El otro día viendo un reportaje de la televisión holandesa en Afganistán, un joven talibán acompañado de un niño de tres años, responde las preguntas del periodista. Su máxima aspiración, dice, la realización de su vida, está en morir en un ataque suicida contra el enemigo (los americanos). Toda su vida se ha preparado para un momento así. Después de lo cual – y lo dice con una sonrisa amplia, sincera, la sonrisa de un hombre bueno y feliz, – tendrá ganado el paraíso en donde vivirá una felicidad eterna. Ni la menor sombra de duda cruza su rostro cuando dice estas palabras. La escena sucede en un lugar no especificado del país, en medio de un paisaje impresionante de montañas y un cielo azul.
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