Trump, un negacionista del cambio climático al mando del mundo

La agenda fósil del nuevo presidente: «We will drill, baby, drill.»

La victoria de Donald Trump producirá sin duda una avalancha de opiniones no solo en los Estados Unidos sino en todos los países. Especialmente entre sus críticos. Porque quienes no lo critican, quienes están felices con esta victoria, están simplemente muy ocupados en celebrar.

Hay un término que resume el temor que inspira la victoria de Trump al cargo político más importante de la actualidad: Incertidumbre. Aunque desde su campaña el candidato anunció toda clase de medidas extremas (deportaciones; prioridad a su amistad con Putin; primero los intereses estadounidenses aunque eso signifique pisotear a sus socios comerciales; al diablo los de Gaza) que llevaría a cabo en caso de ganar, la personalidad volátil de esta figura no permite tomarse sus declaraciones a pies juntillas. Y sin embargo hay también razones para tomárselas en serio. De ahí la incertidumbre. ¿Qué va a hacer este hombre realmente? ¿Qué significa en la práctica Make America Great Again?

¡Quién sabe!

Pero en lo que sí hay poco espacio para la incertidumbre es en lo que respecta a las políticas relacionada con el cambio climático. Sabemos que el nuevo presidente es lo que se llama un ‘negacionista del cambio climático‘. Se burla de lo que él considera como supuestos argumentos científicos que explican un también supuesto calentamiento global. Que el cargo político más importante lo tenga ahora una persona que niega una realidad empíricamente verificable para evadir hechos incómodos relacionados con el cambio del clima —aumento de incendios, inundaciones, aumento de la temperatura en mares y océanos, etc.— entonces tenemos la certidumbre de que estamos en problemas.

Cuando incluso los gobiernos que sí reconocen la problemática ambiental y dicen estar tomando medidas para contrarrestar la crisis no hacen los progresos necesarios, continúan subsidiando las energías fósiles, proyectan perforar los suelos marinos ignorando las consecuencias ecológicas de esta actividad, cómo será ahora con un gobierno de Trump que abiertamente desestima las precauciones, que habla de hacer America great again a cualquier costo ambiental. Que habla abiertamente de incrementar la producción de energía fósil. Que propone perforar en Alaska, en el Ártico, en bosques, en zonas de biodiversidad protegidas en busca de gas, carbón, petróleo. ¡Cómo será! Pues, claro, si Estados Unidos lo hace, los otros países no van a encontrar inconvenientes para hacerlo también. Así, en vez de reducir las emisiones en un 50%, como habían prometido los países para 2030, lo que veremos en los próximos cinco años será un aumento del 50%.

En 2017, bajo el primer gobierno de Trump, Estados Unidos se retiró del Acuerdo de París por el que los países se comprometieron a reducir las emisiones de CO2 y a controlar el aumento de la temperatura a no más de 1,5 grados centígrados. ¿Qué otros desacuerdos nos esperan con Trump II?

Por desgracia Trump no es el único negacionista en el poder. La lista es larga, Wilders en los Países Bajos (que dijo hace un año cuando su partido ganó las elecciones: “La ley climática, el acuerdo climático y todas las demás medidas climáticas irán directamente a la trituradora”); Orban en Hungría, Milei en Argentina, y otros más…, pero Trump es el más poderoso. Si hasta ahora las medidas de prevención de desastres asociados al cambio climático han sido precarias por, en muchos casos, el escepticismo de las autoridades, como hemos visto recientemente en Valencia, España, ¡qué se podrá esperar de un gobierno a la Trump!

Definitivamente, esta fatídica victoria traerá un reversazo a una política climática todavía débil pero que al menos reconocía la emergencia ambiental por la que pasa el planeta y la humanidad, y se comprometía a llevar a cabo una transición energética. Pero a Donald Trump no le gustan los molinos de viento, sobre todo si los ponen cerca de sus campos de golf.