.




