Qué hacer con las ‘incorrecciones’ de las viejas óperas

¿Se puede cambiar el libreto de una ópera, o de una obra de teatro clásica, para adaptarla a la agenda política del presente? ¿Por qué no mejor crear nuevas obras?

Cubierta de la primera edición de la partitura

Pongamos el caso de la ópera Madama Butterfly compuesta por Giacomo Puccini en 1904. La trama se desarrolla en el Japón de esos años, un país que el compositor nunca había visitado, y lo poco que debía saber de la cultura japonesa estaba sin duda basado en las fantasías europeas que se tenían entonces de aquellas lejanas tierras. La ópera cuenta la historia de una geisha de 15 años seducida por un oficial americano. Después de una noche de pasión en la que le promete falsamente matrimonio, (en realidad se está burlando todo el tiempo de ella), el hombre la abandona. Una típica historia que reproduce el comportamiento del macho, arrogante, colonizador, sexistas y racista, que se aprovecha de una pobre muchacha, a la que considera inferior racial y socialmente. Al final (espóiler) la pobrecilla se suicida clavándose el cuchillo de su padre.

Una historia de traición y pedofilia que al final el público aplaude entusiasmado. Porque la música de Puccini es preciosa, y mientras se escucha, nadie piensa en que la narración reproduce el estereotipo del hombre blanco fuerte y la mujer débil. Quién sabe cuántas veces habrá sido llevada esta ópera a los grandes escenarios en todo el mundo sin que nadie hubiera protestado nunca por esta glorificación del macho y su víctima. Pero esto ha cambiado en los últimos tiempos.

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A muchos directores artísticos de hoy, comprometidos con los valores de la diversidad-igualdad-inclusión, les resulta inaceptable reproducir tal cual en sus nuevas puestas en escena los libretos de óperas como ésta, entonces se las arreglan para introducir cambios que les den a los personajes y a las historias una imagen más acorde con las posturas ideológicas de la actualidad. Así por ejemplo, una realización reciente de Madama Butterfly en Holanda, con un ánimo ultra feminista, transforma a la joven geisha en una emperatriz china que junto con su pueblo se defiende de los colonizadores extranjeros. Se entiende la intención, pero, ¿representa esta revisión artística verdaderamente un avance cultural?

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Hay gente a la que le gustan estas alteraciones. Pero otros -como yo- son menos entusiastas. En todo caso, el asunto no deja de ser controvertido. Una representación de 2022 de Fidelio de Beethoven en Nueva York introdujo cambios en el libreto para adaptarlo a la ideología de Black Lives Matter. No hacía mucho había sido asesinado George Floyd. En el mundo operístico neoyorquino hubo un tremendo debate alrededor de este cambio. A algunos les gustó, otros hablaron con desprecio de un “Beethoven woke”. Otro caso similar fue el de la representación de La Historia del Soldado (1918) de Stravinsky, también en Estados Unidos en 2022, que cuenta en su versión original la historia de un soldado que es engañado por el diablo, y al que le ocurren una serie de desventuras. La versión de 2022 convierte al soldado en un soldado negro americano durante la guerra de Vietnam. El problema con este cambio es que se pierde el espíritu de la versión original de Stravinsky, asociado con fantasías de leyendas rusas.

Si alguien quiere contar en una ópera la historia de un George Floyd, ¿por qué no escribir una nueva ópera de calidad con ese tema? ¿Qué necesidad hay de utilizar una vieja obra, como Fidelio, y hacerle recortes y pegostes para adaptarle nuevos personajes, y giros temáticos que en nada convienen a la ópera original. Bastante falta hace que se produzcan nuevas obras con las temáticas de la actualidad. Los modernos libretistas y compositores, en vez de darse a la tarea de deformar a los clásicos porque los consideran ‘incorrectos’, ¿por qué no crean nuevas producciones que introduzcan la diversidad-igualdad-inclusión, y todos los asuntos controvertidos de esta época?

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La revisión artística no representa un avance cultural. El problema de este tipo de revisiones tan profundas es que destruye el pasado, la época en la que sucede la historia o la época en la que fue creada. Ahora vivimos en otra época, pero en aquel momento las cosas sucedían así… aunque no nos guste. Esto no significa una glorificación del pasado, sino la narración fiel de una realidad pasada. Si la cambiamos, se corre el riesgo de que se olvide cómo fueron las cosas alguna vez.

Por otro lado, no podemos juzgar a los autores del pasado aplicando los puntos de vista de hoy. Está claro que Mozart caricaturiza a los musulmanes en el Rapto del Serrallo, y se burla de las mujeres en Cosi fan tutte; que Wagner era antisemita”; que Puccini, Verdi y tantos otros de los grandes músicos de la época eran sexistas; que en Carmen, Bizet eleva la violencia de género. Pero no podemos hacer a un lado estos grandes nombres, ni revisarlos. Lo que se quiere es que surjan nuevos grandes Mozarts o Puccinis, y que ojalá una parte de los cuales sean mujeres, negros, indígenas, latinos, personas transgénero. Que se note la diversidad de estos tiempos.

Cárcel en El Salvador,acento.com.do

Yo quisiera ir al teatro a ver óperas que cuenten, por ejemplo, la historia de un inmigrante africano esclavizado por alguna empresa agrícola en el sur de Europa. O la de un latino expulsado, encadenado, en un avión a una prisión de alta seguridad en El Salvador. Una ópera con el drama de una mujer transgénero estigmatizada por su entorno social. Pero no creo que sea buena idea introducir personajes como estos en contextos que no tienen nada que ver con su realidad.

Lamentablemente, todos los años las temporadas de ópera de las grandes salas programan casi siempre las mismas obras, una colección de piezas exitosas que a todas luces el público operático no nos cansamos de ver. Otra vez los mismos compositores, el mismo repertorio, otra vez la Traviata, La Flauta mágica, La Bohème…. El público que va a la ópera es un público mayor y bastante conservador. La aparición de nuevas óperas, con temáticas más actuales podría cambiar esto.

Por desgracia, también, la era trumpiana en la que ha entrado el mundo hace unos pocos meses no presagia nada bueno en este sentido.

Teatro de la ópera de Amberes,Foto de Kenny Filiaert, en Unsplash

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