El color sin límites de Katharina Grosse

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It Wasn’t Us, de Katharina Grosse, en el hall histórico del Hamburger Bahnhof Museum

Berlín se ha ido abriendo poco a poco, dando cada vez más señales de que estamos saliendo del letargo de la pandémica cuarentena. Ayer le tocó el turno de abrir sus puertas al Hamburger Bahnhof Museum, que es (espero no equivocarme) el único museo estatal de la ciudad dedicado al arte contemporáneo.

Este es uno de esos museos a los que siempre vale la pena volver, aunque no sea sino por la excentricidad de las nuevas exposiciones. Una antigua estación de trenes convertida en museo ofrece un espacio ideal para muestras de grandes dimensiones, algo que le viene de perlas al arte contemporáneo que con frecuencia es de gran formato. Este es también el caso de la nueva exposición del HBM que ocupa todo el hall central y se sale, se desborda, hacia los jardines de atrás del edificio, y cubre hasta las paredes del túnel que aloja otra galería del museo.

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Yo no tenía la menor idea de quien era Katharina Grosse, pero la imagen de su reciente instalación reseñada en el periódico de hace unos días era bastante atractiva. Había que ver eso. Mientras tanto, fui encontrando datos aquí y allá sobre ella y su obra. Esta artista alemana es conocida por el uso de colores acrílicos brillantes en sus pinturas e instalaciones que buscan crear una experiencia corporal y psicodélica en el espectador. Y sí, algo había de eso, pensé mientras veía la única obra que compone esta exhibición, y que se titula, It Wasn’t Us (No fuimos nosotros), a saber porqué. Después encontré esta frase suya: «Una pintura es simplemente una pantalla entre el productor y el espectador donde ambos pueden ver los procesos de pensamiento que residen en la pantalla desde diferentes ángulos y puntos en el tiempo».

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La información introductoria del museo sugiere que el título «puede entenderse como una referencia a la complejidad inherente y la imprevisibilidad de una situación dada, ya sean las condiciones bajo las cuales los artistas crean su trabajo, o las condiciones bajo las cuales se encuentra». ¿Queda claro?

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No importa. El asunto es que It Wasn’t Us se presta bien, no hay duda, para especular con los procesos de pensamiento desde los muchos ángulos y puntos que tiene esta estrambótica forma. Está claro que la obra es una experiencia visual de arquitectura, escultura y pintura. De una pintura no pintada con herramientas tradicionales, como un pincel o una brocha, sino rociada (disparada) con una pistola asperjadora directamente en la paredes y en el suelo. Una herramienta de la que la artista se sirve con frecuencia. Leo que en una exposición que hizo en el Palacio de Tokio de París en 2005, Grosse colgó dos lienzos enormes en la pared: uno ya estaba pintado, el otro estaba en blanco. Lo pintó en el sitio mismo desbordando el color por toda la pared. Después bajó el lienzo pintado y lo que quedó fue un rectángulo blanco.

También aquí, la obra no se circunscribe a los límites del marco, en este caso, los límites de la sala, sino que en su creación se transforma espacial y temporalmente. No hay fronteras infranqueables. Los colores se expanden por donde pueden. Según leo por ahí, a veces van de las paredes a los techos, y en algunos casos, se esparcen por todo el edificio y hasta el paisaje. Se trata de una pintura expansiva que desestabiliza radicalmente el orden existente de la arquitectura del museo. Lo que, se me ocurre, le da al espectador una idea de libertad. Solo una idea, porque desestabilizar el orden del museo ya hace tiempo que hace parte del juego.

A quienes quieran saber más de esta artista alemana, les dejo este vídeo (2015) de 5 minutos en Youtube que permite hacernos una buena idea de su estilo de trabajo:

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